Hoy hemos vivido una de las experiencias más bonitas probablemente de toda la campaña. Joan y yo nos hemos pasado toda la jornada bajo tierra, en la cámara sepulcral de Djehuty, primero escaneando las paredes y el techo y luego realizando fotogrametría de la superficie escrita. Para ello, tuvimos primero que desmontar dos de los tres módulos de metal que tenemos instalados en la cámara como medida de precaución por si se desprende algún bloque del techo. Así, hemos comprobado que la estructura cumple con sus características esenciales: por un lado es firme y resistente, y por otro lado es fácilmente desmontable.
Cuando la cámara quedó diáfana, la iluminamos con unos focos de baterías, para evitar tener cables por el suelo. La resolución del escáner la cambiamos al máximo y realizamos varias tomas de nubes de puntos para asegurarnos que todos los ángulos y pequeños detalles quedaban perfectamente documentados. Una vez terminado el escaneado, después del descanso (“fatur”) de media mañana, procedimos a realizar la fotogrametría de las paredes y del techo. Si bien el escáner documenta y reproduce el volumen de la cámara y las irregularidades de la superficie, la fotogrametría consigue un mayor detalle de la escritura y de la pintura. Los dos métodos generan una nube de puntos georreferenciada y se complementan muy bien uno con otro, depende el uso que le quieras dar un sistema ofrece más ventajas que el otro. Tomamos mil quinientas fotografías, que se solapan unas con otras para generar una giga-foto en la que puedes hacer zoom y ver las pinceladas del escriba, las correcciones que realizó y hasta sus huellas dactilares.
La cámara sepulcral de Djehuty se encuentra a unos doce metros por debajo de la parte de arriba de su tumba-capilla y, por tanto, a tan sólo un metro por encima del nivel freático. Ello hace que la humedad en su interior sea bastante elevada, lo que produjo en época antigua que las sales de la piedra caliza migraran a la superficie y precipitaran, empujando la capa de mortero hacia fuera hasta quedar en muchos lugares separada de la roca. Solo la buena calidad del mortero de yeso hizo que no se deshiciera y se mantuviera como una costra con muy pocos puntos de anclaje a la roca. La humedad dentro de la cámara ha hecho que hoy Joan y yo sudáramos casi a chorro. Además, como la cámara tiene poco más de metro y medio de altura, no podíamos estar estirados de pie, y hemos pasado la mayoría del tiempo encogidos, teniendo especial cuidado de no tocar el techo con el casco. Todo este esfuerzo, sin duda, habrá merecido la pena, y al final del día salimos los dos con cara de satisfacción. El resultado lo comprobaremos cuando esta descarguemos todo en los ordenadores y comprobemos que todo ha salido tan bien como la impresión que nos llevamos.