20 enero 2006

Trabajo de gabinete

Para poder dormir un poco más, quedamos a desayunar todos a las ocho. Andrés y Marga se fueron luego hacia el templo de Luxor, y el resto del equipo nos fuimos andando de “excursión” a Malqata, el palacio de Amenofis III. Apenas queda nada a la vista, estructuras de adobe que reflejan la gran extensión que tuvo el lugar y montañas de fragmentos de cerámica. Desde una pequeña colina puede verse lo que fue el espléndido lago artificial que se construyó junto al palacio, hoy un fértil campo de cultivo intenso verdor.

Desde allí marchamos hacia Deir el-Medina, subimos por la colina de Sheik Abd el-Qurna, y no pudimos resistirnos a entrar en la maravillosa tumba pintada de Rekhmire, quien fuera uno de los visires de Hatshepsut y Thutmosis III.

Luego, seguimos subiendo hasta alcanzar el santuario del santo Abd el-Qurna en la cima de la colina. Pasamos de largo, caminando hasta los riscos de la montaña, junto a Deir el-Bahari. Encontramos la entrada al famoso “cachette”, una especie de pozo donde los sacerdotes de Amón escondieron muchas de las momias reales para, supuestamente, protegerlas de los saqueadores de tumbas. Desde ese lugar la vista del templo funerario de Hatshepsut y de la tumba de Montuhotep-Nebhepetra (dinastía XI) es espectacular.

Volviendo ya hacia el Marsam, pasamos por una de las tumbas que se construyó Senenmut, el favorito de la reina Hatshepsut. Ésta conserva parte de la decoración pintada del techo. Completamos así un recorrido de cinco horas por las colinas de la necrópolis de la antigua Tebas, todo un lujo. Pasadas las dos era ya hora de volver, regalarnos una cerveza Saqqara bien fresca y comer relajadamente en el patio arbolado del hotel.

Vida cotidiana