07 febrero 2017

Hemos pasado el ecuador de la campaña y la excavación va tomando nuevos derroteros. José Miguel y Yuma han acabado de excavar su pozo y ahora se han reubicado junto a la capilla de adobe del príncipe Intefmose. El objetivo es despejar uno de los laterales que todavía sigue parcialmente enterrado, para poder documentar y dibujar la estructura en todas sus caras. Por su parte, David está a punto de terminar la excavación de su tumba, pues lo que creíamos que era un pozo, donde estaban las momias romanas, resulta que es un acceso al interior de la tumba delante de la cual está excavando Angie. Y es que, como ya sabemos bien, la montaña es un queso gruyère y tumbas y pozos están en su mayoría conectados entre sí. Pero lo peor es que los escombros caen de un lado a otro, haciendo inviable la excavación de muchas zonas. Así que mañana topografiaremos la conexión entre ambas tumbas, la fotografiaremos, y David se pasará con su grupo de excavación a la zona de Angie, delante de las dos grandes tumbas excavadas en la roca, de la dinastía XIII o ligeramente anteriores.

Sergio y Sole han estado analizando la roca en distintas partes del yacimiento, con el objetivo de producir una columna geológica completa de nuestra zona de la colina. Por ellos, hemos reabierto la capilla ramésida, a través de la cual se accede a una gran galería ennegrecida que se adentra en la montaña dos alturas más arriba que la tumba de Djehuty. Y también hemos reabierto el pozo a través del cual se accede a la gran tumba de la dinastía XI o XII y cuya puerta debe encontrarse en la hondonada junto a la carretera.

Mientras Miguel Ángel ha comenzado el reforzamiento y consolidación de las paredes de la tumba de Hery, Mamdouh y Said han estado excavando el pequeño nicho que se abre justo por debajo de la escena de caza en el desierto. Para nuestra sorpresa, encima del derrubio que colmata la pequeña estancia hallamos un shabti de madera, probablemente de la dinastía XVIII, en bastante buen estado, aunque dudo que podamos llegar a leer la inscripción.

Después de la excavación, sobre las cuatro de la tarde, nos hemos ido todos a comer a la casa que tiene Ali frente a la montaña, pasado el templo de Medinet Habu. Su mujer es una gran cocinera, y sus tres hijas han ayudado a que todo estuviera a punto. Se respira una paz especial al atardecer en la montaña y hemos pasado juntos un buen rato.