16 enero 2018

Este año las gestiones han resultado mucho más fáciles que en años anteriores. Desde Madrid parecía que todo iba a ser mucho más complicado porque el Ministerio de Antigüedades de Egipto no nos concedió el permiso oficial de excavación para este año hasta su reunión del 20 de diciembre, y lo mismo con el necesario visto bueno de la policía al equipo y al lugar de trabajo. Para recoger los permisos en El Cairo, me adelanté al viaje del equipo y volé el domingo 14. A la mañana siguiente, tenía cita a las 12 con el secretario del Comité Permanente del Servicio de Antigüedades. Me adelanté y a las 10 estaba en su despacho con los contratos firmados y los permisos listos. Así, gané un poco de tiempo para poder tramitar también los pases para visitar monumentos durante la campaña para cada uno de los miembros del equipo, lo que lleva su tiempo porque van escritos a mano y con foto.

A primera hora de la tarde, habiendo cumplido mi principal cometido, me acerqué a la plaza de Tahrir, al Museo Egipcio, para saludar a su directora, la colega y amiga Sabah, y darle las gracias por haber apoyado la publicación de un catálogo de unas setenta y cinco inscripciones del museo. Son pequeños monumentos u objetos tallados o pintados por los artesanos y escribas que construyeron y decoraron las tumbas reales en el famoso Valle de los Reyes y que vivieron y se enterraron en el poblado de Deir el-Medina. Este proyecto lo comenzamos a la vez que el Proyecto Djehuty, en 2001, pero por distintas circunstancias informáticas se fue retrasando. El catálogo ya está terminado y listo para llevarse a imprenta este mismo año. Cuando salga, será un verdadero hito para la egiptología española. ¿Quién podría haber soñado con publicar un volumen del “Cairo Catalogue General”, que uno de sus volúmenes tuviera en portada dos nombres españoles?

La mañana del lunes, cuatro miembros del equipo habían quedado en el Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC, en la calle Albasanz de Madrid, donde habíamos preparado varias cajas con material de excavación y restauración para llevarnos con nosotros a Egipto. Dos furgonetas del CSIC les llevaron a Barajas (el año que viene habrá que buscarse otro medio porque el CSIC, para ahorrar, ya no nos prestará este servicio), y una vez en el aeropuerto hay que decir que Egyptair se portó, otro año más, fenomenal con nosotros. Aprovechamos para agradecer a su director, Alá, y a Marina la amabilidad con la que nos tratan.

A pesar del poco tiempo que dejan de margen para hacer la conexión con el vuelo Cairo-Luxor todo acaba siendo posible y sale bien. Sí, te tienes que quitar los zapatos dos veces seguidas en diez minutos, en dos controles de policía casi seguidos, y el guardia te cachea de un modo que no conviene aquí describir, pero eso forma parte de la bienvenida al país de los faraones. Y sí, se quedó una de las cajas en El Cairo y tardamos dos días en recuperarla, pero eso es todo, nada dramático. Este año incluso pasamos la aduana en Luxor sin excesivos problemas y la una de la mañana ya estábamos en el Hotel Marsam los nueve de la avanzadilla del equipo, tomando una sopa caliente de bienvenida, algo de tahina y una cerveza Sakkara bien fría.