El último viernes de a campaña toca quedarse en el hotel para redactar en inglés el informe preliminar de la campaña y entregárselo al día siguiente a las autoridades del Servicio de Antigüedades. Cada uno debe hacer un breve resumen de su tarea y, en el caso de los excavadores, informar sobre los principales hallazgos en su zona. Todo ello acompañado del fotografías ilustren bien lo expuesto en el texto. La extensión acaba siendo de unas treinta y cinco páginas. Dentro de unos meses, cuando solicitemos la autorización para la próxima campaña, entregaremos en El Cairo un informe más extenso y mejor ilustrado, en inglés y árabe. Algunos del equipo tuvieron tiempo, además, para dar un paseo matutino por los alrededores. Y desde luego nada podría evitar que el último viernes preparáramos nuestra última comida campestre en la terraza del Marsam. Esta vez no hubo paella, pero sí pata de pulpo a la brasa, preparada con un chorrito de aceite de oliva por encima y cortada muy fino, además de ensalada de tomate (aquí están buenísimos, de los que saben a tomate de verdad), y platos de queso local (“rumi”) y del que nos trajeron por la hija de Suni y familia, que nos han visitado en el cierre de campaña.
El final de la composición del informe se tuvo que posponer hasta la mañana siguiente, porque estábamos invitados a la boda de una hermana de Hazem. Así que a las ocho cruzamos el Nilo y nos dirigimos a una enorme carpa donde se celebraba la fiesta de la boda. Mucha gente por parte de las dos familias y música a tope, la mayoría egipcia “moderna”. De beber, agua y miranda, y de comer un trozo de pastel. ¿Para qué más? El ambiente no podía ser más distendido y alegre, con niños bailando a la última moda que ven por televisión y abuelas al límite dispuestas a pasar un buen rato con los suyos en la pista de baile, sin complejos, ni vergüenzas. Se trataba sólo de pasarlo bien, en familia, dejarse llevar por la música y hacer un poco el tonto, que de vez en cuando viene muy bien.