20 enero 2008

Amaneció un día raro, oscuro, encapotado. Poco después de llegar al yacimiento empezó a llover. ¡A llover! Era como un presagio, una escena de película. Comenzábamos la excavación del pozo funerario de Djehuty y el cielo se estremecía. Hace dos años nos cayeron un par de gotas, pero ahora llovía de verdad, y hasta hacía casi frío.

Sobre la boca del pozo atravesamos dos tablones para evitar pisar el borde y que se resquebraje la piedra caliza. Instalamos luz suficiente para que no se nos escape el más mínimo detalle. Al final del día habíamos descendido unos 30 centímetros. La tierra está muy compacta; mucho más compacta que en los pozos que hemos excavado otros años en el exterior. Esto parece que es buena señal, que el relleno del pozo no ha sido removido en muchos años. Para contrarrestar esta buena impresión, hallamos un par de pequeñas mazorcas de maíz, trozos de cuerda y tela moderna. Esto parece indicar que alguien ha visitado el pozo a finales del siglo XIX o principios del XX, aunque bien es verdad que estamos al comienzo y que estos materiales podrían provenir de los escombros caídos dentro de la cámara a través del agujero en el techo que comunica con otra tumba más arriba. Habrá que esperar un poco más para formarnos una idea más clara de lo que pueda haber ocurrido en el interior del pozo.

En el exterior todo sigue su curso. La excavación del patio de Djehuty por ahora no aporta materiales de consideración, aunque vamos conociendo más detalles sobre cómo se rellenó el suelo. A media mañana hemos hecho un intento de ir al almacén que el Servicio de Antigüedades tiene junto a la antigua casa de Howard Carter, para ver los materiales que tenemos allí guardados. Como faltaba uno de los dos inspectores necesarios para abrir nuestros arcones, a la media hora estábamos de vuelta en el yacimiento. Volveremos a intentarlo mañana.