Trabajo de campo
Este año la burocracia en Luxor ha sido mucho más fácil que en años anteriores. Arreglamos todos los papeles en la oficina de Ali Asfar y no tuvimos que cruzar a la otra orilla, lo que nos ahorró mucho tiempo. A las once de la mañana estaba ya todo listo para marchar a Dra Abu el-Naga y abrir la tumba. El Inspector que nos acompañará durante esta campaña se llama Abd el-Fatah, un hombre reservado, de tez oscura, alto y muy delgado. Todos dicen que es buena gente, y la primera impresión parece confirmarlo.
Al llegar al yacimiento, un año más, la hondonada donde se encuentra el patio de entrada a la tumba de Djehuty acumulaba gran cantidad de basura: bolsas de plástico, papeles de periódico, latas roñosas, cristales, zapatillas… si bien la primera impresión fue un tanto decepcionante, en cuestión de media hora, el rais Alí y una docena de trabajadores que habían acudido espontáneamente lo recogieron todo y el lugar recobró su empaque.
Derribamos el muro de piedra con el que tapiamos el año pasado la puerta de la tumba de Djehuty, rompimos el sello del Servicio de Antigüedades, abrimos el candado, y pasamos dentro. Todo estaba en su sitio, como lo dejamos.
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Limpiando las basuras de un año, acumuladas en el patio de la tumba de Djehuty.
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La entrada a las tumbas pronto recobra su noble apariencia.
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Panorámica del yacimiento, junto al pueblo de Dr Abu el-Naga.
Trabajo de gabinete
Mientras los trabajadores egipcios estaban ocupados montando la jaima grande junto al yacimiento, nosotros comenzamos a revisar y ordenar el material de excavación que guardamos en la tumba de Baki, reconvertida parcialmente en almacén del proyecto. Carlos y Juan, con ayuda de Gemma, pronto se pusieron manos a la obra para replantear la cuadrícula y colocar las cartelas en la zona de fuera que tenemos planeado excavar este año: justo delante de las tumbas, a unos veinticinco metros de las fachadas. Además, conectamos la instalación eléctrica de las tumbas a la caseta de los guardianes (“gafires”) de la zona. Trabajamos hasta las tres de la tarde y dejamos todo listo para comenzar mañana la primera jornada completa.
En el yacimiento nos reencontramos con la familia Bolbol, con Mohamed, el niño que nos sirve el té durante la excavación, que ya está hecho un chaval de trece años (casi catorce), y con sus hermanos pequeños, Mahmoud y Ahmed, tan encantadores y simpáticos como siempre.
Nos vino a saludar al Marsam el bueno de Fathi, el soldador que trabajó con nosotros la campaña pasada. Este año le volveremos a contratar para que refuerce el pozo de planchas de metal que construyó con Carlos Cabrera. Ambos se sentaron un rato a discutir sobre el material que habría que comprar y el tiempo necesario para el trabajo en cuestión.
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Juan coloca la estación total de topografía en su sitio para replantear la cuadrícula del yacimiento.
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José Miguel Parra a la entrada del almacén en el que se ha convertido circunstancialmente la tumba de Baki.
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El montaje de la jaima grande no es tan sencillo como parece.