Proyecto Djehuty |Contexto Gerográfico

La Orilla Occidental

El nombre Deir el-Medina, que en árabe significa «monasterio de la ciudad», se debe a la presencia de un templo ptolemaico consagrado a Hathor y Maat, a Amenhotep, hijo de Hapu, y a Imhotep. Posteriormente fue transformado en monasterio copto. Deir el-Medina se localiza en un pequeño valle situado entre la ladera occidental de la montaña tebana y la pequeña colina de Qurnet Murai, a 1 Km. del Valle de las Reinas y con el Valle de los Reyes detrás de la montaña.

Deir el-Medina

Deir el-Medina

El pueblo fue fundado durante la dinastía XVIII, en la época de Tutmosis I, y era denominado set maat, «el Lugar de la Verdad». Los artesanos que trabajaban en la construcción y decoración de las tumbas reales del Valle de los Reyes habitaban en esta villa, e incluso disponían de su propia necrópolis a extramuros del pueblo. Deir el-Medina fue abandonado a finales de la dinastía XX, cuando la necrópolis real fue trasladada a Tanis, en el Delta. Los trabajadores se referían a su aldea simplemente como pa-demi, «el pueblo».

El pueblo y la necrópolis de Deir el-Medina son únicos en Egipto. El asentamiento, de unas dos hectáreas, era una especie de gueto rodeado de un muro de ladrillo crudo, con unas 70 viviendas dentro del recinto y otras 50 fuera de él. Sus habitantes, unos 400 en época Ramésida, eran artesanos profesionales que disfrutaron de un elevado nivel de vida, tal y como evidencian los restos arqueológicos y las propias tumbas, que eran heredadas como posesiones domésticas. Las casas se construían con ladrillo crudo y los techos se hacían con tablas de madera de palma; constaban de varias habitaciones pequeñas y contiguas, una terraza a la que se accedía por una escalera interior y, a veces, un sótano excavado en el suelo. No faltaba una pequeña capilla con una estela destinada al culto doméstico de los antepasados y a la diosa Meretseger, que personificaba la Cima Tebana y era la diosa protectora del pueblo. Las paredes interiores estaban cubiertas de una capa de estuco, y el piso era de piedra.

Deir el-Medina

Deir el-Medina

Esta comunidad de trabajadores vivía aislada debido a la necesidad de ser discretos y guardar el secreto que imponía la construcción de las tumbas reales. Por ello, la comunidad respondía directamente ante el visir y era controlada por los Medjay, el cuerpo de guardias que vigilada la necrópolis real. Los trabajadores recibían su salario en forma de alimentos y en caso de que el pago se demorara no dudaban en presentar una protesta oficial al escriba de la tumba en la que estuvieran trabajando, que a su vez la hacía llegar al visir. Si no se ponía remedio a esta situación, ¡los trabajadores podían organizar una huelga! Los artesanos no disponían de «vacaciones» pero sí tenían libre cada décimo día del mes, así como todos los días de festividades. Sin embargo, se valían de las excusas más variopintas para justificar el absentismo laboral: elaborar cerveza, estar enfermo, haber sido golpeado por la esposa, incluso ser vagos.

Necrópolis ubicada en una colina al norte del conjunto de enterramientos y templos de la orilla oeste de la antigua Tebas. Se encuentra justo a la entrada del camino que se dirige hacia Deir el-Bahari. Allí se encuentran tumbas modestas del Reino Medio y, sobretodo, del Segundo Periodo Intermedio. Algunos monarcas efímeros de esta época, la cual precede a la dinastía XVIII, fueron allí enterrados. Precisamente desde 1990 un equipo del Instituto Arqueológico Alemán dirigido por el Dr. Daniel Polz, en colaboración con el Servicio de Antigüedades de Egipto, está investigando estos enterramientos de la dinastía XVII.

Dra Abu el-Naga

Dra Abu el-Naga

Las tumbas unidas de Hery, que vivió durante los comienzos de la dinastía XVIII, y de Djehuty, oficial de la reina Hatshepsut, se encuentran en la parte sur de Dra Abu el-Naga, justo donde comienza el asentamiento moderno, y en la parte baja de la colina.

Próximas a la tumba de Djehuty y de Hery, ligeramente al norte y más altas, están abiertas al público dos tumbas de época ligeramente posterior, que conservan magníficas pinturas. Se trata de la tumba de Roy y la de Saroy y de Amenhotep llamado Huy. Esta última (TT233), de la dinastía XIX, está siendo investigada por el Centro Australiano de Egiptología, dirigido por el profesor Boyo Ockinga. Previamente los australianos se habían dedicado a estudiar la tumba de Amenemope hijo de Ptahnefer (TT148), también de finales de la dinastía XX.

Dra Abu el-Naga

Dra Abu el-Naga

La necrópolis de Dra Abu el-Naga siguió siendo usada en épocas posteriores, por lo que muchas de sus construcciones fueron desmanteladas o reusadas, como es el caso de las tumbas objeto de nuestro estudio, que posteriormente se convirtieron en un pequeño cementerio de momias de ibis en honor al dios Tot. Así, por ejemplo, Ramsesnakht, sumo sacerdote de Amon al final de la época ramésida (dinastía XX), levantó un templo sobre unas tumbas de la dinastía XVII excavadas en la colina rocosa, el cual está siendo investigado también por el Instituto Arqueológico Alemán.

Las popularmente conocidas como «Tumbas de los Nobles» deben su nombre a la posición social de sus ocupantes, que eran los personajes más eminentes del área tebana. Las tumbas están excavadas en las laderas de la montaña, en una zona bastante amplia que se extiende entre el Valle de los Reyes y el Valle de las Reinas. Dicha área, que constituye un extraordinario complejo con más de 500 tumbas, comprende las necrópolis de Dra Abu el-Naga, el Khokha, Assasif, Deir el-Bahari, Sheikh Abd el-Qurna, Qurnet Murai y Deir el-Medineh.

Abd el-Qurna

Abd el-Qurna

El prototipo de la tumba tebana de la dinastía XVIII tiene una planta en forma de T invertida y está constituida por las siguientes áreas:

  • PATIO EXTERIOR: generalmente excavado en forma de terraza, constaba de una elaborada fachada con cornisa cóncava y friso de conos funerarios, provisto con los títulos y el nombre del dueño de la tumba, y que resaltaba como una franja roja del resto de la fachada, pintada en blanco. Los muros que delimitan el patio a modo de barandal, estaban rematados por lo general con un coronamiento redondeado. En época Ramésida la entrada al patio, que era porticado, estaba constituido por un par de pilonos mientras que un alto muro lo cerraba e impedía ver la fachada. El patio cumplía una importante función durante las ceremonias funerarias y en las fiestas de difuntos.
  • VESTÍBULO: sala transversal, decorada generalmente con estela y falsa puerta en los lados menores. En época Ramésida las estelas se encuentran instaladas en la fachada, llegando a prescindirse de las puertas falsas.
  • CORREDOR Y CAPILLA: sala longitudinal dispuesta a lo largo del eje de la tumba y perpendicular al vestíbulo, rematada por sala menor con un nicho que alberga la estatua del difunto. En época Ramésida aparecen aisladamente estatuas de divinidades en las capillas funerarias.
  • CÁMARA FUNERARIA: consistían en una sala sencilla, carente de decoración y provista con cuatro nichos pequeños para alojar los llamados «ladrillos mágicos». Un pozo vertical daba acceso al nivel del inframundo. En época Ramésida se popularizó el llamado sloping passage o corredor con pendiente y varios recodos que conducía a las profundidades.

La decoración

La explicación más simple sobre la decoración de una tumba es que ésta aseguraba la continuación de la existencia del material representado. Así por ejemplo, las representaciones de los rituales de ofrenda sobre las paredes garantizaría, por medio de la magia, la ejecución de dichos rituales en caso de que el culto funerario cesara. La magia es un elemento fundamental ya que las representaciones y estatuas del dueño de la tumba, si poseían este poder mágico, bien podían actuar como hogar para el espíritu del difunto una vez que éste abandonara el cuerpo físico, con lo cual el individuo conservaba su existencia como una realidad intangible.

Las llamadas «escenas de vida cotidiana», que decoran profusamente las paredes de estas tumbas, representan tareas agrícolas y artesanales, escenas de ocio como la caza, danza o juegos, etc.. Muchas de las imágenes reflejan actividades relacionadas con las ocupaciones del difunto durante su vida terrenal. Sin embargo no se debe interpretar que estas escenas están ahí como mero reflejo de las costumbres de la vida en esta época. Muy por el contrario, cada una de estas representaciones son parte de la personalidad del dueño de la tumba que pretende ser proyectada al otro mundo.

La decoración de las tumbas de la dinastía XVIII suele seguir un patrón basado en la ubicación preferente de determinados temas:

  • El vestíbulo suele estar decorado con «escenas de vida cotidiana», destacando particularmente las escenas de la Festividad del Valle, el difunto realizando ofrendas y el banquete con invitados. Las escenas relacionadas con las actividades profesionales subrayan la posición del dueño de la tumba, mientras que las de género agrícola aseguran al muerto el suministro de provisiones en el Más Allá. La imagen del difunto ante su rey es típicamente representada en la pared opuesta a la entrada y junto al pasaje que da acceso al corredor. En los lados menores de la sala se disponen la estela y la falsa puerta, una frente a la otra. La estela con sus textos autobiográficos asume la función de presentar a la persona y representar al dueño de la tumba ante la posteridad mundanal. La falsa puerta sirve como punto de transición entre el plano terrenal y el plano supranatural del Más Allá: a través de ella, los familiares establecen contacto con el difuntoy le entregan las ofrendas.
  • En el corredor se subraya, sobre todo, el paso al Más Allá. Generalmente, en la pared sur se localizan las representaciones del cortejo fúnebre y la peregrinación a Abidos, así como el ritual de la «apertura de la boca». Las múltiple escenas aisladas y las representaciones de efecto más bien estático nada tienen que ver con las composiciones mucho más vívidas del vestíbulo.
  • La capilla cumplía la función de centro de culto del difunto. La decoración, aunque variada, suele incluir escenas de ofrendas y listas. En el nicho se alojaban las estatuas del dueño de la tumba y de su esposa, que como forma corpórea del difunto recibía en este lugar las ofrendas.

Abd el-Qurna

Abd el-Qurna

En la actualidad…

Muchas de estas tumbas aparecen integradas en las viviendas modernas de los nativos del lugar que las utilizan como establos o bodegas. Este fenómeno no es reciente, pero hoy en día se ha convertido en un grave problema ya que el incremento del número de casas y la ausencia de una red de alcantarillado para las aguas residuales, que son absorbidas por la piedra caliza de la montaña tebana, aceleran el deterioro de las pinturas que decoran las tumbas.

Templo de Amenhotep III

La zona donde reposaba el templo de Amenhotep III se denomina Kom el-Hetan, unos cientos de metros al norte de Medinet Habu y casi directamente enfrente del templo de Luxor al otro lado del río Nilo. En su día parece haber sido uno de los templos funerarios más grandes de la zona de Tebas occidental, aunque desafortunadamente, nada de sus estructuras permanece hoy en día en su lugar, salvo los dos inmensos ejemplos estatuarios que guardaban el acceso al templo funerario, conocidos como los «Colosos de Memnon».

Estas figuras de Amenhotep III flanqueado a sus lados por su madre y su esposa Tiyi yacían a la puerta del templo, y alcanzan una altura de 18 m. El material de la estatua del norte, debido a un terremoto en el año 27 a.C., sufrió algunos problemas y sonaba al amanecer, de ahí que algunos viajeros griegos lo comparasen al hijo de la Aurora, Memnon, aunque unas reparaciones realizadas por orden del emperador romano Septimio Severo terminaron con este sonido para siempre.

Colosos de Memnon

Colosos de Memnon

Tras estas estatuas gigantes, tal y como ha sido sugerido por la Dra. Betsy Bryan (Johns Hopkins University, Baltimore), se habría desarrollado uno de los programas esculturales más importantes de la historia de la arquitectura egipcia. También se habría construido una larga avenida procesional similar a la que el propio Amenhotep III construyó para el templo de Luxor. Hoy en día aún queda en pie una de las dos estelas en cuarcita que estarían erigidas en la entrada al primer patio. También quedan aún in situ algunas de las bases de las columnas del patio solar, junto con restos de grandes estatuas del rey que un día formaron parte del templo. En las bases de estos colosos estatuarios podemos reconocer algunas listas de nombres de lugares extranjeros, algunos incluso de la zona del Egeo. La localización del templo parece haber sido elegida con especial interés, ya que su situación en una zona plana y cercana al río haría que con la inundación el templo quedase expuesto sólo parcialmente, mientras que la zona de los pilonos principales y los alrededores quedarían rodeados de agua, simbolizando esa colina primigenia que todo templo representa en su propia disposición.

 Uno de los lugares más importantes del oeste de Tebas es el emplazamiento del templo funerario, el templo de eternidad o de Millones de Años de la reina Hatshepsut, que se encuentra en la zona de Deir el-Bahari, un valle en forma de ángulo que se introduce hacia el interior de la montaña tebana, la cual lo separa por detrás del propio Valle de los Reyes y al norte de la colina de Dra Abu el-Naga, zona de necrópolis. Al sur se encuentra Sheik abd el-Qurna. Los egipcios denominaron a este sitio con la palabra djeser, que significa «sagrado», debido a la importancia de la zona occidental para ellos, en su pensamiento religioso, y de la propia montaña dedicada principalmente a la diosa Hathor. El nombre de Deir el-Bahari o «Monasterio del Norte» deriva del árabe, ya que parece que en época copta existía un monasterio en esta zona, que ahora está destruido. Junto a este templo se encuentran los templos funerarios de Mentuhotep II y Tutmosis III.

Deir el-Bahari

Deir el-Bahari

El templo de Hatshepsut era denominado djeser-djeseru o «el más sagrado de los sagrados», y sin duda alguna puede pensarse en que esta construcción era de las más impactantes en la zona occidental de Tebas. El diseño de este templo se debe a Sennemut, que ocupaba el cargo de «Mayordomo de Amón», y quien además construyó su propia tumba bajo la primera terraza del templo. También la tumba de otro de los colaboradores, Djehuty, puede ser encontrada en Dra Abu el-Naga (Nº 11), que es precisamente la tumba que ocupa el objetivo de nuestro equipo de investigación.

Deir el-Bahari

Deir el-Bahari

El templo de Deir el-Bahari fue excavado inicialmente por Naville en 1891, quien fue el primero en intentar su reconstrucción. Más tarde trabajarían en él Winlock y Baraize, aunque ha sido el Centro Polaco de Arqueología Mediterránea quien ha estado actuando sobre el monumento desde 1961. Los intentos por dar a este monumento de nuevo su grandiosidad y belleza han tenido una gran repercusión en los últimos años, y la labor del equipo polaco está siendo destacada hasta nuestros días.

Deir el-Bahari

Deir el-Bahari

La construcción del templo de Hatshepsut tomó unos 15 años, entre los años 7 y 22 del reinado de Hatshepsut. Sin embargo, el estudio del monumento ha revelado que se llevaron a cabo numerosos cambios a lo largo del proceso de construcción. Se piensa que los constructores encontraron tal vez estructuras anteriores y debieron renovar el diseño del edificio. El templo funerario no sólo era construido en esta zona por su sacralidad, sino también por estar muy cercano a la propia tumba de la reina que se hizo construir en el Valle de los Reyes (KV.20). Al igual que el templo de Mentuhotep II, el templo de Hatshepsut estaba precedido por otro del Valle que está desaparecido y que se encontraba al borde del río Nilo. Desde aquí, una avenida de esfinges debió marcar el camino hacia el templo funerario o de eternidad. El primer patio tenía un pórtico en el lado oeste con 22 columnas flanqueadas por dos colosos de Osiris representando a la reina (Pórtico de los Obeliscos). Dos rampas conducen al segundo patio y a la terraza superior, ambos delimitados al oeste por otros dos sucesivos pórticos. El pórtico intermedio tiene dos capillas, una al sur dedicada a la diosa Hathor de la montaña y la otra al norte dedicada a Anubis.

Deir el-Bahari

Deir el-Bahari

En este pórtico precisamente se reproducen las famosas escenas de la recepción de materiales y objetos del Punt junto con algunos individuos como la denominada «reina del Punt». A la terraza superior se llega por una rampa desde el centro del pórtico anterior, con columnas decoradas con formas osirianas de la reina. A ambos lados en el norte y en el sur podemos encontrar dos capillas o estructuras dedicadas al culto solar y real. La capilla norte está dedicada al dios Re-Harakhty mientras que la sur está dedicada al culto real, a Hatshepsut.

Deir el-Bahari

Deir el-Bahari


Los antiguos egipcios lo denominaban ta set neferw, el «Lugar de la Belleza», los nativos lo denominan en árabe Wadi el-Melikat, mientras que el nombre moderno por el que es conocido, Valle de las Reinas, se lo debemos a Champollion.

Valle de las Reinas

Valle de las Reinas

El Valle de las Reinas es la necrópolis tebana situada más al sur y, es precisamente su proximidad a la Cima tebana, lo que hace de este valle un lugar idóneo como lugar de enterramiento. A partir de la dinastía XVIII fueron enterrados príncipes y princesas de sangre real junto a personajes del entorno cortesano. A partir de la dinastía XIX recibieron sepultura en este lugar las reinas que hubieran recibido el título de «esposa real», aunque Ramsés III, en la dinastía XX, reanudó la costumbre y preparó las tumbas de algunos de sus hijos. A partir de la dinastía XXI y durante el III Período Intermedio, las tumbas pasaron a ser lugar de enterramiento de personajes que no eran de sangre real y que estaban vinculados a la labranza de la tierra en las propiedades sacerdotales. Bajo la dominación romana acabó convertido en cementerio popular, y continuó funcionando como tal hasta el s.VI d.C., momento en que los coptos se asientan en el lugar, queman y estropean numerosas tumbas, y fundan el monasterio de Deir Rumi.

Las tumbas del Valle de las Reinas responden a una doble tipología: enterramientos con pozos funerarios, que se remontan a la dinastía XVIII grandes tumbas de Época Ramésida (dinastías XIX y XX), que muestran una estructura compleja y que son una versión simplificada de las tumbas del Valle de los Reyes.

E. Schiaparelli, director del Museo Egipcio de Turín, fue el primer arqueólogo en trabajar en el lugar entre 1903 y 1906. A su labor debemos el descubrimiento de importantes tumbas como la de los hijos de Ramsés III (QV 43, 44 y 55). En 1940, Schiaparelli descubrió la bellísima tumba de la reina Nefertari (QV 66), la Gran Esposa Real de Ramsés II. En los años 80 se llevó a cabo su restauración ante el mal estado de las pinturas que decoran sus paredes. La tumba no volvió a abrirse al público hasta 1995.

El término «Valle de los Reyes» fue acuñado por Champollion para denominar a esta necrópolis de los faraones tebanos del Reino Nuevo. Los árabes la denominaban Biban el-Moluk, «las puertas de los reyes», debido a que en las paredes rocosas del valle se abren las entradas de varias tumbas. Los antiguos egipcios la denominaban de muy diversas maneras: «El Gran Lugar» (ta set aat), «El Valle» (ta inet), «La Hermosa Escalera del Occidente», aunque su nombre oficial era «La Grande y Augusta Necrópolis de los Millones de Años del Faraón, Vida-Fuerza-Salud, en el Occidente de Tebas».

Hoy en día se accede al valle por una carretera ancha y asfaltada que sigue el antiguo camino que se usaba en época faraónica y que recibía el nombre de «el camino donde se pone Re».

Valle de los Reyes

Valle de los Reyes

El Valle de los Reyes constituye una profunda erosión de varios kilómetros en la piedra caliza de la cordillera libia. La dirección de este wadi es de norte a este y se halla dividido en dos ramas:

  • la rama oeste, o «Valle Occidental», alberga cuatro tumbas, dos de las cuales son reales y pertenecen a Amenhotep III (WV22) y Ay (WV23).
  • la rama principal, o «Valle Oriental», es la que se llama propiamente «Valle de los Reyes» ya que alberga la mayoría de las tumbas reales. Se encuentra en la extensión de la carretera de acceso.

La Cima Tebana, a la que los nativos llaman el-Qurn, «el Cuerno», debido a su forma piramidal, se alza en el corazón del Valle. Los antiguos egipcios la identificaban con la diosa Meretseger, «La que Ama el Silencio», recibiendo veneración como divinidad principal de la necrópolis. Probablemente la presencia de tal elemento geomorfológico, que recuerda a las pirámides reales del Reino Antiguo, fue lo que impulsó a los primeros faraones de la dinastía XVIII a escoger este lugar en el desierto abrasador para levantar en él sus moradas eternas. Pero a este motivo religioso-ritual, hay que sumar otro más práctico: el acceso a este valle resultaba difícil debido a su posición y a su conformación geográfica; lo cual facilitaba a su vez la labor de supervisión de los Medjay, la policía de la necrópolis.

Los Moradores del Valle

Es difícil averiguar quién fue el primer rey que se hizo enterrar en el valle. Parece ser que fue Tutmosis I, cuya tumba es la KV38, aunque es posible que esta tumba se preparara en tiempos de Tutmosis III pues los objetos aparecidos en ella datan de la época de este rey.

Una de las tumbas más antiguas es el impresionante hipogeo que la reina Hatshepsut hizo construir para ella y su padre, Tutmosis I (KV20). Sin embargo, cabe la posibilidad de que la tumba fuera construida originalmente para Tutmosis I y que posteriormente Hatshepsut ampliara el proyecto original para así poder reposar junto a su padre. En definitiva, se puede decir que con Hatshepsut y Tutmosis III el Valle de los Reyes se convirtió en la necrópolis real por excelencia hasta la dinastía XX, siendo Ramsés IX el último faraón allí enterrado.

Las tumbas reales, pese a su supuesta ubicación estratégica, oculta por las colinas, y la vigilancia de los Medjay, comenzaron muy pronto a ser objeto de robos y saqueos. La situación se hizo crónica a partir del período de inestabilidad política y social que se produjo tras la muerte de Ramsés III, siendo los saqueos cada vez más frecuentes. Por los papiros que hacen referencia al robo de tumbas en la dinastía XX, como el Papiro Mayer B, el Papiro Salt 124 o el Papiro Abbott; se sabe que ya en aquel tiempo se habían violado muchas tumbas reales y privadas. En la dinastía XXI, los sacerdotes trasladaron las momias reales a lugares más seguros y mejor disimulados (como Deir el-Bahari) con el fin de evitar la profanación.

Del silencio al redescubrimiento

El valle dejó de emplearse como necrópolis real a partir de la dinastía XXI. EL silencio reinó en él durante muchos siglos hasta que llegaron los «primeros turistas» en la época ptolemaica. El historiador Diodoro de Sicilia, que estuvo en Egipto en el año 57 a.C., escribió: «Dicen que éstas son las tumbas de los reyes antiguos; son magníficas y no dejan a la posteridad la posibilidad de crear algo más hermoso». Los antiguos turistas dejaron constancia de su visita con graffiti en las paredes de las tumbas. El más antiguo grafito en el Valle de los Reyes apareció en la tumba de Ramsés VII y data entorno al 278 a.C.

El silencio volvió a cubrir el valle hasta que el jesuita Claude Sicard, que estuvo en Egipto entre 1708 y 1712, identificó el emplazamiento de la antigua Tebas y redescubrió las tumbas del Valle de los Reyes.

En 1734, el clérigo inglés Richard Pococke visitó el valle y trazó el primer plano del mismo, en el cual aparecían 18 tumbas, sólo la mitad de las que eran accesibles.

Posteriormente, el escocés James Bruce exploró la tumba de Ramsés III en 1769, y los eruditos que siguieron la expedición de Napoleón en 1798 descubrieron la tumba de Amenhotep III (WV 22) en el Valle Occidental y llevaron a cabo la primera inspección científica del lugar.

En 1817, Giovanni Battista Belzoni descubrió las tumbas de Ramsés I (KV16), Seti I (KV17) y Ay (WV23).

En 1820, el inglés James Burton descubrió otras dos tumbas sin inscripciones y una tercera (KV 5) que atribuyó al príncipe Meriatón, un hijo de Ramses II.

Entre 1824 y 1830, John Gardiner Wilkinson trabajó en el Valle de los Reyes, identificando nuevas tumbas y dándoles, por primera vez, una numeración que sigue empleándose hoy en día.

Entre 1828 y 1850, el valle fue el objetivo de científicos, viajeros y artistas como Jean François Champollion, Hipólito Rosellini, Robert Hay y Richard Lepsius, aunque no se registraron nuevos descubrimientos.

En 1898, Víctor Loret dio con las tumbas de Tutmosis III (KV 34) y Amenhotep II (KV 35), y en 1899 descubrió la de Tutmosis I (KV 38).

En 1903, Howard Carter descubrió la tumba de Tutmosis IV (KV 43) y, en 1905, Theodore Davis encontró la tumba intacta de Yuya y Tuya (KV 46), los padres de la reina Tiye, esposa de Amnenhotep III. En aquel mismo período, Edward Ayrton descubrió la tumbas de Siptah (KV 47) y de Horemheb (KV 57), el último gobernante de la dinastía XVIII.

En 1922, Carter descubrió la última tumba real del valle, la única sepultura que había permanecido prácticamente intacta: la tumba de Tutankhamon (KV 62).

Cronológicamente, el último descubrimiento tuvo lugar en febrero de 1995, cuando Ken Weeks encontró una serie de cámaras nuevas en la tumba situada enfrente de la tumba de Ramsés II (KV 5), destinadas a los hijos de éste.

Arquitectura de las tumbas reales

En general, las plantas de las tumbas reales del Valle de los Reyes consisten en una serie de escaleras, corredores y cámaras, separadas unas de otras por jambajes, que descienden hacia las profundidades. Sin embargo, la complejidad de las plantas y la propia fisonomía de cada tumba determinan la individualidad de estas construcciones.

Desde el punto de vista arquitectónico, las tumbas de la dinastía XVIII se caracterizan por un corredor descendente que forma generalmente una curva de 90º antes de llegar a la cámara del sarcófago. En las tumbas de la dinastía XIX, dicho corredor desciende en progresión lineal siguiendo el eje principal. Esta tendencia resulta aún más evidente en las tumbas de la dinastía XX, donde la estructura de la tumba parece conformar el marco perfecto para plasmar la esencia de las creencias religiosas del momento reproduciendo el escenario del periplo del astro solar por el Inframundo.

El programa decorativo de las tumbas está muy relacionado con la orientación geográfica y ritual de éstas. La decoración de las paredes nunca reflejan aspectos de la vida cotidiana o históricos-biográficos. Las escenas están relacionadas exclusivamente con dioses y con las misteriosas regiones del Inframundo. El estilo de las decoraciones varía, y va desde las imitaciones del papiro original hasta bajorrelieves pintados de gran calidad. Los textos dibujados en las paredes proceden de los corpora funerarios del momento:

  • El Libro del Am-duat, o «aquello que está en el Inframundo», describe el viaje nocturno del dios solar en su barca a través de las doce regiones del Inframundo, que se corresponden con las doce horas de la noche, detallando los peligros que encuentra a su paso. Se encuentra en casi todas las tumbas reales del reino Nuevo.
  • El Libro las Puertas es una versión más elaborada del Am-Duat. Aparece por primera vez en la tumba de Horemheb, convirtiéndose a partir de entonces en un elemento regular en las tumbas reales. El nombre de esta composición deriva de las puertas que separan las doce regiones del Inframundo, cada una de ellas vigiladas por una gigantesca serpiente que escupe fuego.
  • El Libro de las Cavernas comienza a utilizarse a partir de la dinastía XIX. Esta composición abandona la división del Inframundo en doce regiones y la presenta como una serie de cuevas de aspecto oval que contienen los cuerpos de dioses y del difunto, que yacen esperando el paso del sol para que los devuelva a la vida.
  • El Libro de la Tierra aparece por primera vez en la tumba de Ramsés III, convirtiéndose en un elemento regular de la cámara funeraria a partir de Ramsés VI. De nuevo se describe el viaje del dios solar a través del Inframundo que, en vez de estar formado por doce regiones, se divide en cuatro secciones. El momento culminante coincide con el alzamiento del disco solar por los brazos del Nun fuera de la Tierra.
  • A partir de Seti I en adelante, el techo de la cámara funeraria real se decora con escenas que representaban el paso del sol a través del cielo. La forma más simple de esta composición astronómica representa a la diosa del cielo, Nut, que se traga al sol al final del día para parirlo de nuevo a comienzos del siguiente. A partir de Ramsés IV, esta composición es remplazada por una descripción más formal del periplo del dios solar, conocida como Libro de los Cielos. – Por último, cabe destacar un tipo diferente de texto que aparece en casi todas las tumbas reales a partir de Seti I: la Letanía de Ra. Se trata de un extenso himno al dios solar en sus setenta y cinco diferentes formas, y se localiza frecuentemente en el primer corredor de la tumba, es decir, en el lugar más cercano a la luz solar.

Templo de Merenptah

Templo de Merenptah

El templo de Merenptah siguió, como es lógico pensar, el plano del templo de su padre Ramsés II, el Rameseum, aunque evidentemente en una escala mas reducida. Como en el caso de su padre, el patio de columnas tenía filas de éstas en los laterales, con un palacete en el lado sur. El segundo patio presentaba pilares osirianos en su cara oeste. Tras este patio aparece una sala hipóstila de 12 columnas que da paso a una sala de semejantes características pero menor en tamaño de 8 columnas, con el sancta sanctorum y unas capillas dedicadas a varias divinidades en lo más profundo del templo. Almacenes y otras estructuras subsidiarias fueron construidas alrededor del templo, y un pequeño lago sagrado fue dispuesto al sur del templo. Muchos de los bloques utilizados en esta construcción pertenecían al propio templo funerario de Amenhotep III.

Templo de Ramsés II

Ramsés II manda construir en su año segundo de reinado un templo cuyas obras no serian finalizadas hasta veinte años después. El templo funerario, denominado «la Morada de los Millones de Años de User-Maat-Re Setepenre, unida a Tebas, la ciudad del dominio de Amón», permanece hoy en día como uno de los grandes monumentos del Egipto faraónico, mostrando la grandeza y la riqueza de este primer periodo ramésida. Este templo fue llamado «la tumba de Osimandias» por Diodoro, que lo derivo del nombre User-Maat-Re, y serviría como modelo para el ideal que Ramsés III buscaba para su templo de culto.

Estrabón le dio el nombre de Memnonium, y así fue denominado incluso por la expedición de Napoleón. El nombre de Rameseum no sería utilizado hasta que fue acuñado por Champollion, quien lo destacó de entre todos los templos de Tebas.

Rameseum

Rameseum

El templo fue construido por dos jefes de arquitectos: Penre de Coptos y Amenemone de Abidos. Ramsés II quiso disponer su templo en línea con el santuario de su antecesor Seti I. Básicamente el templo posee un patio que daba acceso a través de una rampa y un pórtico a un patio con peristilo, que conducía a dos salas hipóstilas, y tras ellas, se accedía a las salas interiores de culto, donde el acceso era restringido a los principales oficiantes y cargos religiosos. El resto de las salas parecen haberse dedicado a albergar las habitaciones del rey para sus visitas, los almacenes, talleres, oficinas y viviendas de los sacerdotes y trabajadores del templo. La rampa del primer patio estaba adornada a sus lados con dos estatuas colosas del propio rey, de las que solo subsiste una. Estas estatuas parecen haber sido las mayores conocidas hasta entonces en Egipto. Además de este detalle, se debe destacar que los pilonos del templo fueron construidos en piedra, mientras que hasta entonces lo común era hacerlo en ladrillo de adobe. El patio peristilo, al que se accedía a través del pórtico, presenta en sus lados este y oeste líneas de colosos osirianos que representan de nuevo al rey. Desde este patio, hacia el interior, como ocurre con el templo de Seti I en Abidos, el eje principal del templo se refuerza con dos ejes paralelos situados a cada lado, y que albergan salas de segundo orden rodeando al eje central. La sala principal al norte, el sancta santorum, alberga las barcas, mientras que un pequeño santuario al sur presenta un vestíbulo, una sala hipóstila de menor tamaño y un triple santuario, consagrado a la tríada tebana y a Seti I. También podemos destacar otro templo paralelo a este dedicado a Osiris, mas al sur.

En este conjunto se repite un principio básico que puede ser detectado en los templos de Hatshepsut de Deir el-Bahari o de Seti I en Abidos: la asociación cultual que se da entre el rey y los dioses locales. Además, la planta del Rameseum es construida según la idea original de los templos egipcios, orientado en función del recorrido del sol. El templo no es un lugar de recogimiento para los fieles, sino la morada del dios, una reproducción del universo en el momento de la creación, que la divinidad prorroga con cada salida del sol.

Desgraciadamente, como muchos otros templos funerarios de la zona de Tebas, el Rameseum era utilizado ya en la dinastía XXII como necrópolis por los miembros de las instituciones religiosas de Tebas, así como por numerosas princesas y Divinas Adoratrices.

Desde la dinastía XIX en adelante, el templo de Ramsés II se fue desmantelando, al ser utilizado como cantera de muros, ladrillos, estatuas o pilares, sobretodo siendo utilizados en las estructuras añadidas de la época al templo de Medinet Habu.

Después de la visita de la expedición de Napoleón, llegaron otros al Rameseum como R. Lepsius en 1844, F. Petrie y J. Quibell en 1899, o incluso el propio H. Carter, quien realizó trabajos con E. Baraize en este templo entre 1900 y 1908. En la actualidad, este templo esta siendo objeto de numerosas intervenciones y estudios por parte de grupos de investigación de egipcios y franceses.

Templo de Ramsés III

Medinet Habu es uno de los templos funerarios más impresionantes de la orilla occidental de Tebas, y sin duda alguna, el ejemplo que mejor nos ha llegado de todos los templos construidos por los faraones de este periodo en Egipto. Este templo fue mandado construir por el faraón Ramsés III, en la dinastía XX, pero algunas estructuras datan de principios del Reino Nuevo (dinastía XVIII). Además, otras construcciones se irían erigiendo dentro del complejo hasta el periodo romano.

El monumento toma su nombre de la villa que existe en los alrededores, Medinet Habu o «la ciudad de Habu», de la que algunos piensan que se llamó así por la cercanía del templo de Amenofis, hijo de Hapu. En los tiempos antiguos se denominaba a este lugar Djamet, y se creía que era precisamente aquí donde la ogdoada o los ocho primeros dioses fueron enterrados.

Además del culto al propio faraón Ramsés III, el templo estaba dedicado a otras divinidades, principalmente a Amón-Re, Re-Horakhty, Osiris y Min. En el Reino Nuevo, cada año se celebraba un festival en el que el dios Amón de Luxor (lugar donde se creía que había nacido la ogdoada) cruzaba el Nilo y visitaba el templo de Medinet Habu para renovar los servicios funerarios a estas divinidades y reactivar la creación y el orden del mundo.

Medinet Habu

Medinet Habu

También es importante destacar que este templo sirvió como centro administrativo del oeste de Tebas durante todo el Reino Nuevo. Así podemos ver que las demandas de los trabajadores de la villa de Deir el Medina o las protestas por la falta de pagos iban dirigidas en un primer momento a los responsables de este templo en la orilla occidental.

El complejo de Medinet Habu se construyó con una orientación oeste-este, la cual hacía que la entrada del templo mirase hacia el Nilo y el oriente. Ante la entrada principal se encontraba un puerto que conectaba el complejo con el río por barco. Para la entrada, los constructores de la época eligieron un modelo de acceso influenciado por los migdol o fortalezas asiáticas, caracterizado por su altura, envergadura y decoración. Este acceso podía ser fácilmente bloqueado y vigilado como única entrada al recinto. Al igual que en otros templos de Egipto, los muros de este gran acceso fueron decorados con imágenes del rey golpeando a los enemigos de Egipto, con numerosas representaciones del faraón sobre las cabezas de los enemigos. Además, aparece representado el dios Ptah, quien parece haber servido de intermediario entre aquellos que no podían acceder al templo y el principal dios de la institución, Amón-Re. Las salas superiores de esta estructura de acceso parecen haber sido usadas como salas para el harem del faraón, y es precisamente en ellas donde se piensa que se llevó a cabo el intento de asesinato del rey por parte de una de sus concubinas. El faraón Ramsés III falleció durante la celebración de los tribunales por su intento de asesinato, aunque aún no sabemos con certeza si su muerte se produjo como resultado de este intento de asesinato o por otros motivos.

También debemos destacar unas estructuras secundarias que se encuentran dentro del recinto, tras dejar atrás el gran acceso del templo, a la izquierda. Se trata de las capillas construidas durante las dinastías XXV y XXVI para las Divinas Adoratrices de Amón, que se convirtieron en delegadas del rey para dirigir los designios del Alto Egipto. Aún hoy en día podemos observar los dinteles de los accesos a estas capillas donde permanecen inscritas las formulas de «llamada a los vivos», para que los que cruzasen ante ellas pronunciaran la fórmula de ofrendas para los espíritus de aquellas Divinas Adoratrices.

Medinet Habu

Medinet Habu

La zona central del complejo funerario de Medinet Habu es, obviamente, el templo dedicado al faraón Ramsés III, llamado «el templo de User-Maat-Re Meriamón, unido a la eternidad en el dominio de Amón en el oeste e Tebas». Los pilonos de entrada son excepcionales y de nuevo muestran al faraón golpeando a los enemigos de Egipto ante los dioses. Los muros externos de este templo ofrecen una rica información sobre las batallas y campañas que este faraón debió realizar contra diferentes poblaciones que intentaron bajo su reinado acceder a Egipto, principalmente reunidas todas ellas bajo el nombre de «los Pueblos del Mar». El interior del templo no se conserva tan bien como el exterior, ya que los coptos de Egipto, en los primeros siglos del cristianismo, se expandieron desde la denominada ciudad copta de Djeme y convirtieron este templo en una iglesia cristiana.

Este templo se encuentra rodeado por restos de edificios o estructuras secundarias, como viviendas, capillas, almacenes, talleres, oficinas, etc. Sin embargo, uno de los edificios que deben ser destacados era un palacio que existía en la cara sur del templo. Este palacio parece haber servido como reposo del faraón cuando visitaba el templo en el oeste de Tebas y una especie de hogar espiritual para el rey en el Más Allá. La estructura estaba conectada con el templo directamente, y cabe destacar la existencia de un acceso al templo para el rey denominado «la ventana de las apariciones», usado durante sus estancias en el templo, y una falsa puerta dirigida al contacto entre este mundo y el Más Allá para el rey difunto.

Este complejo funerario dedicado a Ramsés III y reutilizado posteriormente por las Divinas Adoratrices, romanos o coptos, fue excavado desde 1859 en sucesivas campañas por Mariette, Daressy y otros, tomando el relevo hasta nuestros días el Oriental Institute de la University of Chicago, que está realizando labores de documentación epigráfica y arquitectónica del gran templo de Ramsés III.

El templo de Seti I se encuentra situado justo al sur de la ladera de Dra Abu el-Naga, al final de la línea de estructuras que forman los templos funerarios construidos en el Reino Nuevo. Los pilonos y los patios del templo se encuentran en su mayoría destruidos, haciéndolo parecer menor de lo que fue en tamaño e importancia. Iniciado por Seti I y terminado por su hijo Ramsés II, este templo construido en arenisca sería denominado «Glorioso Seti en el Oeste de Tebas».

rey Seti I presenta su propio nombre, Men-maat-Ra, al dios Amon

El rey Seti I presenta su propio nombre, Men-maat-Ra, al dios Amon

Una hilera de esfinges conecta la entrada de los pilonos con el templo interior, donde un pórtico en este segundo acceso se alza y lleva al segundo patio, finalizado durante el periodo de corregencia de Seti I y Ramsés II. A ambos lados del patio encontramos capillas dedicadas al culto de la tríada tebana y las deidades conectadas con Osiris o con el propio Seti I. Al sur de la sala hipóstila encontramos un templo dedicado al padre de Seti I, Ramsés I, cuyo reinado fue muy breve como para construir su propio templo funerario. En la parte norte, encontramos una capilla de culto solar, con un patio abierto y un altar central. Al fondo del interior del templo también existían capillas para las barcas de Amón, Mut y Khonsu, con la puerta falsa que daba al sacta santorum tras la barca del dios Amón.

El templo funerario de Seti I marcaba la primera fiesta importante de la orilla oeste de Tebas, el «Bello Festival del Valle», que era celebrado anualmente en Tebas y que parece haber sido mantenido hasta el período romano. La parte exterior del recinto sagrado ha sido excavada en los últimos años por un equipo del Instituto Arqueológico Alemán, añadiendo nuevos y considerables datos al conocimiento de este templo.