17 enero 2018

Ayer conseguimos abrir las tumbas a última hora de la mañana, por lo que hoy estaba todo listo para empezar a montar las jaimas. Como el lunes nos habíamos acostado muy tarde, quedamos para desayunar a las siete y media. A las ocho tomé un coche hasta el Nilo, crucé en una barca de motor y me reuní en a otra orilla con el rais Ali para ir juntos a la oficina del jefe de antigüedades de Luxor y que firmara su conformidad en los papeles traídos de El Cairo. Como no estaba, su secretario nos lo resolvió rápidamente y unos minutos después cruzábamos el río de regreso al West Bank. El siguiente trámite era en el “taftish”, la oficina del Servicio de Antigüedades que está entre nuestro hotel y el templo de Medinet Habu. El jefe ahora es un buen amigo, llamado Fathy, listo y amable, lo que sin duda va a suponer una gran ayuda para que salga bien la campaña. Pero él tampoco estaba y fue su segundo de abordo, Bahá, quien se encargó de los trámites. Luego, el jefe de inspectores, Ramadán, también un viejo conocido, pues fue nuestro inspector en la campaña de 2008, nos presentó a quien será nuestro inspector durante esta campaña, Ahmed Tayib, un chico joven que parece muy implicado y activo. Con él cogimos el manojo de llaves de las tumbas y arcones del yacimiento y nos dirigimos hacia Dra Abu el-Naga.

Mientras yo iba de un lado a otro con los papeles, los ocho del equipo que habían viajado el lunes estuvieron montando la logística en el hotel Marsam, organizando la sala de trabajo de arriba y acondicionando algo mejor las habitaciones. Tenemos la gran suerte de que el hotel nos deja un almacén donde podemos guardar mucho material de trabajo y también ropa de un año para otro, lo que aligera considerablemente nuestro equipaje. A las doce les recogí en una camioneta y nos fuimos ya todos al yacimiento. Allí nos encontramos con un pequeño grupo de nuestros trabajadores de siempre, con Yuma y su hijo Hisham, con Taalat, Saabut, Ibrahim, Gamal, Hussein, Karam, Zaglab… parece que fue ayer cuando nos despedíamos en el mismo sitio.

Las jaimas se montaron sin demasiados problemas, a pesar de que la tela de la más grande ya va acusando los años y algunos girones y sietes han ido creciendo. El inspector fue abriendo una por una las tumbas, comprobando que el sello con el que se habían cerrado el año anterior estaba intacto y que dentro estaba todo como se había dejado. El cerramiento de la entrada a la tumba de Djehuty que levantamos el año pasado ha pasado el año estupendamente. Los materiales, tanto los tragaluces de policarbonato como el acabado con “muna” de las paredes se han comportado como ese esperaba. Como cerramos con un tablón el paso a la sala transversal, dentro había entrado mucho menos polvo que en años anteriores. En el exterior, en el Sector 10, todo estaba en su sitio. La protección de las capillas de adobe había resistido y cumplido su función (hace años las cabras se comían con ansia el geotextil, la tela con que las cubríamos). Y lo más importante es que la estructura de madera con la que habíamos cubierto el jardín estaba en perfecto estado. A la vista parece un singular tablao flamenco, pero es la mejor protección que se nos ocurrió al final de la pasada campaña reutilizando las maderas del techo de la vieja caseta de protección a la entrada de la tumba de Djehuty y que desmontamos para levantar la nueva. Incluso los perfiles estratigráficos del corte alrededor del jardín se conservan en muy buen estado. Todo en orden.