La Tabla del Aprendiz

Dic | 2009

José M. Galán

La excavación de los patios de entrada a las tumbas de Djehuty y Hery (TT 11-12) se prolongó durante las cinco primeras campañas arqueológicas, de 2002 a 2006. Al estar las tumbas ubicadas al pie de la colina, conocida hoy como Dra Abu el-Naga, al norte de la necrópolis de la antigua Tebas, sobre el suelo de los patios se había acumulado cinco metros de derrubio, tierra y lascas de piedra caliza que ocultaban numerosos restos humanos y objetos procedentes de enterramientos cercanos que habían rodado hasta allí como consecuencia de sucesivos saqueos y del movimiento de tierra producido por excavaciones recientes. La mayoría de los restos humanos fueron hallados desmembrados y expoliados, y los objetos rotos en pedazos y esparcidos por el terreno. La datación de los objetos es muy amplia, pues esta zona de la necrópolis estuvo en uso al menos desde el año 2000 a. C. aproximadamente, hasta época romana. Si bien a un metro sobre el nivel del suelo de los patios encontramos enterramientos prácticamente intactos, de aproximadamente el año 1000 a. C., en los primeros cuatro metros de excavación el material que fuimos sacando a la luz estaba muy revuelto, siendo muy dispar la datación de objetos hallados en la misma unidad estratigráfica.

En la primera campaña arqueológica se hallaron cuatro pequeños fragmentos de madera estucada y pintada, a los que se sumaron diez en la segunda, uno en la cuarta y tres en la quinta. De los dieciocho fragmentos, trece se encontraban entre el patio de Djehuty y el de la tumba contigua hacia el norte, que recibe el número –399– en el estudio sobre la necrópolis tebana realizado por Frederika Kampp, a dos metros sobre el nivel del suelo original, en un nivel por encima del muro que separa ambos patios, y a una distancia entre cinco y trece metros de las fachadas de las tumbas. Otros dos fragmentos se encontraron a quince y veinte metros de las fachadas, y tres más fueron hallados, sorprendentemente, dentro del pozo funerario que se abre a la entrada de la tumba –399–.

Los dieciocho fragmentos recuperados componen algo más de la mitad de una tabla que mediría 31 x 45,8 cm. La madera es Acacia gerrardii, tiene los extremos ligeramente rebajados y redondeados, y fue recubierta por ambos lados con una capa de estuco de color crema, haciendo que el grosor de la parte central de la pieza sea de 1 cm. En la parte central del lado identificado como el recto se colocó, además, una fina tela de lino entre la madera y el estuco para amortiguar las irregularidades de la madera y nivelar la superficie.

La tabla estucada es similar a un ‘pizarrín de escuela’, en el que un alumno ha realizado un ejercicio práctico de escritura y de dibujo, siguiendo el modelo previamente escrito y dibujado por el maestro. La tabla se colocaría en horizontal sobre el faldellín que cubriría las piernas cruzadas de un escriba sentado sobre una estera, mientras éste sostenía en una mano un estuche de madera con dos orificios para la tinta negra y la tinta roja, y con la otra manejaba un pincel de caña.

El lado recto de la tabla se divide verticalmente en dos mitades. A la derecha se encuentra un ejercicio de escritura realizado con pincel y tinta negra: el maestro ha escrito en dos columnas un breve pasaje (sólo se conserva la parte de arriba de su segunda columna) y el alumno lo ha copiado a su izquierda dos veces. El texto reproduce el primer párrafo del denominado ‘Libro de Kemit’, un compendio que aglutina distintas fórmulas y estilos y que fue muy utilizado en las escuelas de escriba durante el Reino Nuevo. Se escribía siempre en columnas, de derecha a izquierda, e imitando la gramática y la caligrafía clásica del Reino Medio, con los signos bien separados y reconocibles.

El pasaje consiste en una fórmula epistolar empleada en el encabezamiento de cartas dirigidas a alguien de nivel social superior, con el que el remitente mantiene algún tipo de vínculo de dependencia y, por tanto, hacia el que siente el deber de mostrar respeto. El texto dice así: “Es este humilde servidor quien expresa a su señor su deseo de que viva, prospere y tenga salud por siempre jamás, como así lo desea este su humilde servidor”.

A pesar de que hoy falte la parte central del ejercicio de escritura, puede observarse la diferencia entre la caligrafía del maestro y la del alumno: los signos de escritura que se conservan junto al borde derecho son más pequeños y están más agrupados que los de las cuatro columnas de la izquierda, más irregulares y con algún borrón.

La mitad izquierda del recto se ha empleado para llevar a cabo un ejercicio de dibujo siguiendo el mismo sistema de aprendizaje que en el caso de la escritura: el maestro ha realizado el modelo a la derecha, que posteriormente copia el alumno a su izquierda. También aquí se observan diferencias entre el trazo del maestro y del alumno. Si se comparan las líneas de los dos dibujos, puede observarse cómo el trazo del dibujo de la derecha es más firme, más fino y más regular, mientras que el trazo del dibujo de la izquierda es, en algunos lugares, dubitativo (véase hombro izquierdo de la figura), de grosor irregular, y en el hombro derecho se produjo un borrón.

El dibujo ensayado representa a una figura humana de pie, en este caso un rey, identificado como tal por ir tocado con un nemes ceñido a la cabeza mediante una diadema rematada por una cobra-uraeus en la frente. La peculiaridad del dibujo reside en que se trata de la única ocasión en la que el rostro de un rey de Egipto ha sido representado de frente y no de perfil, como convencionalmente los artistas egipcios representaban, salvo contadas excepciones, el rostro humano. La explicación más plausible para esta excepción es que se trata del estudio previo a la talla de una escultura, pues es entonces cuando el artista, a diferencia del relieve o la pintura, se ha de enfrentar ineludiblemente a la representación del rostro humano de frente.

La figura del monarca se ha dibujado con pincel y tinta negra, sobre una cuadrícula previamente trazada en tinta roja. La función de la cuadrícula era ayudar al dibujante a realizar el cuerpo humano según unas determinadas proporciones. El cuerpo humano se dividía verticalmente en dieciocho partes iguales, en dieciocho cuadrículas, desde la línea del pelo sobre las cejas hasta los dedos de los pies (la parte superior de la cabeza se excluía porque podía ir cubierta por una corona o tocado). Si bien hombres y mujeres eran, en principio, representados teniendo la misma estatura, para dotar a las figuras femeninas de una mayor esbeltez, los artistas representaban sus cuerpos ligeramente más estrechos, tanto los hombros, como, sobre todo, la cintura (a ello se sumaba un traje ceñido hasta los tobillos, mientras los hombres vestían falda corta y se les representaba con las piernas ligeramente abiertas). Así bien los hombros de las figuras masculinas abarcan seis cuadrículas de anchura, los de las mujeres tienden a abarcar cinco. La segunda peculiaridad del dibujo de ‘la Tabla del Aprendiz’ es que los hombros de la figura del monarca tienen sólo cinco cuadrículas de anchura. ¿Podría tratarse, entonces, de una mujer?

Las esculturas de los monarcas solían identificarse mediante la inscripción de su nombre en la parte frontal del cinturón que ceñía el faldellín. Lamentablemente, en la tabla falta la sección que correspondería con la cintura de las figuras, por lo que, en el caso de que el nombre hubiera sido escrito, no se ha conservado. Si el monarca representado fuera una mujer, la opción más lógica sería pensar en la reina Hatshepsut, quien se hizo coronar rey del Alto y Bajo Egipto en el año 7 de la regencia que ejercía sobre su hijastro, el joven rey Tutmosis III, y cuyo reinado conjunto duró unos quince años más, c. 1480 a. C. Durante su regencia y reinado, los artistas fueron variando la forma de representarla, primero mostrándola completamente como mujer, cuando era esposa de Tutmosis II, y poco a poco adoptando un aspecto masculino como cabría esperar de un faraón. La representación de la tabla encajaría bien en esta transición, combinando aspectos femeninos y masculinos de la personalidad y posición de Hatshepsut.

Aunque no sabemos con certeza a quién perteneció la ‘Tabla del Aprendiz’, es decir, de qué tumba proviene, pues se encontró rota en pedazos en el exterior, cabe recordar que Djehuty, propietario de la TT 11, frente a la cual se encontraron muchos de los trozos, fue en vida supervisor del Tesoro y supervisor de los artesanos que decoraron los edificios que se levantaron en Tebas bajo el mandato de la reina Hatshepsut. Así, el contexto arqueológico, aunque contaminado y alterado, parece apoyar la hipótesis de que la figura representada frontalmente en la tabla sea la mujer faraón, Maat-ka-ra Hatshepsut.

El paralelo más próximo a la ‘Tabla del Aprendiz’ es otra tabla también de carácter escolar que se conserva hoy en el Museo Británico (EA 5601). Tiene unas dimensiones similares, 36,5 x 53,4 cm, está recubierta con el mismo tipo de estuco por ambos lados y también se usó para practicar signos de escritura junto al dibujo de un rey, esta vez representado de perfil y sentado sobre un trono. Aquí su identidad está fuera de toda duda, Men-kheper-ra Tutmosis III, pues su nombre se ha escrito junto a la figura. Como cabría esperar, la anchura de sus hombros es de seis cuadrículas.

En ambas tablas, el ejercicio de escritura se realiza a la derecha y el dibujo a la izquierda; y en ambos casos también, mientras el ejercicio de escritura es de un nivel bajo, casi de principiante, el dibujo trazado es de gran calidad y representa al monarca. La explicación para este contraste se deduce al observar que en la parte derecha, el color crema del estuco está más desvaído, es decir, que esta mitad de la tabla se ha lavado más veces que la mitad del dibujo. Parece como si la figura del rey, bien dibujada en la izquierda, sirviera de ‘portada’ del pizarrín para aprender a escribir, de tal forma que mientras los ejercicios de escritura se borraban sucesivamente, el dibujo permanecía más tiempo sin borrarse por ser un ejercicio de mayor calidad.

Mientras que la tabla del Museo Británico conserva escritura y dibujo sólo por un lado, la ‘Tabla del Aprendiz’ conserva en el otro lado, en el verso, un dibujo en la mitad izquierda. Al parecer el posible ejercicio de escritura de la derecha se ha borrado y, de hecho, el estuco en esta mitad está más descolorido. El dibujo vuelve a tener al rey como protagonista. Esta vez se le representa de perfil, pero en acción, cazando aves acuáticas en los cañaverales de la rivera utilizando un pato como reclamo y arrojando palos curvos contra las aves que levantan el vuelo.

El motivo de la caza y pesca en los pantanos es un tema recurrente en la decoración de las tumbas de los nobles desde época de las pirámides. Sin embargo, no estaba atestiguado como parte de la iconografía real hasta época de Tutankamon, salvo por un par de bloques muy fragmentados de los complejos funerarios de Sahure y Userkaf y que tal vez pudieran haber formado parte de una escena de este tipo. Así, la ‘Tabla del Aprendiz’ contiene la representación ‘segura’ más antigua que se conoce hoy de un monarca cazando en los cañaverales.

En la tabla, el rey lleva en la cabeza la corona roja del Bajo Egipto, y su espiral se proyecta hacia arriba rebasando el marco de la cuadrícula en rojo. No se puede estimar con precisión la anchura de los hombros de la figura, si ocupa cinco o seis cuadrículas, debido a que mantiene sus dos brazos en alto, por lo que no puede deducirse si se trata de Hatshepsut o de Tutmosis III.

La ‘Tabla del Aprendiz’ es una pieza singular que ilustra gráficamente el aprendizaje y ejercicio combinado de escritura y dibujo en las escuelas de mediados del siglo XV a. C., el uso continuado de la tabla-‘pizarrín’ y el recurso de la figura del monarca como ‘portada’ del mismo. Tal vez fuera en su día depositada dentro de la tumba de Djehuty (o de algún vecino contemporáneo), formando parte de su ajuar funerario. Tablas estucadas y escritas han sido encontradas dentro de tumbas, al igual que papiros con escritos de los géneros más dispares y estuches de escriba. Probablemente acabó rota en pedazos en el exterior por obra de los saqueadores en época antigua.

La ‘Tabla del Aprendiz’ fue restaurada durante la cuarta campaña, para ser expuesta en el Museo de Luxor con motivo de la inauguración de nuevas salas en mayo de 2004. A su ingreso en el museo recibió en el registro el número de inventario 1001. Para conocer más detalles sobre la pieza véase Journal of Egyptian Archaeology 93 (2007), págs. 95-116.