Historia del proceso de momificación
Una de los rasgos más característicos de la civilización egipcia antigua era la embalsamación de los difuntos ya que creían firmemente que una perfecta vida postmortem requería la conservación del cuerpo. Este proceso artificial de preservación de los muertos se denomina embalsamación o momificación. La palabra «embalsamar» proviene de términos latinos que significan «(poner) en resinas aromáticas». La palabra «momificación» deriva del término árabe mummiya, que significa betún, y debe su razón de ser a la confusión derivada del aspecto oscuro de las momias que sugería que habían sido bañadas en betún, quedando esta idea confirmada por sus buenas cualidades crematorias.
Los orígenes de la momificación en Egipto se deben a las condiciones climáticas y orográficas de la tierra. Las primeras momias se remontan al Predinástico (finales del IV Milenio a.C.), cuando se enterraban los cuerpos en las arenas del desierto. Los cadáveres se secaban de forma natural por la acción del ardiente ambiente, que absorbía el agua de los cuerpos. Estas momias naturales, flacas, rígidas y con piel como cuero, envueltas en pieles de animales o en esteras, aparecen en el fondo de hoyos y en posición fetal.
A comienzos de la época histórica se empezó a construir tumbas y a enterrar a los difuntos en ataúdes, así que las condiciones naturales de conservación dejaron de ser efectivas y los cadáveres comenzaron a descomponerse. Los primeros intentos para preservar los cuerpos consistieron en envolverlos con vendas de lino firmemente ajustadas. Sin embargo esta burda técnica resultaba insuficiente por lo que hubo que buscar de qué forma se podía evitar la descomposición natural.
Hacia la dinastía IV los egipcios sabían ya que la putrefacción comenzaba en la caja torácica y el vientre, y que la extracción de los órganos internos era un paso absolutamente necesario para la conservación del cuerpo. Para acometer esta labor se hizo necesario cambiar la posición de los cuerpos, de contraídos a extendidos, para así poder sacar con facilidad los órganos por el abdomen. El esfuerzo por conservar el cuerpo tras la muerte lo más fielmente posible a lo que fuera en vida derivó, en las dinastías V y VI, en la costumbre de modelar órganos tales como los genitales o los pechos, así como rasgos faciales como nariz, boca y orejas, sobre el cuerpo vendado del difunto. Las capas exteriores del vendaje se conformaban a modo de prendas de vestir, en el caso de las mujeres con la forma de un vestido largo y ajustado, en el de los hombres con la de un faldellín.
Sin embargo, pese a la extracción de las vísceras y el vendado, los cuerpos seguían descomponiéndose. La humedad de los cadáveres debía ser eliminada por completo por lo que se hizo necesario un agente deshidratador que secara el cuerpo pero que a la vez lo dejara flexible. El natrón, el material empleado, es básicamente un compuesto natural de carbonato de sodio y bicarbonato sódico, y, al igual que la arena caliente, es un poderoso deshidratador. El natrón se encontraba en forma cristalizada y en grandes cantidades a lo largo de las orillas de los lagos del Wadi Natrun, a unos 40 millas al noroeste de El Cairo.
En el Reino Medio se dio el paso siguiente en el desarrollo de la técnica de momificación con la extracción del cerebro del cráneo. Este procedimiento sólo se aplico al principio en casos aislados y, a juzgar por el número de hallazgos, exclusivamente por los estratos sociales más altos. Para los egipcios el cerebro carecía de importancia como sede de la razón y el pensamiento pues concebían que estos residían en el corazón, y es por ello que no hicieron esfuerzo alguno por preservarlo. A partir del Reino Nuevo se generalizó extraer del cuerpo tanto el cerebro como las vísceras, rellenando las cavidades con paños de lino y resina. Así se consiguió, finalmente, conservar los tejidos del cuerpo de forma tal que han llegado intactos hasta nosotros.
A partir de la dinastía XXI, el cuerpo era rellenado con una mezcla de barro, arena y lino para así restaurar el contorno natural. Se trata de una operación compleja y difícil: a través de la incisión en el abdomen se procedía a rellenar brazos, piernas, cuello, espalda y, en el caso de las mujeres, pechos. El rellenado de piernas y cuello se realizaba a través de la incisión abdominal e implicaba que el embalsamador trabajaba a ciegas con su mano por el interior de la cavidad corporal. A veces se introducía el relleno en las piernas a través de incisiones en las rodillas, gemelos o muslos, mientras que el rellenado de los pies se llevaba a cabo por una incisión entre los dedos. La espalda se rellenaba a través de la incisión de embalsamación o por unos cortes especiales hechos en la piel de la espalda. El relleno de los brazos se introducía por una incisión en los hombros. El rostro también recibía la correspondiente atención mediante el rellenado de los cachetes por la boca. Los ojos solían colapsar dentro de las cuencas por lo que se procedía a colocar unos ojos artificiales hechos de piedra blanca y negra.
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Momia de un mono, probablemente de la dinastía XVIII, hallada entre la tumba de Djehuty y la de Hery
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Momia de un mono, probablemente de la dinastía XVIII, hallada entre la tumba de Djehuty y la de Hery
Documentación sobre la momificación
Pese a que los primeros intentos de preservar el cuerpo se remontan al 3000 a.C., no se ha encontrado jamás un texto detallado sobre las técnicas desarrolladas en el proceso de embalsamación. A priori resulta un hecho llamativo y extraño que una civilización que ha dejado una inmensa masa de documentación muy variada, apenas haya dejado nada sobre este aspecto tan característico del culto funerario. En los Textos de las Pirámides y de los Sarcófagos, en el Libro de los Muertos así como en otros relatos mitológicos y mágicos, encontramos referencias al Mito Osiriano y a los ritos de purificación y lustración, pero nada explícito sobre la momificación en sí.
Entre las escasas referencias que conectan con alguna fase del proceso de embalsamación cabe citar:
- PAPIRO BULAQ III Y PAPIRO LOUVRE Nº 5158: datan de época romana y se trata más de un texto religiosos que de un «manual de momificación» para ser usado por los sacerdotes. Incluye oraciones y encantamientos, menciones a la aplicación de ungüentos, a muletos y vendas, pero no hay referencias a las técnicas.
- PAPIRO RHIND: hallado en una tumba tebana de la dinastía XVIII, aunque data de época ptolemaica. Una parte del texto hace referencia a la duración temporal del proceso de momificación.
- ESTELA DE DJEHUTY: procede de la tumba tebana 110 y data de la época de Hatshepsut. Hace mención a la duración del proceso así como al ceremonial. La ESTELA DE ANTEF, tumba tebana 164, de la época de Tutmosis III, incluye referencias similares.
- ESTELA DEL MUSEO BRITÁNICO Nº 378: perteneciente a un sacerdote de época ptolemaica. Establece un período de 70 días para la momificación.
- INSCRIPCIÓN DE AMENHOR: Establece que la duración total del proceso de momificación es de 70 días, teniendo lugar la embalsamación hasta el día 52, el vendaje hasta el día 67 y la introducción en el sarcófago entre los días 68 y 70. EL día 71 da comienzo las ceremonias funerarias.
- ESTELA DE BOLONIA Nº 1042: establece una duración temporal mayor, de 80 días, para el proceso de momificación.
- OSTRACON DE FLORENCIA Nº 2616: incluye alusiones a los vasos canopos y los materiales usados durante la embalsamación.
- PAPIRO LEIDEN Nº 344: con referencias sobre la importancia del aceite de cedro en la momificación.
Gracias a historiadores griegos como Heródoto o Diodoro de Sicilia disponemos de información detallada sobre los pormenores del proceso de momificación. Sin embargo, a la hora de valorar estos relatos, no hay que olvidar que en esta época la influencia griega sobre Egipto era importante y que el arte de la momificación era prerrogativa sacerdotal por lo que la información a la que tuvieron acceso probablemente fue de segunda mano.
El proceso de momifiación
La información aportada por las fuentes egipcias y clásicas, así como la resultante de los exámenes a momias y material de embalsamación, y los resultados obtenidos de la experimentación y puesta en práctica de los métodos de embalsamación han permitido reconstruir de forma precisa las etapas del proceso de momificación.
Tras sobrevenir la muerte, se trasladaba el cuerpo del difunto a la tienda ibu o lugar de purificación, donde era lavado con agua en la que se había disuelto natrón. Como acto ritual, este lavado simbolizaba el renacimiento del muerto tal y como renacía el sol cada mañana tras bañarse en las aguas del océano primordial.
La embalsamación tenía lugar en la tienda wabt o per nefer. El proceso era supervisado por el hery seshta o «Aquel que Controla los Misterios», que representaba a Anubis, y le asistía el khetemu netjer o «Portador del Sello del Dios». Especialmente relevante era la función del khery heb o «Sacerdote Lector», que recitaba las instrucciones precisas y los ensalmos mágicos en cada etapa del proceso, actuando como escriba y portador del libro. Estos tres oficiales supervisaban a un pequeño grupo de técnicos menores, llamados wtyw o embalsamadores, que se encargaban del vendaje del cuerpo, la mezcla de los ungüentos, el suministro de agua y natrón, el lavado de los órganos internos, calentamiento de la resina, etc.
Cuando el cuerpo llegaba al lugar de embalsamación era estirado sobre cuatro bloques de madera apoyados en una tabla también de madera. Hasta principios de la dinastía 18, el cerebro solía dejarse sin tocar, pero a partir de esta fecha se convirtió en una práctica establecida: con una especie de garfio se extraía el cerebro a través de la nariz, tras romper el hueso etmoides, y en contadas ocasiones se realizaba a través de las cuencas oculares o un corte en la base del cráneo. Entonces, el cráneo vacío se rellenaba con lino empapado en resina a través de los mismo orificios por los que se había extraído el cerebro.
A continuación se procedía a la extracción de los pulmones, estómago, intestinos e hígado a través de una incisión realizada en el lado izquierdo del abdomen El corazón, sede de la sabiduría, era deliberadamente dejado en su sitio: los ensalmos 27, 28 y 29 del Libro de los Muertos expresan la importancia de mantener el corazón unido al cuerpo. Los riñones, por lo general, no se extraían y de hecho parece que los egipcios no tenían noción de su existencia porque no hay constancia de palabra alguna que los identifique!
El siguiente paso consistía en la deshidratación del cuerpo. La cavidad abdominal era lavada con un agente esterilizante, posiblemente vino de palma y especias, probablemente con intención desodorizante. Entonces se depositaba el cuerpo sobre una mesa de piedra, con un canalillo en uno de los lados para favorecer el drenaje, y se procedía a deshidratarlo con natrón, cubriéndolo de pies a cabeza y rellenando la cavidad torácica. El proceso duraba 40 días.
Tras la deshidratación, el cuerpo había perdido el 75% del peso original y la piel estaba seca y dura, por lo que era rociado con varias capas de aceite, cera de abeja, natrón, especias, leche y vino para recuperar su elasticidad. La incisión abdominal era entonces sellada con cera o cubierta con una plaquita metálica y los orificios, como los de la nariz, se taponaban con lino y impregnado en resina.
Finalmente, todo el cuerpo se cubría con resina líquida para endurecerlo. Antes del vendado, se daban los últimos toques cosméticos: se impregnaban las palmas de pies y manos con henna, se maquillaba el rostro, incluso se colocaba una peluca de cabello humano con elaboradas trenzas y rizos, y a menudo se coloreaban los cuerpos de ocre, si se trataba de un hombre, o de amarillo, en el caso de una mujer.
Alrededor de 15 días tomaba el meticuloso proceso de vendar el cuerpo y es que cada acto era cuidadosamente prescrito y tenía que ser acompañado del apropiado ensalmo mágico. El lino, generalmente aportado por la familia, se empleaba en madejas de unos 15 m de largo por 6-20 m de ancho. El vendado de la momia requería grandes cantidades de lino, habiéndose calculado una media de 375 m2 de lino por momia:
- En primer lugar se vendaban los dedos de los pies y de las manos
- desde el hombro derecho, una larga tira de lino se pasaba en torno a la cabeza, sujetando firmemente la mandíbula y asegurando así el cuello
- los brazos se vendaban, desde las manos hacia los hombros, antes de ser atados al tronco
- por último, se vendaba desde la cabeza hacia los pies hasta que todos los miembros hubieran sido vendados y unidos
Una vez completado el proceso, se aplicaba una capa de resina, se cubría con un sudario y se aseguraba con tiras de lino. La cabeza se cubría con una máscara que, supuestamente, reflejaba los rasgos físicos del difunto y cuya función era identificar a la momia vendada presumiblemente en beneficio del ka y del ba cuando volvieran a la cámara funeraria. Durante el período Greco-Romano, para evitar la confusión de identidad, se ataba una tablilla, generalmente de madera, a modo de etiqueta alrededor del cuello de la momia con el nombre del difunto, el nombre de sus padres, su profesión, edad o incluso la fecha de su muerte.