4 febrero 2003

Trabajo de campo

‘He visto cosas maravillosas’, dijo H. Carter cuando entró por primera vez en la tumba de Tutankhamon. Estos días, también nosotros hemos vivido una experiencia maravillosa, increible, excepcional… Deseamos que la demora en contaros esta historia fabulosa merezca la pena.

Todo empezó el jueves dia 30, (7.30 de la mañana) cuando nuestro rais Ali apenas aparecidos unos pocos centímetros de los pies de un sarcófago intuyó que este saldría entero. No se equivocó, casi nunca lo hace, primero fueron los pies y después palmo a palmo fue apareciendo el resto. Nos sonrió hasta la hora de empezar a encontrarlo, si hubiese comenzado a aparecer más tarde no se habría podido terminar el trabajo en una mañana y eso habría supuesto un inconveniente.

Según aparecía (como ya sabreis los incondicionales de nuestro diario) Montse y Alicia comenzaron una labor casi frenética de consolidación del sarcófago. Paraloid B72 y Eltoline (un papel especial muy fino) fueron cubriendo cada grieta que aparecía en la madera para garantizar que la posterior extracción se hiciese con las mayores garantías de éxito. Las manos del sarcófago aparecieron pronto, y hasta ese punto no hubo demasiados problemas; después vendría lo peor. Había que ampliar parte de la cuadrícula hacia el sector Este por que de estar completo y conservarse el rostro, este estaba cubierto por casi un metro de tierra, adobes, piedras…

Lo aparecido hasta ese momento se protegió con sumo cuidado y Ali dispuso una pequeña plataforma construida con tablones para que la ampliación no perjudicase al hallazgo. El ritmo se convertía en acelerado. Los muros que rodean la tumba de Djehuty se convirtieron en una platea a la que se asomaron muchos rostros expectantes. Hubo que dar cuenta a las autoridades y un buen número de inspectores de la zona, jefes de inspectores, responsables del servicio de antigüedades fueron apareciendo.

Por fin el momento ansiado: el sarcófago… ESTABA COMPLETO. Únicamente la naríz del rostro se encontraba fragmentada. Era cerca de la una y las preguntas se sucedían de modo atropellado: ¿se trataba de un hombre o de una mujer? ¿porqué se encontraba en el patio de aquél modo? ¿tendríamos serias dificultades para proceder a su levantamiento? Y por supuesto, la más repetida: ¿se habría abierto alguna vez o estaría intacto? y si estaba inviolado ¿qué encontraríamos dentro?

Trabajo de gabinete

El Servicio de Antigüedades Egipcio es muy estricto con estos temas y se impuso un velo de silencio, razón por la cual hasta hoy no podía hacerse público el descubrimiento.

Se preparó el cómo y el dónde dejarlo. Luego un nutrido número de hombres, entre los que estaban, por supuesto, José Manuel, Mohamed el-Bialy, Ali y nuestro inspector, en presencia de un público que crecía por momentos sacaron el sarcófago del lugar que había ocupado por muchos siglos y lo llevaron a su nueva ubicación. Eran las tres de la tarde, fin de la jornada de trabajo. El día siguiente era viernes, día de descanso, por lo que su apertura tendría que esperar.

Como ciertamente, no teníamos experiencia previa en este tipo de hallazgos, desconocíamos los trámites a seguir. El sábado tampoco sería el día esperado. Había que pedir un permiso de “apertura”, dar noticia a las autoriades y en nuestro, caso coincidiendo con la visita de Hawas a Luxor ¡el lunes!, esperar su presencia.

La verdad, es que fue una espera larga, pero un tiempo precioso para hacer un buen trabajo de documentación gráfica y terminar con un poco de sosiego el proceso de consolidación y restauración. La noticia en esos pocos días corrió como la pólvora… nos llegaron felicitaciones de otras misiones arqueológicas que trabajan en nuestra zona e incluso en el pueblo reconocieron a Carlos y le preguntaron si era verdad que habíamos encontrado un sarcófago de oro.

El lunes por fin llegó y con él el ansiado momento. Todo estaba listo y a las doce de la mañana: José Manuel, José Miguel, Mohamed el-Bialy, el rais Ali, Montse y Alicia abrieron la tapa del sarcófago. El sarcófago no había sido profanado anteriormente y dentro, ajena a los flashes, las cámaras de video y el bullicio, nos esperaba su momia.

Somos afortunados y los dioses, sin duda los egipcios, nos han sonreido. Ciertamente es un gran hallazgo, pero nuestras tareas de excavación continúan y con ellas otros muchos descubrimientos tan importantes como éste.

Vida cotidiana