18 febrero 2017

La excavación se ha desarrollado hoy con la mitad de los trabajadores, echándose de menos la algarabía, los gritos del capataz, el trajín de gente, el polvo. Pero, a la vez, daba gusto la paz y la calma se sentía, que invitaba al trabajo sosegado y meticuloso. En verdad, esta es la situación esperable e idónea, pero en Egipto las cosas tienen cierta tendencia a hacerse de otra manera. Nuestro yacimiento, por las dimensiones y la potencia de terreno de más de cinco metros que tenemos que excavar para alcanzar los niveles buenos, es decir, los que se conservan mejor, sin alteraciones modernas, es propenso a necesitar numerosos trabajadores. Este año hemos contratado a menos gente, pero aún así hemos llegado a un centenar. Estos días tenemos a unos cuarenta y cinco.

El patio de entrada a las grandes tumbas ha quedado perfectamente nivelado en el estrato de la dinastía XIII, listo para una sesión de fotografía con la pértiga de Pito, y con la estación Leica de Joan. La documentación es fundamental, es el verdadero objetivo, porque es lo que se publicará, la información que trascenderá a los demás colegas y lo que será luego discutido. Por ello, merece la pena parar la excavación para tomar fotos y datos topográficos en buenas condiciones.

Hoy es el último día de Nacho en la excavación. Mañana marchará a Sudán para incorporarse a una misión americana que trabaja en las pirámides de El-Kurru. Ya está casi terminado el nuevo cerramiento de la tumba de Djehuty; lo que falta lo acometerá Joan. La obra ha sido más complicada de llevar a cabo de lo que pensábamos, por problemas inesperados de logística, de disponibilidad y organización de los distintos especialistas que intervienen. También es verdad que Nacho ha tratado de cuidar hasta el mínimo detalle, y en una excavación en Egipto esto se convierte en misión imposible. Le echaremos mucho de menos cuando rematemos el edificio los últimos días.