Este año ni ha llegado a ser muy frio al principio de la campaña, ni está siendo por ahora demasiado caluroso. Pero ayer y hoy ha soplado bastante viento y ha refrescado algo. Como estamos prácticamente en el desierto, las diferencias de temperatura son grandes entre el día y la noche, lo que hace que muchos del equipo hayan pasado uno o dos catarros. Hoy el día ha sido soleado, pero fresco, lo que se ha agradecido en los paseos de nuestro día libre. Un grupo se ha ido al denominado “Valle de los Monos”, cuya entrada está al principio del Valle de los Reyes” y discurre perpendicular a éste. El valle termina en una tumba que casi nadie visita, la tumba de Ay, que reinó después de Tutankhamon durante muy poco tiempo. Su tumba quedó inacabada, y tiene el mismo fondo amarillo y las figuras achaparradas que la decoración de la tumba del Tut.
-
Paseo por el Valle de los Monos.
-
Pía, Suni, Carlos, David y Miguel Ángel camino de la tumba de Ay.
-
Vista de Deir el-Bahari desde el campo.
-
Paseo por los campos de cultivo cerca del Marsam.
-
Dintel policromado de Medinet Habu.
-
Acuarela de Nacho de la entrada al templo de Deir el-Medina.
Otros nos hemos ido a visitar tumbas de altos dignatarios. Empezamos por la del virrey Huy de época de Tutankhamon, que es interesante porque incluye una escena de jefes nubios que llegan a Egipto vestidos a la egipcia, reflejando así la fuerte influencia egipcia sobre las elites de los territorios bajo su dominio. Seguimos luego a Rekhmira, Sennefer y Ramose. La mañana terminó en el templo de Medinet Habu. Según a la hora que lo visites se iluminan bien unas paredes u otras, pero siempre es espectacular, no defrauda nunca.
-
Miguel Ángel supervisa cómo Joan hace la paella.
-
Salima, Pía y Suni disfrutando de la comida campestre.
-
Carlos, famoso por sus selfis bien acompañado.
Por segundo viernes consecutivo, Joan se lanzó a hacer una paella. Esta vez éramos veinticuatro alrededor de la mesa circular. Para completar el menú, Angie se metió en la cocina y se lió a preparar un salmorejo. Los dos platos quedaron inmejorables, regados por una sangría sencilla y refrescante, con vino Sherezade, que preparó el mudir en un recipiente de cuestionable salubridad. Y así fue cayendo la tarde, y los campos verdes se fueron apagando.