28 enero 2013

Esta noche pasada ha estado lloviendo sin parar, a ratos con bastante intensidad, y por la mañana no ha parado. Parecía Cantabria, oliendo a humedad. Hace unos años, una noche nos calló un diluvio que causó goteras en nuestros cuartos y grandes charcos a la entrada del hotel, pero por la mañana volvió a salir el sol y todo volvió a la normalidad. Esta vez la lluvia se ha mantenido constante y ha embarrado todo. En doce años de campañas en Luxor nunca habíamos visto nada igual. El yacimiento tenía hoy un tono bien distinto al acostumbrado, los adobes más grises, la tierra más oscura. Los estratos de los cortes era lo único que se veía con más claridad. Entre el barro y que la lluvia no tenía pinta de parar, decidimos no excavar y dar día libre a los trabajadores, eso sí, con paga, por lo que se fueron todos dando gritos de alegría.

Nosotros nos quedamos en el yacimiento como siempre, hasta las tres. Tuvimos que solventar algún problemilla en la jaima grande, que tenía goteras por todos lados. María José y Elena tuvieron que hacer malabares para sortear los goterones. La luz se fue al poco rato, pero por suerte hace años compramos un pequeño generador, lo que nos posibilitó poder trabajar dentro de las tumbas.

Dentro de la tumba de Hery, cambiamos hoy la escalera de madera del pozo funerario por otro metálica, mucho más estable y segura, pero, sobre todo, un par de metros más larga, pues la de madera no llegaba a tocar el fondo y al final había que saltar desde el último peldaño. Cisco ya no podrá disfrutarla, pues se ha vuelto a Oxford esta mañana temprano, pero así ya está montada para continuar el trabajo en la cámara sepulcral de las momias de animales el año que viene.