La excavación continúa a buen ritmo en todo el frente delante del patio de entrada a la tumba-capilla de Djehuty y delante del Sector 10. Estamos retirando importantes cantidades de tierra y de lascas de caliza, pero salen muy pocos materiales. Por eso, el sábado que viene aumentaremos dos grupos, que se unirán a los de José Miguel y a los de Ana. Aprovechando la tranquilidad en la excavación, intentamos realizar a la par otras tareas. Nacho sigue preparando cajas y estanterías de metal para mejorar los almacenes, A media mañana no hay ya quien toque el metal sin quemarse. Pía intenta mantener su jaima lo más fresca posible. El termómetro que coloca sobre su mesa de trabajo se bloquea cuando alcanza 45 grados y hoy se ha bloqueado a eso de las once. Las cámaras de fotos y portátiles se recalientan y comienzan a fallar. La que ha fallado del todo ha sido la máquina de rayos-x, que, debido al calor, el mando disparador ha dejado de funcionar. Menos mal que los que vienen este próximo sábado nos traerán uno nuevo y Jesús uy Miguel podrán retomar su actividad.
Los jueves son días de paga, y este no ha sido una excepción. El ritual ha durado cuarenta y cinco minutos, que se han hecho bastante duros, pues el cansancio ya nos podía a todos. Seguir en el yacimiento hasta las doce y media es sólo posible a la sombra de una de las jaimas que hemos instalada o, mejor aún, dentro de las tumbas. En este sentido, los epigrafistas, Carmen y Dani, son los privilegiados de esta campaña. Aunque, todo hay que decirlo, se están dejando la vista tratando de dibujar las partes de las paredes que tienen la decoración en relieve muy desvaída, casi inapreciable, y tienes que estar todo el tiempo jugando con la luz rasante para ir cambiando el ángulo de la luz.
Esta campaña, al ser nuestro aniversario, teníamos planeado hacer una gran fiesta. En su lugar, estamos haciendo, de forma improvisada, fiestas pequeñas. Este jueves por la tarde hemos vuelto al hotel Hilton, para relajarnos un poco en la piscina y cenar a la orilla del Nilo. Todo un lujo. Casi lo mejor es el viaje de ida y vuelta en barca, sobre todo el regreso por la noche, con las luces apagadas, navegando cerca de la orilla y con la montaña tebana iluminada. Es sí que es un auténtico lujazo.