Trabajo de campo
Aprovechando que es día de descanso, buena parte del grupo ha madrugado para dar una vuelta por las alturas, por la cima de la montaña tebana. Desde Deir el-Medina ascendimos por las escaleras hasta los riscos. Desde allí, anduvimos hacia el norte, pasando por encima del llamado “Valle del Color”, hasta llegar al valle de Deir el-Bahari. Las vistas del templo de la reina Hatshepsut, junto al del legendario rey Montuhotep, son realmente espectaculares. Da un poco de vértigo asomarse al cortado para sacar fotos cenitales, pero si se hace con cuidado la recompensa es fenomenal.
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Vista del poblado de los artesanos, con el templo de Medinet Habu al fondo.
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Parte del grupo “Djehuty” en lo alto de los riscos de la montaña tebana.
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El pico de el-Qurn hace de gran pirámide de las tumbas del Valle de los Reyes.
Trabajo de gabinete
Descendimos hacia el Valle de los Reyes. Después de andar solos por la montaña, nos sorprendió el gentío a la entrada de las tumbas reales. Aún así, visitar una vez más las tumbas de Ramsés I, Ramsés III o la de Tutmosis III siempre merece la pena.
Volvimos a subir la montaña, rodeamos Deir el-Bahari, y nos fuimos por arriba hacia la colina de Dra Abu el-Naga. Un paseo como este es la mejor forma de comprender la geografía y el porqué de la ubicación de los templos y las tumbas.
A las doce de la mañana estábamos de regreso en el Marsam, y nos pusimos manos a la obra para preparar la ya tradicional paella egipcia estilo Benissa. Juan Ivars es un verdadero artista, y remató la faena con unas cebollas a la brasa con un chorrito de aceite de oliva y una anchoa en corazón.
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Impresionante vista del valle de Deir el-Bahari al amanecer, con la llanura de campos de cultivo al fondo.
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Las terrazas del templo funerario de la reina Hatshepsut se adaptan perfectamente al entorno geográfico.