La estrella del día ha sido, sin duda, el patio de la nueva tumba que comunica por dentro con la de Baki. Excavando a la entrada han salido a la luz veintiséis conos funerarios, veintidós de ellos de Ay, supervisor de los tejedores. Sus conos funerarios se distinguen fácilmente porque no son “conos”, sino prismas, es decir, que la base sobre la que se estampa el sello no es circular, sino cuadrangular. Además, han salido tres ladrillos de esquina con el sello estampado varias veces sobre uno de los laterales, el que quedaría visible cuando se empotrara en la parte de arriba de la fachada. Estos datos posibilitan identificar la nueva tumba, al noreste de la de Baki, como la tumba de este personaje de la dinastía XVIII, Ay.
Además, junto a la fachada, han aparecido seis saquitos de lino cerrados con una tira de tela, supuestamente llenos de natrón. Pero el hallazgo más sorprendente ha tenido lugar por dentro, junto a la entrada: un adobe de grandes dimensiones, con la impronta de un sello muy especial, nada más y nada menos que el nombre de Djehuty, es decir, un ibis sobre un estandarte. Es el primero que hallamos de este tipo. Por su gran tamaño y peso podría ser de época tardía, pero no tenemos datos suficientes para hacer una estimación cronológica. Tal vez en los próximos días tengamos más pistas.
Al otro lado de la excavación, en el sector 10, el depósito de cerámica va adquiriendo cada vez mayor envergadura. En esta misma zona, hace un par de días hallamos un fragmento de tela de lino inscrito con tinta negra. Parecen signos jeroglíficos cursivos escritos en columnas separadas por líneas verticales. Pía lo está poco a poco estirando para facilitar su lectura, y en unos días nos podremos hacer una mejor idea.