13 enero 2003

Trabajo de gabinete

A pesar del terrible tráfico de Madrid esta mañana, todavía peor que de costumbre, que ya es decir, todos conseguimos estar a la nueve y media en el despacho de José Manuel Galán, en el CSIC (detrás del Hotel Palace). José Lull desde Gandía (Valencia) y Carlos Cabrera y Juan Ivars desde Benissa (Alicante) habían llegado a Madrid el domingo por la tarde. Margarita Conde cogió temprano el AVE en Sevilla y Andrés Espinel se arriesgó en autobús desde Salamanca también el mismo lunes.

Parecía estar todo listo. Alicia Torija, Gemma Menéndez, Montse Cruz y Ana de Diego se habían ocupado de realizar la mayoría de las compras y embalarlas. Desde bolsitas de plástico y botecitos para guardar muestras, hasta líquidos de restauración y material de dibujo arqueológico, pasando por un aspirador (¡para la tumba!). El material fotográfico fue casi lo más caro, pero es de vital importancia. Hay que decir que Antonio Morales, genio y figura de la primera campaña “Djehuty” y que desde mediados de agosto se encuentra en Filadelfia realizando el doctorado en egiptología en la Universidad de Pennsilvania, pasó por el despacho el siete de enero y, tras contarnos sus aventuras y desventuras al otro lado del charco, acabó ayudando a empaquetar y organizar el material arqueológico. Le echaremos mucho de menos en esta campaña, y no sólo por sus chistes y buen humor, sino también por sus conocimientos y gran capacidad de trabajo.

La salida hacia el aereopuerto se retrasó por la visita de un equipo de televisión de TeleMadrid. Lo que iba a ser simplemente una filmación de cinco minutos cargando los bultos en la camioneta, acabó siendo casi un reportaje de una hora. Esperamos que haya compensado los nervios que algunos pasamos viendo como se nos echaba el tiempo encima.

El equipaje sumaba 35 bultos y pesó un total de 725 kilos. La compañía Egyptair tuvo la gentileza de dejarnos 300 kilos de sobrepeso gratis, pero, a pesar de que eramos diez los que viajabamos y que el avión iba casi vacío, nos cobraron 100 kilos, lo que supuso un gasto importante de última hora. ¡Maalesh! (= ¡se siente!).

El viaje fue tranquilo y cómodo. Llegamos a Luxor a la hora prevista, las nueve de la noche. Tardamos una hora en pasar la inspección de aduana, un tanto sui generis, y otra hora en llegar a nuestra “casa rural” en el West Bank, pues en coche hay que dar un buen rodeo para cruzar el Nilo por el puente.

Ali y Ala Farouk estaban esperándonos a la salida del aereopuerto. Fue un feliz reencuentro. Emotivo. Los colosos de Memnon esperaron iluminados nuestro paso. Al llegar al Marsam, Natasha salió a nuestro encuentro tan acogedora como siempre. A eso de las doce nos sirvieron una cena ligera en la maravillosa terraza del Marsam. Nos permitimos un chupito de whisky con el té antes de irnos a nuestras habitaciones a deshacer las maletas. Ya estamos aquí.