24 enero 2018

La arqueología, como la vida, no suele mostrar sus bondades al primer envite, con un mero contacto superficial, sino que se hace de rogar y hay que ahondar, con perseverancia, tesón, y también con buen humor. La excavación de metro y medio de derrubio moderno, de paja y detritus de los animales estabulizados junto a la casa de Sayed Abbas, se nos comienza a hacer monótona, pero basta sólo con mirar hacia abajo y ver cómo nos vamos aproximando poco a poco al jardín funerario para que vuelva la esperanza y la sonrisa a nuestras caras. Son precisamente estos más de cinco metros de derrubio que tenemos que rebajar lo que ha preservado en buen estado el jardín y nos lo ha ofrecido a nosotros. Quién pretenda alcanzar algo excepcional tendrá que bucear: en la superficie sólo se chapotea y se hace ruido, y es en las profundidades, esquiva y silenciosa, donde uno encontrará el placer de buscar lo desconocido.

Hoy hemos comenzado la jornada de excavación documentando fotográficamente el nivel aluvial de arena fina y anaranjada que cubre el suelo rocoso del patio de entrada a la tumba de la dinastía XII que excava Carlos, frente a la cual se halla el jardín. Angie ha dejado un testigo para que los geomorfólogos puedan estudiar con más información lo que ocurrió en la necrópolis, meteorológicamente hablando, poco después de que el propietario de la tumba fuera allí enterrado. Gamal excava con precisión, mientras los hombres del equipo de Carlos entran y salen de la tumba con capazos llenos de arena, haciendo una cadena humana para salvar el desnivel del patio.

El equipo de materiales, formado por Gude, Marisol y Curro, revisa con atención los linos que Carlos va hallando en el interior de la tumba, pero que, como la luz no es demasiado potente, no puede revisar bien. Entre los tres ya han descubierto media docena de inscripciones. Entre ellas, hoy un lino tenía pintado en rojo una imagen del dios Osiris a gran escala y una fórmula de invocación de ofrendas, característicos de la dinastía XXI y XXII, cuando la tumba del jardín fue reutilizada por personajes relevantes de la ciudad de Tebas mil años después. Sin duda, excavando en la necrópolis el tiempo se relativiza.