Dos piezas del Reino Medio halladas en el patio de Djehuty

Oct | 2007

José Miguel Serrano Delgado

En la última campaña del Proyecto Djehuty, correspondiente al 2007, se llevaron a cabo varias catas por debajo del nivel del suelo original del patio de la tumba de Djehuty. El objetivo principal era aclarar la historia de este espacio de nuestro yacimiento, con especial atención a las fases previas a la construcción de la tumba de Djehuty. El trabajo de excavación proporcionó algunos hallazgos de interés, entre los que merece la pena señalar un enterramiento en ataúd, aparentemente intacto, del Reino Medio y un gran plato cerámico toscamente decorado, que es la pieza que pretendemos poner en valor con este estudio.La pieza en cuestión es una bandeja de barro cocido, de color rojizo y forma ovalada, en un estado de conservación bastante bueno y prácticamente completa. Todo su perímetro está recorrido por un borde considerablemente elevado, excepto un punto en el que esta cortado, con el evidente propósito de facilitar el desagüe y la salida de líquidos que debían verterse ritualmente sobre ella. En el fondo de la bandeja o plato se reproducen de forma muy sencilla y esquemática algunas ofrendas y, encuadrándolas, un surco modelado, sencilla canalización que conduce al desagüe antes citado.Esta claro que nos encontramos ante un hallazgo de modesta entidad, reflejo de prácticas funerarias y enterramientos humildes. Sin embargo, ofrece un singular valor histórico, valor que se acrecienta si se pone en relación con otro objeto similar que también apareció en el patio de la TT 11, pero esta vez en la Campaña del 2006, por encima del nivel del suelo, lo que, dado el complejo revuelto de materiales y de épocas que ha ofrecido el relleno que colmataba el patio de Djehuty, no es un dato que sirva para extraer conclusiones cronológicas concluyentes. Se trata de nuevo de una pieza de barro cocido, pero desgraciadamente esta vez sólo un fragmento de lo que debió ser un modelo o maqueta, que en principio se entendió que representaba una casa, un edificio o, quizás mejor, un tipo de habitación con patio.

Las dos piezas, pese a sus diferencias morfológicas y a las circunstancias distintas de su hallazgo, han de encuadrarse en una única categoría de objetos rituales funerarios, de un mismo espectro cronológico, a las que impropiamente dio en llamarse -y siguen llamándose aun hoy día de forma habitual en la literatura científica egiptológica- “casas del alma” (“soul-house”, “Seelenhaus”, “maison d´ame”, etc.). Conocidas desde el siglo XIX, su estudio e interpretación avanzó mucho gracias a las excavaciones de Petrie, en particular el espectacular hallazgo de cientos de estas piezas, fundamentalmente maquetas o modelos de edificio, en el cementerio de Rifeh, al sur de Assiut. El egiptólogo inglés dejó bien afianzada la hipótesis que hace derivar estas piezas de las mesas de ofrendas en piedra del Reino Antiguo y Medio, aunque vaciló más a la hora de interpretar el significado de las maquetas en barro, cuestión sobre la que volveremos mas adelante. Sorprendentemente, se trata de un tema que no ha recibido la adecuada atención por parte de los especialistas, con el resultado de que no ha habido estudios monográficos de una cierta entidad de estos objetos hasta un momento relativamente reciente, y ello gracias a los trabajos de A. Niwinski, que marcan el estado actual de nuestro conocimientos, y cuyas publicaciones nos sirven de referencia fundamental para lo que sigue.

Según Niwinsky, dentro de este conjunto de piezas hay que distinguir tres categorías diferentes:

1) Platos o bandejas de ofrendas propiamente dichas, que originalmente son auténticos sustitutos de las mesas de ofrendas en piedra cuadrangulares, aunque pronto adquieren su típica forma redondeada u ovalada, mas apropiada al barro o arcilla de que están hechas. Lo más destacado es la frecuente representación de las ofrendas en el fondo plano del plato: panes de varios tipos, vasijas para agua, y trozos de la víctima sacrificial típica, el bóvido, preferentemente la cabeza o la pata de dicho animal.

2) Platos o bandejas de ofrenda que incorporan un modelo de nicho o capilla, que veces cobija un sitial o trono. Este último elemento se sitúa en el extremo de la bandeja opuesto al desagüe o vierteaguas; la forma de estas piezas supone un desarrollo de la primera categoría reseñada: a la representación de las ofrendas se añade ahora el lugar donde se supone que el difunto acude a aprovecharse de ellas (se trata, en realidad, de la capilla funeraria).

3) La tercera categoría, la más conocida y famosa, la constituyen las “Casas del alma” en sentido estricto, ya que aquí se sitúan los modelos en barro de edificios, a veces con un minucioso y realista tratamiento de los detalles, como pórticos, escaleras, puertas y ventanas, mobiliario del patio o jardín, etc. Aparentemente, lo que en principio se suponen representaciones de edificios funerarios acaban siendo sustituidas por modelos muy desarrollados de casas, de las viviendas habituales.

El hallazgo de este tipo de materiales tiene, por otra parte, un ámbito geográfico relativamente restringido: se distribuyen por el centro y el sur del valle del Nilo, especialmente en el Alto Egipto, con importantes concentraciones en Armant, Edfu, Denderah, Tebas (Qurnah), Ballas, El-Kab, o Rifeh. En cada uno de estos lugares son muy marcadas las tradiciones locales, generándose talleres diferenciados tanto por la forma de las piezas, los detalles decorativos, el acabado final, etc.

Veamos a continuación cómo se ajustan a este panorama las dos piezas del patio de Djehuty. En cuanto al plato o bandeja de ofrendas, ha de integrarse y estudiarse dentro del nutrido conjunto procedente de Qurnah. Excavadas y publicadas en su mayoría por Petrie, las bandejas de ofrenda del West Bank presentan una forma predominantemente ovalada, en ocasiones ligeramente cortadas en el punto de desague, en el que aparecen moldeados normalmente dos canales de evacuación de líquidos, aprovechando la interrupción del reborde que forma el perímetro del plato. A este modelo se ajusta bastante bien nuestra pieza. Su originalidad, sin embargo, radica en la decoración del fondo. Tanto Petrie como más recientemente Niwinsky han señalado que las bandejas de Qurnah presentan una “casi total ausencia de ofrendas representadas”, y apuntan que se trata de un rasgo de difícil explicación; la mayoría de las piezas encontradas tienen una decoración de aspecto geométrico, a base de cruces, bucles y entrelazados moldeados con los surcos y canalillos de desague.

Por el contrario, la bandeja del patio de la TT 11 incorpora con claridad la pata de bóvido (khepesh), que como sabemos es la pieza más apreciada en las ofrendas funerarias, así como varios modelos de panes o pastelillos, muy esquemáticos, además de dos receptáculos para líquidos que tienen aspecto circular, como de un botón, y que se sitúan, como es común en estas piezas, flanqueando los canales de desagüe. Aunque Niwinsky, en una breve nota sin referencia alguna, afirma conocer bandejas o platos procedentes de Qurnah donde las ofrendas aparecen representadas, no hemos visto publicada ninguna y nuestro ejemplar es quizás el primero que puede documentarse correctamente. Es posible que esta peculiaridad esté reflejando influencias artísticas de otras zonas próximas, de talleres cercanos pero de estilo distinto, como Armant o El-Kab, hacia el sur, o Denderah, por el norte, donde con facilidad se encuentran paralelos formales de la bandeja de ofrendas del exterior de la TT 11.

Con respecto a la otra pieza, es una lástima que, como dijimos, no nos haya llegado completa, pues posiblemente su interés sea aún mayor que la que acabamos de presentar. No se trata ni de una bandeja de ofrendas simplemente, ni tampoco podemos catalogarla propiamente como una “casa del alma”. Originalmente debió tener forma cuadrangular, quizás con un extremo saliente en el lugar de evacuación de aguas. Afortunadamente aún se conserva el punto en el que estaba dicho desague, en el que se adivinan cuatro canales modelados en el barro. Frente a él, en el extremo contrario, bastante dañado, quedan los restos de lo que posiblemente querría representar una pequeña capilla o nicho, que incluso podría quizás haber contenido un sitial o trono toscamente moldeado. En la parte que figura el patio o espacio abierto, rodeado por el típico reborde que corre a lo largo de todo el perímetro de la pieza, aparecen representadas de nuevo las ofrendas, la pata de buey, panes, etc. Además, y esto si que resulta francamente una novedad, aparece con claridad silueteada una mesa de ofrendas, y justo en el sitio adecuado, frente al nicho o capilla. Como vemos, se trata de una pieza que encaja perfectamente en la segunda de las tres categorías en las que agrupaba Niwinsky este tipo de objetos: piezas a mitad de camino entre la bandeja de ofrendas, cuya función de alguna forma la asume el espacio que aquí representa el patio a cielo abierto, y los modelos de edificio -funerarios en principio, finalmente reproducciones de habitación- que son las “casas del alma”.

Especialmente rara es la inclusión de la imagen de una mesa de ofrendas, fenómeno del que apenas pueden encontrarse paralelos. Tan sólo podrían entresacarse, de los cientos de objetos revisados, una pieza de Leiden y quizás otra en Londres (en la colección Petrie del University College), que además presentan -la de Leiden al menos- una tipología diferente, con la mesa de ofrendas de forma redondeada y en lo alto de un pie o pedestal frente a la capilla. En nuestro objeto la mesa de ofrendas aparece con la forma tradicional que evoca la función última de estas piezas (ya sean bandejas o maquetas) y su origen, derivado de las mesas de ofrendas en piedra del Reino Antiguo y Medio. También hay que resaltar que, por lo que podemos conocer, esta pieza es única dentro del conjunto de Qurnah o del West Bank, marcando una distancia con respecto a los talleres locales de la necrópolis tebana, tanto por su forma cuadrangular, por el diseño con capilla-nicho y mesa de ofrendas, como, por supuesto, por presentar de nuevo como en la primera pieza que estudiamos las ofrendas explícitamente moldeadas. Puede que en estas peculiaridades estén de nuevo presentes influencias estilísticas de otros talleres próximos del Alto Egipto, como El-Kab o Denderah, donde encontramos piezas con cierta similitud.

En cuanto a la datación de este tipo de objetos, hay que situarlas en un contexto cronológico general de Reino Medio, aunque ha habido divergencias entre los estudiosos a la hora de intentar precisar más. Algunos las remontan hasta el final del Reino Antiguo (Dinastía VI) y Primer Período Intermedio; otros las sitúan preferentemente entre las dinastías IX-XI, prolongándose hasta la XII. En general, estas propuestas de datación son deudoras en gran medida de las conclusiones que Petrie extrajo del soberbio conjunto de hallazgos en Rifeh, que fechaba mayoritariamente entre las dinastías X-XI, aunque el científico británico matizó en cierta medida esta valoración en publicaciones posteriores. Recientemente este problema ha sido sometido a revisión, de nuevo, por Niwinsky. Para el polaco es difícil sostener que las primeras bandejas de ofrendas (luego, “casas del alma”) fueran anteriores a los reinados de Amenemhat I y Sesostris I, y entiende que la producción de estas piezas se centra exclusivamente en la Dinastía XII, fuera de la cual no se ha podido datar ninguna de ellas.

La relevancia de esta propuesta estriba en que las bandejas de ofrendas y “casas de alma” son elementos que por sí mismos han servido como criterios de datación, para establecer la cronología de un yacimiento o de un conjunto de materiales. Si esto es así, no cabe duda de que su presencia en el subsuelo del patio de la tumba de Djehuty (TT 11) -y en el revuelto acumulado por encima- nos sitúa claramente en un período muy anterior a la Dinastía XVIII, quizás la Dinastía XII. Si esto es así, la utilización previa de este rincón del West Bank encajaría francamente bien con la historia conocida de la necrópolis Tebana, y de Dra Abu el-Naga en particular. Además, se integrara perfectamente con la aparición también en el subsuelo del patio de la TT 11, como dijimos más arriba, de un enterramiento en ataúd de madera, asimismo del Reino Medio y relativamente próximo a la bandeja de ofrendas con que iniciábamos este estudio.

No quisiéramos terminar sin ofrecer unas breves notas sobre estos hallazgos en tanto que documentos de valor histórico, como reflejo en definitiva de determinadas prácticas y creencias funerarias, ya que estas piezas fueron concebidas y elaboradas para cumplir una función concreta dentro del contexto de la necrópolis, formando parte del ajuar que acompañaba a las inhumaciones.

Hoy día quedan ya algo obsoletas las interpretaciones que hacían de los modelos más elaborados de este tipo de objetos auténticas “habitaciones” o lugares para que el difunto pudiera residir, de donde se acuñó la fórmula “casa del alma” (Petrie), que aún se sigue empleando. Su función concreta ha de ponerse en relación más bien con las ofrendas y el necesario suministro de alimentos para el difunto. Así, bandejas como la que hemos hallado en el subsuelo del patio de la TT 11 tendrían su origen en la necesidad de encontrar un sustituto barato, tanto por el material como por la factura, para las mesas de ofrendas pétreas del Reino Antiguo. Por otra parte, el fragmento de modelo o maqueta que apareció en la campaña del 2006 representa un paso más en esta línea: lo que se pretende figurar, o sustituir mágicamente, no son sólo las ofrendas, sino también la capilla o el nicho a través del cual el difunto accedería a esos alimentos. De esta forma, nuestro objeto, en su modestia, se conforma con dos elementos: 1) Por un lado ese espacio de comunicación con el muerto, la capilla, nicho o, en los modelos más evolucionados, un edificio complejo que sorprendentemente cada vez toma más elementos de las viviendas propiamente dichas y menos de la tumba. 2) Por otro lado el espacio a cielo abierto que se abre ante ella, en definitiva el patio, en el aparecen la mesa de ofrendas y los alimentos que se deben al difunto y que se solían ofrecer sobre ella.

Además de eso, nuestras dos piezas (como todas las de su categoría) están expresamente elaboradas para recibir las

libaciones rituales, que rezumarían por el desagüe, un elemento que casi nunca se olvida y que a menudo está claramente resaltado por la complejidad de los surcos que aparecen sobre la superficie de estas bandejas y modelos. El líquido ritual empleado sería predominantemente el agua, de acuerdo con los usos y tradiciones funerarios, que se mantienen a lo largo de toda la historia egipcia. Esta es la razón fundamental de la frecuente aparición de vasos-hes representados, junto con las ofrendas, en la superficie de estas piezas, sobre todo en las piezas más antiguas (Petrie). Según las bien conocidas concepciones mágico-religiosa de los egipcios, el agua vertida sobre estas bandejas o maquetas asumiría la esencia vital, la energía y calidad de los alimentos y ofrendas allí representados. Después, rezumando por los surcos de desagüe, sería absorbida por la tierra, entendiéndose que así llegaba y era aprovechada por el difunto.

De acuerdo con esto, es muy significativo que tanto las bandejas de ofrendas como los modelos o maquetas, cuando aparecen in situ, se encuentran depositados en la superficie, justo por encima del enterramiento al que sirven o para el que cumplen su función. Y en este sentido, es interesante destacar que también en esta última campaña del proyecto Djehuty, cerca donde salió la bandeja de ofrendas, apareció una cerámica en forma de vaso-hes, un poco por encima del ataúd mencionado más arriba, y que es muy posible que dicha cerámica pertenezca al contexto de este enterramiento. Ya Petrie señalaba lo frecuente que es encontrar cerámicas de esta forma asociadas a las bandejas y maquetas. Podría pensarse que en el patio de la TT 11 tengamos un caso similar, y que la bandeja, como el vaso-hes y el ataúd habrían formado parte de un mismo conjunto funerario, pero con los datos que actualmente tenemos no es posible decirlo con certeza, y quizás la excavación final del subsuelo del patio de Djehuty despeje estas y otras incógnitas.

Conviene resaltar que todos estos elementos, incluido el ataúd, nos sitúan claramente en un nivel social y económico modesto. Y quizás ahí radique su mayor interés, pues ya desde un principio las bandejas de ofrendas y maquetas-casas del alma se pusieron justamente en relación con la difusión de determinadas creencias de ultratumba y de prácticas funerarias hacia los niveles medios y bajos de la sociedad faraónica, en un ámbito temporal que arranca desde finales del Reino Antiguo y alcanza su culminación en el Reino Medio. En palabras de Niwinsky, “las casas del alma y las bandejas de ofrendas nacieron en el cuadro ideológico de la religión osiriana… Su aparición tuvo lugar en el momento en el que la evolución de las creencias, desde el fin del Reino Antiguo, hacia una democratización mas grande alcanzo las capas más pobre de las sociedad, lo que tuvo lugar a comienzos de la Dinastía XII…”. Pese a que la definición de este proceso todavía está lejos de quedar bien aclarada y definida, y aunque la expresión “democratización” (con un sorprendente gran arraigo entre los egiptólogos aun hoy día) nos parece francamente desacertada, está claro que se trata de un importante episodio en la historia de la religión egipcia en su vertiente funeraria. Hallazgos como estos que acabamos de comentar del patio de la TT 11 encajan bien en ese proceso, y quizás puedan ayudar a comprenderlo mejor, al menos en el contexto concreto de la necrópolis tebana.