Informe campaña 2013
Duodécima campaña: 8 de Enero – 21 de Febrero
AGRADECIMIENTOS
El Consejo Supremo de Antigüedades de Egipto ha estado en todo momento dispuesto a colaborar en todo lo posible por el buen desarrollo del proyecto, por lo que estamos muy agradecidos al Ministro de Antigüedades durante la campaña y en los meses anteriores, Dr. Mohamed Ibrahim, al Dr. Mohamed Ismail, Director del Comité Permanente y Asuntos de Misiones Extranjeras, y a todos sus colaboradores. En Luxor, como ha venido siendo la norma desde los comienzos del proyecto, las autoridades responsables del Consejo Supremo de Antigüedades nos han prestado generosamente su ayuda, en particular Mansour Boraek, Director General de Antigüedades en el Alto Egipto, Mohamed Asm, Director General del área de Luxor, y el Mohamed Abdel-Aziz, Director del Departamento de Antigüedades en la orilla Occidental de Luxor.
En la presente campaña hemos tenido como Inspector en el yacimiento a Hekmat el-Arabi, quien en todo momento ha sido enormemente amable, colaboradora y muy eficiente en el desempeño de sus funciones.
El capataz de la misión, el rais Ali Farouk el-Qiftauy, como en años anteriores, ha jugado un papel relevante en el éxito de nuestros trabajos. Organiza perfectamente a los trabajadores, y tiene una enorme sensibilidad en la excavación y en la conservación, tanto de los objetos hallados como de las estructuras de adobe desenterradas. Sin duda, reúne todas las cualidades que debe tener un buen capataz de una misión arqueológica.
Durante la campaña contratamos a 120 trabajadores locales. Todos ellos han trabajado muy duro y con sumo cuidado, por lo que estamos muy satisfechos y agradecidos.
La duodécima campaña arqueológica del Proyecto Djehuty ha estado financiada generosamente por Unión Fenosa Gas, con la colaboración del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte de España y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. A todos ellos les estamos muy agradecidos, pues sin su apoyo y ayuda el proyecto no podría llevarse a cabo.
ARQUEOLOGÍA
Djehuty vivió en la antigua ciudad de Tebas, hoy Luxor, a comienzos del siglo XV a. C., bajo el reinado de una de las pocas mujeres que ejerció como faraón en la dilatada historia antigua de Egipto: Maatkara Hatshepsut. Djehuty desempeñó el cargo de «supervisor del Tesoro» de la administración real y «supervisor de los trabajos» de los artesanos encargados de decorar con metales, piedras preciosas y maderas exóticas los monumentos que la reina levantó a ambas orillas del Nilo. Todo parece indicar que murió antes de que Hatshepsut desapareciera de la escena, en torno al año 1470 a. C. A diferencia de los principales dignatarios de la época, que construyeron sus tumbas en la colina de Sheikh Abd el-Qurna, al suroeste del templo funerario de la reina, Djehuty ubicó su monumento para la eternidad al otro lado del valle de Deir el-Bahari, a unos quinientos metros más al noreste, en la colina conocida hoy como Dra Abu el-Naga. ¿Por qué se aleja Djehuty de sus colegas? y ¿por qué elije ese lugar en particular?
La colina de Dra Abu el-Naga se eleva en la orilla occidental del Nilo, en el extremo norte de la necrópolis, justo en frente del templo de Karnak, que a comienzos del siglo XV a. C., con la instauración de la dinastía XVIII, se convirtió en el templo principal de Tebas, y su clero, dedicado al culto del dios Amón, fue adquiriendo paulatinamente mayor relevancia social y económica. En la búsqueda de elementos simbólicos en el paisaje que enfatizaran las ideas religiosas y concepciones funerarias, Dra Abu el-Naga parecía un lugar idóneo para enterrarse, pues el sol que por las mañanas se elevaba entre los obeliscos y pilonos del templo de Amón en Karnak, se ocultaba al anochecer por detrás de la colina de Dra Abu el-Naga.
Además, la fiesta más importante de aquel entonces en Tebas, la «bella fiesta del valle», durante la cual se sacaba en volandas a la estatua del dios Amón del templo de Karnak y se le acompañaba en procesión hasta Deir el-Bahari, alcanzaba la necrópolis precisamente a los pies de la colina de Dra Abu el-Naga, justo donde Djehuty ubicó su morada para la eternidad.
Muy probablemente, el simbolismo religioso que adquirió la colina y un emplazamiento estratégico en la procesión anual más significativa debieron influir en la elección del lugar. Pero, de igual forma, bien podrían haber intervenido en la decisión de Djehuty otros factores de tipo político y social, como, por ejemplo, el hecho de que la colina de Dra Abu el-Naga hubiera sido el lugar elegido por la familia real de la dinastía anterior, la dinastía XVII, que eran percibidos como los gobernantes tebanos por excelencia. Todo parece indicar que también los primeros reyes de la dinastía XVIII fueron allí enterrados, siendo Hatshepsut quien rompe la tradición e inaugura el Valle de los Reyes como el lugar donde ubicar la tumba real. En ese momento, Dra Abu el-Naga pasó a ser un terreno más accesible, a la vez que conservaba intactas sus connotaciones religiosas y políticas. Así, en torno al año 1470 a. C., Djehuty decide buscar un hueco para su monumento funerario entre la familia real y los cortesanos de la dinastía anterior, en un terreno cargado de simbolismo religioso y de rancio abolengo tebano.
EL SECTOR 10 SUR, AL SUROESTE DEL PATIO DE ENTRADA A LA TUMBA-CAPILLA DE DJEHUTY
Djehuty construyó su tumba-capilla al pie de la colina de Dra Abu el-Naga, a ras de suelo, a la misma altura que el camino seguido por la procesión de la «bella fiesta del valle» en dirección hacia Deir el-Bahari, y donde la calidad de la piedra caliza era mejor, más compacta, lo que permitía decorar las paredes interiores en relieve.
El terreno de esta zona de la necrópolis estaba ya entonces bastante poblado, ocupado por enterramientos de la dinastía XVII (entre el 1650 y el año 1550 a. C. aproximadamente), e incluso anteriores, de las dinastías XI y XII (ca. 2000 a. C.). Así, Djehuty, tuvo que construir su monumento en un espacio estrecho, entre tumbas-capillas excavadas en la falda de la colina unos años antes, como la de Hery (TT 11), de época de Amenhotep I, ca. 1520 a. C., y hacer su patio de entrada estrecho y alargado para sortear las tumbas-pozo y las capillas de adobe levantadas en esa zona unos años antes y que todavía recibían ofrendas. De hecho, el muro izquierdo del patio tuvo que hacer un quiebro hacia el interior para evitar pasar por encima y dañar una pequeña capilla de adobe. La desviación que sufre el muro de Djehuty indicaba, desde el momento en que las excavaciones de 2006 sacaron a la luz el patio, que la pequeña capilla de adobe era anterior a Djehuty y que, a pesar de su apariencia insignificante, debía haberse considerado lo suficientemente importante como para haber sido respetada por tan alto dignatario.
La zona de la pequeña capilla de adobe, a la izquierda del patio de entrada a la tumba-capilla de Djehuty, es decir, al suroeste, estuvo ocupada por las casas que se levantaban en el extremo del poblado moderno que se extendía sobre la colina de Dra Abu el-Naga hasta enero de 2007, cuando el gobernador de Luxor junto con el Consejo Supremo de Antigüedades hizo derribar el poblado entero y realojó a la población en casas nuevas junto a New Qurna. En 2008 aprovechamos la ocasión y solicitamos al Consejo Supremo de Antigüedades extender nuestra concesión hacia el suroeste, a la vez que nos ofrecimos a retirar nosotros los escombros allí amontonados tras las demoliciones. Nuestra solicitud fue concedida, y en 2009 y 2010 llevamos a cabo la limpieza integral de la zona ahora bajo nuestra responsabilidad.
La excavación de la nueva zona comenzó en enero de 2011, y recibió la denominación de «Sector 10». La campaña de aquel año duró la mitad de lo habitual, sólo tres semanas, debido a las revueltas que comenzaron el 25 de enero y acabaron derrocando al presidente Hosni Mubarak. Al año siguiente, en 2012, pudimos llevar a cabo una campaña con plena normalidad, de seis semanas de duración, y conseguimos, entre otras cosas, sacar a la luz y excavar la capilla de adobe que habría motivado la desviación del muro del patio de Djehuty.
AHMOSE-SAPAIR Y LA TRANSICIÓN DE LA DINASTÍA XVII A LA XVIII (c.a. 1550 a.C.)
La capilla de adobe es muy sencilla, de 2,20 x 2,20 m, y tan sólo 0,90 m de altura. Delante de la capilla, salió a la luz el brocal del pozo funerario asociado a ella, rematado por adobes y de unas dimensiones convencionales: 2,49 x 0,83 m. En el interior de la capilla hallamos seis figurillas funerarias de madera (shabtis), tres de ellas escritas: una con una fórmula de ofrendas en jeroglífico cursivo, que incluía el nombre de su beneficiario, Ahmose, y las otras dos tan sólo mencionando el nombre de Ahmose-sapair escrito en hierático. Además, hallamos un lino con el nombre de Ahmose escrito en tinta negra, y otro con la inscripción perfectamente legible, señalando «Lino-daiu para Ahmose-sapair».
En 2013, en el transcurso de la 12ª Campaña, excavando alrededor del brocal del pozo, hallamos otras dos figurillas de madera talladas de forma similar, muy tosca, una con el nombre de Ahmose-sapair escrito en hierático sobre el pecho (15,5 x 3 x 1 cm), y otra (16 x 2,5 x 3 cm) dedicada a un «príncipe» (sa-nesu), cuyo nombre escrito en el lateral derecho se lee con dificultad, pero podría ser perfectamente Ahmose. También hallamos este año otros dos linos con una inscripción en tinta negra, de nuevo de difícil lectura, pero que parecen mencionar a Ahmose-sapair.
El material hallado portando el nombre de Ahmose-sapair, las figurillas funerarias y los linos, parece indicar que su capilla y su tumba-pozo deben encontrarse muy cerca, incluso dentro de nuestra concesión arqueológica. Por el lugar de hallazgo de los objetos, éstos pudieran estar asociados a la capilla de adobe y al pozo funerario ubicado justo delante. Asumiendo incluso que los objetos fueron arrojados fuera de su ubicación original (consecuencia de un saqueo en época antigua), y/o que fueran objetos votivos ofrendados con posterioridad al entierro (y que, por tanto, no hubieran formado parte del ajuar funerario del personaje en cuestión), el número de objetos inscritos hallados en un área tan reducida posibilita formular la hipótesis de que Ahmose-sapair hubiera podido ser enterrado en este área, y no al otro extremo de Dra Abu el-Naga, como todos los egiptólogos han asumido desde que Winlock publicara en 1924 un artículo en el Journal of Egyptian Archaeology en el que ubicaba las tumbas reales utilizando como guía un papiro, el «papiro Abbot», que informa sobre el robo y posterior inspección de tumbas en Dra Abu el-Naga, en el año 16 de Ramsés IX, ca.1000 a. C.
Ahmose-sapair es un personaje «famoso» a la par que enigmático dentro de la historia de Egipto. Fue un príncipe, probablemente el hijo heredero del primer rey de la dinastía XVIII, Ahmose. Nunca llegó a reinar, pues murió siendo todavía niño, cuando tenía unos cinco años de edad. En realidad, no se sabe con certeza quién fue su padre, y su cuerpo se identifica con los restos incompletos y mal vendados de un niño que se depositó dentro de un ataúd de una época posterior (finales de la dinastía XVIII), sobre el que se conserva sólo parte de la etiqueta con su nombre «[…]pai[…]», y que fue hallado en el escondrijo o «cachette» de Deir el-Bahari, donde los sacerdotes de Amón de la dinastía XXI trasladaron los cuerpos de los reyes y miembros de la familia real para evitar su expolio. Pero lo que sí se sabe es que, a pesar de morir tan joven y no llegar a reinar, Ahmose-sapair recibió culto, durante años se le hicieron ofrendas, se le dedicaron inscripciones, e incluso se le incluyó en las listas de miembros memorables de la familia real que fueron confeccionadas quinientos años después.
Tal vez esté relacionado con su posterior veneración y con el hecho de que su monumento funerario se convirtiera en santuario, el hallazgo, ocho metros más al noroeste, de un gran depósito de cerámica de casi 2.000 vasijas que hemos ido desenterrando durante las campañas 2012 y 2013. Las vasijas se colocaron con cuidado unas sobre otras, cubriendo un área superior a 8 x 4 m, y un primer análisis apunta que la mayoría datan de finales de la dinastía XVII y/o muy comienzos de la dinastía XVIII.
También pudiera encajar en esta hipótesis interpretativa el hallazgo en la segunda campaña (2003) de un fragmento de vaso de alabastro con el nombre del rey Ahmose grabado dentro de un cartucho real, y el hallazgo de cuatro trozos de barro con parte de la impronta del «sello de la necrópolis» que utilizaron los sacerdotes de Amón de la dinastía XXI en su inspección de tumbas. Pero todo esto no son más que indicios, pruebas circunstanciales, que lo único que realmente prueban es que la zona que estamos excavando, el Sector 10, formaba parte del cementerio real de la dinastía XVII y comienzos de la XVIII, con enterramientos asociados al rey Ahmose y lo suficientemente importantes como para que los sacerdotes de la dinastía XXI hubieran llevado a cabo una o más intervenciones aquí. Esperemos que futuras excavaciones aporten nueva información que permita precisar un poco más estas cuestiones.
El interior del pozo funerario que se abre frente a la capilla de adobe, junto al cual hallamos el material asociado a Ahmose-sapair, ha quedado pendiente de excavación para la siguiente campaña. Este año optamos por continuar excavando a su alrededor. En el metro de separación entre el pozo y la capilla, hallamos un conjunto de un cuenco y cuatro vasijas de cerámica margosa, cuello alargado y ondulado y decoración incisa, característica de finales de la dinastía XVII y comienzos de la XVIII. Y a tan sólo 1,50 m de distancia hacia el sureste, sacamos a la luz los adobes del brocal de un segundo pozo funerario, de medidas convencionales: 2,55 x 1 m. La dimensión media de los adobes es: 32,5 x 15 x 10 cm. Alrededor de éste segundo pozo recogimos abundante cerámica de comienzos de la dinastía XVIII, fundamentalmente jarras rojas, bruñidas.
El Sector 10, teniendo en cuenta los datos recogidos por las excavaciones efectuadas hasta la fecha, parece ser que no sufrió alteraciones significativas desde Época Saita, ca. 650 a. C., pues no se ha hallado material tardío, ni romano, ni copto, ni islámico. El material más moderno consiste en una gran jarra tubular Saita, hallada rota en pedazos agrupados en un extremo del pozo frente a la capilla de adobe, en un nivel superficial, lo que encaja perfectamente con el hallazgo del año pasado, a tan sólo tres metros más al norte, de un depósito de momificación también Saita, formado por una jarra muy similar y catorce sacos de lino con natrón. La jarra de este año pudo ser enteramente recompuesta gracias a la pericia de nuestros ceramistas. Tiene la peculiaridad de que su superficie exterior fue completamente escrita, en hierático, con signos de gran tamaño escritos en tinta negra, pero, lamentablemente, demasiado desvaídos como para permitir su lectura.
El gran depósito de cerámica, mencionado más arriba, descansa sobre un estrato de poca potencia, donde el terreno es de color grisáceo como consecuencia de la descomposición de restos vegetales y la tierra que acompañaría a las vasijas. Este estrato se apoya, a su vez, sobre otro de mayor potencia, de un intenso color blanco de la caliza que lo forma, y completamente estéril. Así, puede afirmarse que tenemos identificado el nivel del suelo al final de la dinastía XVII y comienzos de la XVIII, es decir, en torno al año 1550 a. C. El suelo presenta una ligera inclinación, siguiendo la pendiente de la falda de la colina. Es interesante, además, comprobar que el suelo se encuentra a una altura dos metros y medio por encima del nivel del suelo del patio de Djehuty, lo que implica que Djehuty excavó en profundidad su patio, dejándolo parcialmente rehundido. Así, los muros laterales que levantó con adobes alcanzan hasta tres metros de altura por la cara de dentro del patio, pero tan sólo tienen un metro de altura por la cara exterior, puesto que a los lados el suelo se mantenía dos metros más elevado.
ENTRERRAMIENTO INFANTIL DE LA DINASTÍA XVII
En el extremo este del depósito de cerámica, a un nivel ligeramente por debajo del suelo sobre el que se encuentran las vasijas, el día 26 de enero sacamos a la luz un ataúd antropomorfo de madera, que había sido depositado sobre la roca madre sin ningún tipo de protección, ni ajuar funerario. El ataúd se dejó de costado, apoyado sobre su lado izquierdo. A pesar de que los laterales son ligeramente curvos, esa debió ser, muy probablemente, su ubicación y posición original, puesto que se colocaron intencionadamente unas piedras tocando los laterales para que se apoyara y pudiera mantenerse en esa posición.
La tapa del ataúd fue tallada de forma algo tosca, siguiendo el estilo característico de los ataúdes-rishi, con un tocado-nemes bastante ancho cubriéndole la cabeza y dos pliegos de tela cayendo por los lados hasta cubrir totalmente el pecho del individuo. Los ataúdes-rishi son característicos de la dinastía XVII y muy comienzos de la dinastía XVIII, lo que encaja perfectamente en la estratigrafía. Mientras los ataúdes-rishi se pintaban con colores imitando plumas, éste sólo llegó a recibir la primera mano preparatoria de pintura blanca muy diluida. Tampoco se llegó a escribir ninguna inscripción, por lo que desconocemos el nombre del propietario. Las medidas del ataúd son sensiblemente más reducidas de lo normal, 96 x 29 x 28,5 cm, por lo que por el tamaño podía anticiparse que debía pertenecer a un niño/a.
Dentro del ataúd, efectivamente, se encontraba el cuerpo de un infante envuelto en un sudario anudado sobre la cabeza y alrededor de los tobillos. A través de los rotos de la tela podía verse el esqueleto, sin a penas restos de tejido epitelial. La serie de radiografías que realizamos confirmaron que se trataba de un infante que falleció a los 4 años de edad aproximadamente, pero éstas no sirvieron ni para precisar el sexo del individuo, ni para avanzar una posible causa de la muerte. El cuerpo se había depositado de costado dentro del ataúd, apoyado sobre su hombro izquierdo, algo verdaderamente inusual para la dinastía XVII. Ello se debió, probablemente, a la estrechez del interior del ataúd que, con unos 20 cm de anchura, obligó a que el cuerpo fuera introducido de lado. Tal vez para compensar esta anomalía, se depositó el ataúd también de costado, para que así el cuerpo del niño/a acabara descansando sobre su espalda, como debía ser. Pero los enterradores confundieron el lado sobre el que niño/a estaba acostado, y éste acabó con la cara hacia el suelo, al revés de lo que se pretendía.
En un primer momento, parecía como si el ataúd se hubiera dejado abandonado, desprotegido y sin ajuar. Pero, a medida que la excavación prosiguió en la zona de alrededor, se hizo evidente que se encontraba rodeado de otros enterramientos de la época, en una zona densamente ocupada de la necrópolis, por lo que puede ahora considerarse que el ataúd se depositó en un lugar escogido, acompañado por personajes ilustres, pudiendo ser alguno de ellos miembro de la misma familia.
EL PRÍNCIPE INTEFMOSE, A COMIENZOS DE LA DINASTÍA XVII
A apenas a un metro de distancia del ataúd del niño y en un nivel justo por encima, entre la base del depósito de cerámica y la parte de arriba del ataúd, habíamos hallado cinco días antes un fragmento de piedra arenisca (59 x 54 x 13 cm) con una escena tallada dentro de un registro de 21 cm de altura, sobre la cual se conserva parte de una moldura, lo que parece indicar que el fragmento debió pertenecer a un elemento arquitectónico, tal vez un dintel. La incisión es muy superficial y fue realizada de forma poco cuidada. En el centro aparece la figura de una divinidad femenina de pie, tocada por una diadema en forma de buitre, que sostiene en su mano derecha un cetro-was de «autoridad» al que se le acopla en el extremo superior un sign-ankh de «vida», y lleva en la mano izquierda un segundo signo-ankh. La inscripción que acompaña a la figura la identifica como «Hathor, señora de la montaña de la necrópolis». Frente a ella, ahora totalmente perdida, debería estar la figura de un hombre de pie, con los brazos alzados en posición orante, al que acompañaría la inscripción «[…realizando una oración a] Hathor, por el príncipe Intefmose«. Una tercera figura, un hombre de pie, se conserva parcialmente detrás de la diosa. Se dan mutuamente la espalda, mirando en dirección opuesta, y forman una composición espejo, pues él también sostiene en su mano izquierda el cetro-was y en la derecha lleva el signo-ankh. Porta sobre la cabeza la corona blanca, y junto a él se conserva el comienzo de la inscripción que le identifica como rey del Alto y Bajo Egipto. Lamentablemente, la piedra se ha roto justo por donde estaría grabado su nombre.
Seis días antes de hallar esta inscripción del príncipe Intefmose, unos cinco metros más al sur, habíamos hallado una estela de piedra caliza (47 x 27 x 6 cm), con la parte superior semicircular y con restos de una escena grabada sobre una de sus caras. La incisión era muy superficial y las sales han erosionado la mayor parte de la superficie, dificultando su lectura. Aún así, conseguimos distinguir la silueta de dos figuras masculinas de pie, enfrentadas entre sí, con un texto inscrito entre ambos que identifica a la figura de la derecha como «el príncipe Intefmose […]». La otra figura tiene su mano derecha levantada, lo que parece indicar que está invocando una ofrenda y/o una oración, mientras que la otra, Intefmose, se convierte entonces en el destinatario y beneficiario de la acción.
Si el príncipe Intefmose hubiera recibido culto de forma similar a cómo todo parece indicar que recibió Ahmose-sapair, existe la posibilidad de que el gran depósito de cerámica estuviera asociado a su capilla de adobe y tumba-pozo, pues por el momento es el complejo funerario más próximo, se encuentra al mismo nivel en la colina, e incluso llegan a tocarse.
Si bien al este y al sur del gran depósito de cerámica habíamos sacado a la luz dos inscripciones mencionando al príncipe Intefmose, excavando al este fuimos desenterrando una estructura de adobe compleja y de dimensiones considerables. Ello era debido a que al menos tres estructuras de distintas épocas contactan y se superponen en un espacio reducido. La más antigua de todas es una estructura de planta casi cuadrangular (2,15 x 2,40 cm), con tres de sus lados de algo más de un metro de altura y un cuarto que apenas se eleva del nivel del suelo, sirviendo de entrada a un espacio interior vacío (véase la capilla de adobe de Ahmose-sapair en la zona sur del Sector 10). El suelo de esta estructura se encuentra al mismo nivel que el suelo del gran depósito de cerámica, por lo que pueden considerarse contemporáneos. Los adobes empleados tienen unas dimensiones aproximadas de 29 x 15 x 9 cm. La cara exterior de los muretes conserva restos de enlucido. La estructura está orientada este-oeste y perfectamente alineada con el brocal del pozo que se abre a escasos dos metros más al este, por lo que puede deducirse que forman parte del mismo conjunto y que, por tanto, la estructura de adobe levantada a continuación de la tumba pozo debería haber tenido función de servir como capilla de ofrendas.
El brocal del pozo funerario (UE 110) está construido con adobes de 35 x 18 x 9 cm, aproximadamente, y el perímetro de la boca mide 3.60 x 1,70 m por fuera, y 2,80 x 1,05 m por dentro. Los adobes descienden hasta 1,60/1,80 m, alcanzando el pozo una profundidad total de 6,56 m. El relleno del pozo estaba formado por tierra suelta, grisácea, piedras rodadas de tamaño considerable y material variado, de épocas muy diversas, desde cerámica de la dinastía XVII o muy comienzos de la XVIII, hasta un fragmento de shabti de fayenza del Tercer Periodo Intermedio o un fragmento de cerámica ptolemaica. Sin embargo, en el último metro y medio del pozo, el terreno se torna más blanquecino, aumenta enormemente la proporción de lascas de piedra caliza de pequeño y mediano tamaño, y disminuye drásticamente la proporción de materiales.
Al fondo del pozo hallamos un bloque de piedra caliza, un prisma recto octogonal no regular de 70 cm de altura y 16,5 cm de base. Podría haber formado parte de un pequeño obelisco que se habría levantado a la entrada de la capilla de arriba y que, habiendo sido ésta dañada, el pozo vaciado y saqueada la tumba, el obelisco roto habría caído al fondo del pozo. Dos de sus caras principales, de 11,6 cm de anchura, han sido talladas en relieve inciso. Una de ellas conserva la parte final de una inscripción de invocación de ofrendas de pan, cerveza, aves, carne de bovino… y «lino, para el ka del príncipe Intefmose, justificado». En la cara opuesta, se ha tallado la figura de un hombre de pie, que camina apoyándose en un bastón alto, viste falda larga y adorna su pecho con un ancho collar. Probablemente, se trate de un «retrato» de Intefmose, aunque la inscripción sobre la figura termina mencionando el nombre de un tal Neferhotep, quien tal vez fuera la persona que realizó la ofrenda o dádiva, es decir, que habría sido el donante del obelisco.
Las tres inscripciones halladas permiten formular la hipótesis de que ésta pueda ser la tumba del príncipe Intefmose. De este personaje sólo se conocían, hasta la fecha, dos objetos con su nombre. Uno fue hallado por Flinders Petrie en el invierno de 1908/09 muy cerca de nuestro yacimiento, y se trata de la estatua descabezada de un escriba sentado sobre sus piernas entrelazadas, y con una inscripción grabada sobre el faldellín que le identifica como «el príncipe Intefmose, apodado Mestusheri». Hoy forma parte de la colección del Museo de Manchester, con el número de inventario 5051. El otro objeto es un shabti conservado hoy en el Museo Británico (EA 13329), y cuya inscripción relaciona al príncipe Intefmose con uno de los primeros reyes de la dinastía XVII, llamado Sobekemsaf.
La entrada a la cámara sepulcral (UE 111) ocupa todo el ancho del extremo oeste del pozo, y habría tenido una altura de 1,20 m, similar al interior de la cámara (al estar el dintel roto la entrada ahora tiene 1,70 m). Antes de traspasar el umbral, hallamos los restos de una momia humana desmembrada, pero que en su día estuvo envuelta en una tela de buena calidad, con los bordes bien rematados y con flecos.
La cámara sepulcral mide 2,70 x 1,75 m. Las paredes no fueron bien terminadas. En medio del suelo se talló un rehundimiento de 2,45 x 0,85/0,95 m y 0,75 m de profundidad (UE 112), las medidas justas para poder encajar dentro un ataúd de madera. El ataúd había desaparecido, y la oquedad estaba rellena de tierra suelta y limpia, de color claro. Ni siquiera se hallaron dentro restos de madera, pero al fondo yacía la cabeza de una estatua de un hombre (23 x 24,5 x 16 cm), esculpida en piedra caliza que, a tenor de la talla del cráneo, orejas y cejas, debió ser de gran calidad. En la espalda tenía un pilar para grabar una inscripción en vertical, pero quedó anepígrafo, por lo que no tenemos la certeza de que hubiera pertenecido a Intefmose. Existe la posibilidad, todavía por corroborar, de que se trate de la cabeza de la estatua del escriba y príncipe Intefmose que está hoy en Manchester.
EL PORTAVOZ DE NEKHEN, AHHOTEP, DE LA DINASTÍA XVII
El suelo de la cámara sepulcral, incluyendo el rehundimiento previsto para el ataúd, estaba cubierto por unos 40 cm de pequeñas lascas de piedra caliza y tierra blanquecina, sin apenas nada de material; un relleno muy similar al último metro y medio del pozo. Este estrato estaba cubierto por otro bien distinto, de 35 cm de potencia, compuesto por tierra grisácea, piedras rodadas, adobes desgastados y pequeños objetos de un equipamiento funerario. Este estrato de superficie había entrado dentro de la cámara sepulcral después de que ésta hubiera sido saqueada, enteramente vaciada (salvo la cabeza de estatua al fondo del rehundimiento del suelo) y parcialmente rellenada con lascas y tierra que entraron desde el pozo. El estrato superficial, sin embargo, había entrado dentro de la cámara sepulcral no desde el pozo, sino a través de un agujero de 1 m de diámetro que se abrió posteriormente en la pared del fondo y que conecta, por medio de una rampa, con la cámara sepulcral de otra tumba (UE 113), ubicada dos metro más arriba. Así, la situación con la que nos enfrentábamos era, en un primer momento, difícil de entender, pues dentro de una tumba se encontraba parte del equipamiento funerario de otra que todavía no veíamos, pues, entre otras razones, el agujero estaba taponado por un conjunto de telas de lino amontonadas con este propósito. Una de estas telas todavía conserva legible el título de «supervisor del granero de Amón», pero no así el nombre del propietario.
Del interior de la cámara sepulcral recogimos quince adobes, siete de los cuales podrían asociarse a los adobes de la capilla de ofrendas, pues sus dimensiones son 28/32 x 14/16 x 8/9 cm; otros cuatro adobe tienen dimensiones similares a los del brocal del pozo, 36/38 x 17/20 x 9/12 cm; y otros cuatro adobes son de mayores dimensiones, 44/42 x 20 x 12 cm, y podrían haber sido utilizados para cerrar la cámara. En el interior, hallamos la mitad superior de una momia de una mujer adulta que, por la técnica tan depurada con la que fue momificada, pudiera haber vivido y fallecido durante la dinastía XXI (ca. 1000 a. C.). Entre el equipamiento funerario hallado, cabe destacar un conjunto de catorce saquitos de tela anudados, conteniendo natrón; una bola hueca de fayenza, alternando bandas de dos tonos de azul; parte de un crótalo o castañuela de madera de ébano, tallado en forma de mano y con la cabeza de Hathor, diosa de la música, tallada en la muñeca; parte de un mueble también de ébano; una barba postiza de madera, que habría formado parte de la tapa de un ataúd de buena calidad; parte de una tabla de madera estucada y con un texto en hierático escrito sobre una de sus caras; restos bien conservados de esteras de caña; y una sandalia (22 x 9 cm) confeccionada con fibras vegetales trenzadas, con la punta doblada hacia arriba, y en un estado de conservación admirable.
El conjunto más significativo, sin duda alguna, lo forman tres shabtis de barro, moldeados y pintados con escasa habilidad y de forma descuidada, pero que le dan a las figurillas un estilo fresco y espontáneo, algo naïf, muy singular y atractivo. Uno de ellos (11 x 4 x 4 cm), hallado en el estrato superficial de la cámara sepulcral, tiene la peluca pintada de azul, el rostro de amarillo con el contorno en negro, y el cuerpo de blanco, como si se tratara de una momia. Sobre el pecho y las piernas destaca una inscripción vertical, «El osiris Ahhotep», escrita dentro de un recuadro en tinta negra y sobre fondo amarillo. La figurilla se hallaba dentro de un sarcófago de barro cocido (17 x 9,7 x 9 cm), de color gris oscuro y poco pesado. El interior conserva restos de pintura blanca, y el exterior partes de una inscripción horizontal sobre los cuatro lados, y probablemente también a lo largo de la tapa. El texto comienza con la fórmula de ofrendas, «Una prerrogativa que el rey concede…», y menciona su nombre, Ahhotep, esta vez, al menos sobre uno de los lados, precedido por dos títulos, «dignatario y portavoz de Nekhen», frecuentes en la dinastía XVII y comienzos de la XVIII, y que aluden a uno de los santuarios más importantes del sur, estrechamente vinculado a la nobleza de Elkab.
El segundo shabti (11 x 5 x 4 cm) fue hallado arriba de la rampa que comunica las dos cámaras sepulcrales. La peluca y el cuerpo están enteramente pintados de blanco, salvo el rostro de amarillo, con una banda sobre la frente en negro, y una mancha también amarilla que se extiende de forma irregular sobre el pecho y las piernas, y sobre la cual se ha escrito con signos grandes «El osiris Ahhotep». Las facciones de la cara apenas han sido moldeadas, y los ojos se han pintado exageradamente grandes. El sarcófago de barro que le albergaba es similar al anterior, pero más grande (29 x 15 x 10 cm), quedando la figurilla demasiado suelta en su interior. Una inscripción horizontal recorría por fuera los cuatro lados, en uno de los cuales puede leerse: «(Una prerrogativa que) el rey concede y (también) Osiris, que otorgue ofrendas de todo tipo de cosas apropiadas y puras para el ka del portavoz de Nekhen, Ahhotep«. La tapa, que fue hallada caída y rota en la cámara sepulcral de abajo, también conserva restos de inscripción.
El tercer shabti (11,4 x 4 x 3,5 cm) se encontraba en mitad de la rampa, protegido por un pequeño entrante en la roca de la pared. A diferencia de los otros dos, no parece que se depositara dentro de un sarcófago, sino que se le envolvió en nueve pequeñas telas de lino (8/12 x 10/16 cm) de bordes bien rematados, uno de ellos con flecos (como se confeccionaban las telas grandes). Con la ayuda de luz ultravioleta, pudo observarse que todas ellas fueron escritas con la misma tinta espesa que los sarcófagos, mencionando su nombre y títulos: «El dignatario y portavoz de Nekhen, Ahhotep, justificado». Como en todos los demás casos, el signo de la luna utilizado para componer su nombre se ha escrito hacia arriba, como es característico en la dinastía XVII. Pero, como novedad, en las telas su nombre va seguido del epíteto «justificado» y, además, termina con el determinativo semántico de varón, lo que es significativo porque Ahhotep era un nombre más común entre mujeres que entre hombres. La figurilla está enteramente pintada de blanco, salvo por el amarillo del rostro, contorneado con un línea negra, y la peluca, que se ha adornado con una retícula trazada en la parte plana de arriba. La inscripción fue escrita directamente sobre el blanco y de forma muy original, en tres columnas que pueden leerse de igual manera de izquierda a derecha o al revés, pues en la columna del centro se han escrito sus títulos, «El osiris, portavoz de Nekhen», y a ambos lados se ha escrito su nombre exactamente igual, «Ahhotep».
Los tres shabtis de Ahhotep, de la dinastía XVII, dos de ellos con sus correspondientes sarcófagos y un tercero envuelto en vendas de lino, constituyen un conjunto excepcional, que, precisamente por su carácter singular, es digno de los más importantes museos con colecciones egipcias. Este tipo de shabtis conectan con ejemplos anteriores de la dinastía XII (ca. 2000 a. C.) de modelos o réplicas a pequeña escala del difunto momificado, como, por ejemplo, los hallados en las excavaciones del Metropolitan Museum of Art, en la tumba de la princesa Neferu, junto al templo del rey Montuhotep en Deir el-Bahari.
La dispersión de los objetos hallados parece indicar que la mayoría del equipamiento funerario provenía de la cámara sepulcral ubicada más arriba (UE 113), y que ésta perteneció al portavoz de Nekhen, Ahhotep. La cámara es muy pequeña, lo justo como para empujar dentro un ataúd y un reducido ajuar funerario, pues mide 2,80 x 1 x 0,80 m. Las paredes no llegaron a ser alisadas, y la mitad más interna de la sala carece de suelo, al abrirse allí el agujero de la rampa que desciende hasta la cámara sepulcral de Intefmose. Además, en la pared norte se abre un agujero (50 x 75 cm) que conecta con una tercera cámara sepulcral (UE 114). Ambas cámaras están separadas entre sí por una delgada pared de unos 25 cm de espesor. Todavía no hemos sacado a la luz la entrada de ninguno de los dos pozos que descienden y dan acceso a estas dos cámaras sepulcrales y, por lo tanto, éstos quedan todavía por excavar.
Lo que puede verse de la tercera cámara sepulcral (UE 114) a través del agujero es que está parcialmente llena de tierra y piedras, algunas de tamaño considerable, con una gran vasija de cerámica completa tumbada al revés sobre la superficie y, junto a ella, la cara de la tapa de un ataúd de madera probablemente de época tardía.
La capilla de ofrendas del príncipe Intefmose fue posteriormente reutilizada e integrada en otra estructura arquitectónica que se superpone. Pero antes de que eso ocurriera, el muro de adobes que cierra el patio de entrada a una tumba probablemente de finales de la dinastía XVIII o de la XIX toca tangencialmente su esquina oeste. La fachada de esta tumba todavía permanece enterrada, pero sacamos a la luz el umbral de la entrada a su patio. Entre los adobes caídos junto a la entrada, hallamos un conjunto de trece pequeñas telas de lino, todas ellas con una etiqueta informativa escrita en hierático, en tinta negra, pero cuya lectura precisa de algo más de tiempo y estudio.
SECTOR POR ENCIMA DE LAS TUMBAS TT 11-12
Veinticinco metros más al norte, en el tercer nivel de tumbas ubicadas en la falda de la colina, sacamos a la luz al final de la campaña parte del muro de adobe que delimitaría el patio de una tumba situada justo por encima de la tumba de Djehuty (TT 11). La planta del muro presenta entrantes o nichos, que imitan el diseño de una fachada tipo «palacio». Los adobes tienen unas dimensiones medias de 36 x 16 x 12 cm. Uno de ellos conserva legible la impronta de un sello cuadrangular de dimensiones notables, 11 x 5 cm, y que identifica a su propietario como «El escriba real Djehutynefer, justificado». Probablemente este individuo sea el propietario de una tumba que fue visitada en 1845 por Richard Lepsius en Dra Abu el-Naga, y recientemente etiquetada «A6» (PM, I (1), 449). Lise Manniche, en su catálogo de tumbas perdidas (1988, 88-90) analiza las evidencias sobre esta tumba y sobre su propietario, Djehutynefer, que habría desempeñado el cargo de «escriba y contable del ganado y aves del templo de Amón» y/o «supervisor de los campesinos», bajo el reinado de Tutmosis III, ca. 1450 a. C., unos veinte años después de Djehuty.
También en el tercer «piso» de tumbas, sobre el monumento funerario de Djehuty, pero unos nueve metros más al noreste, hallamos y excavamos un pozo funerario tallado en la roca, cuya boca tenía unas dimensiones mayores de lo habitual, 3,30 x 1,85 m, y que descendía 4,10 m. En el lado de la falda de la colina se abre la entrada a una cámara, que está parcialmente llena de escombros y que comunica con y atraviesa una tumba del segundo «piso», de la que todavía no vemos la entrada, por lo que decidimos no continuar la excavación.
El progreso de la excavación del sector por encima de las tumbas ha posibilitado este año desmontar completamente la estructura de metal que se construyó en 2004-2005 para alcanzar desde el exterior el techo de la sala más interna de la tumba-capilla de Djehuty y solventar el problema de la caída de escombros en su interior. A su vez, se puede ahora acceder fácilmente a la capilla ramésida (ver más abajo) que se localiza en el tercer «piso» por encima de la tumba intermedia (–399–), al quedar el nivel del terreno prácticamente al mismo nivel que el suelo de la capilla.
SECTOR 30, SOBRE EL PATIO DE ENTRADA A LA TUMBA-CAPILLA DE AY
En la campaña del año 2012 sacamos a la luz, al noreste del patio de entrada al monumento funerario de Baki, la fachada de la tumba-capilla de Ay, «supervisor de los tejedores» a finales de la dinastía XVIII. Se pudo identificar el propietario a través del elevado número de conos funerarios, 66 en total, y a los 5 ladrillos con impronta que fueron hallados caídos sobre el suelo de la entrada. En la excavación del interior hallamos abundante material de época romana, tanto cerámica, como lucernas.
En la excavación del exterior que llevamos a cabo este año, 2013, sobre el espacio que ocuparía el patio de entrada, hallamos también aquí principalmente material de época greco-romana, sobre todo abundantes fragmentos de ánforas y también ocho fragmentos de vasijas de grandes dimensiones, decoradas con motivos florales. Además, aparecieron restos de momias de ibis o halcones quemadas, y restos de pesebres de paja. La potencia del terreno acumulado sobre el patio era de 2,40 m aproximadamente. Al final de la campaña se había excavado entre uno y dos metros de potencia, quedando el nivel de la mayor parte de la zona a 1,20 m sobre el suelo del patio de Ay. Si bien en un nivel superficial el material aparecía muy revuelto, mezclándose objetos modernos y antiguos, a medida que se fue descendiendo el material de calidad fue en aumento. Al final, se contabilizaron 6 lucernas completas, además de 7 mitades. Hallamos también 12 conos funerarios de Ay, y al menos 4 conos de la señora de la casa, It(ef), quien probablemente fuera la mujer de Baki, «supervisor del ganado de Amón» y propietario de la tumba adosada por el suroeste.
Adosada al noroeste de la fachada de la tumba-capilla de Ay, sacamos a la luz la parte superior de la fachada de una nueva tumba. Se conservan varias hileras adobes coronado la fachada, que mide de ancho 5,90 m. Aproximadamente en el centro se abre el vano de entrada, de 1,10 m de anchura. No se conoce por el momento ni la identidad del propietario, ni puede precisarse la datación. Tiempo después, la fachada sufrió una segunda apertura, y también se le adosaron muretes de adobe, cuya función todavía está por dilucidar.
MOMIAS DE ANIMALES EN LA CÁMARA SEPULCRAL DE HERY (TT 12)
Durante la campaña de 2011 descubrimos la existencia de un pozo funerario al fondo de la sala más interna de la tumba-capilla de Hery (TT 12). En 2012 excavamos el pozo, de 2,40 x 1,10 m, que resultó tener 7,50 m de profundidad. En el extremo este la entrada a una cámara estaba parcialmente cerrada por hileras de adobes. El interior presentaba las paredes y el techo enteramente ennegrecidos por uno o más fuegos que fueron allí encendidos, y contenía tan sólo numerosos huesos de ave esparcidos por todo el suelo y adobes que habrían sido utilizados para cerrar la entrada.
En el extremo oeste del pozo se abría otra cámara, parcialmente cerrada por cuatro hileras de adobes de dimensiones regulares, 33 x 16 x 8,5 cm., probablemente de finales de la dinastía XVIII y reutilizados en el siglo II a. C. Puesto que el murete de adobes conserva por su cara interior restos de una capa de mortero, parece como si la entrada se hubiera clausurado desde dentro. La cámara es de dimensiones considerables, 3 x 6,5 m aproximadamente, y también tiene las paredes y el techo ennegrecidos. En una de las esquinas puede verse un agujero, que probablemente comunique con el pozo funerario de la tumba contigua, la –399–, lo que explicaría que la entrada se hubiera podido cerrar desde dentro. A diferencia de la otra cámara, ésta se encontraba llena casi hasta el techo de paquetes de lino bien envueltos y anudados, unos quemados y otros no, y que supuestamente contenían restos de animales, momias de ibis principalmente. El número de momias de animales podría superar fácilmente el millar.
En esta campaña de 2013, comenzamos el estudio sistemático de las momias de animales, procediendo a su extracción, descripción, inventariado, fotografía y radiografía. En doce días de trabajo se extrajeron 61 momias y radiografiamos una selección de 25 ejemplares. Comenzamos retirando los paquetes más próximos a la entrada. Si bien los paquetes de forma cónica parecen contener todos ellos el esqueleto completo, o casi completo, de un ibis en relativo buen estado, los paquetes cuadrangulares parecen contener un amasijo amorfo de huesos de ave. El aspecto ennegrecido de algunos de los paquetes no es debido a que hayan sido expuestos al fuego, sino que es consecuencia del tratamiento con aceites y resinas aplicado directamente sobre las momias antes de ser envueltas.
A la entrada de la cámara, se colocó intencionadamente el cuerpo desecado y en pie de una perra, con el objetivo de que pareciera como si estuviera vigilando el acceso. Esta costumbre de colocar a un individuo o animal como si estuviera actuando de vigía de un enterramiento, ya fuera un pozo o una galería, ha sido constatado en otros lugares de las tumbas reutilizados en esta época, a mediados del siglo II a. C. Los ejemplares ya estudiados quedaron bien envueltos y almacenados en unas estanterías de metal y madera que construimos a medida e instalamos en la sala más interna de la tumba-capilla de Hery, junto al brocal del pozo. El estudio continuará en la próxima campaña.
EPIGRAFÍA
Las principales tareas de epigrafía se han llevado a cabo en la tumba-capilla de Djehuty (TT 11). Por un lado, se ha continuado con el estudio, siglado e inventario de los bloques con restos de inscripción o relieve hallados en el transcurso de la excavación. En algunos casos se ha podido identificar el lugar exacto de procedencia en la pared y se ha elaborado una ficha con la información necesaria para que los restauradores puedan luego recolocar el bloque en su sitio, cuando procedan a la restauración de esa parte de la pared del monumento.
Por otro lado, se ha comenzado este año ha trabajar con los fragmentos que conservaban restos de escritura y que recuperamos en el transcurso de la excavación de la cámara sepulcral de Djehuty. Son alrededor de quinientos fragmentos que varían enormemente en el tamaño, en la cantidad de texto que contienen y en el estado de conservación del mismo. Algunos consisten en un bloque de piedra de grandes dimensiones y peso, mientras que otros son simples trocitos de una fina capa de estuco. A pesar de las dificultades y complejidad del trabajo, se han conseguido juntar medio centenar de fragmentos, e incluso se han identificado capítulos nuevos del Libro de los Muertos que se habrían escrito en las dos paredes que, después de haber sido enteramente escritas, fueron picadas para ampliar la cámara. Destaca la identificación de fragmentos pertenecientes al capítulo 153, pues es uno de los testimonios más antiguos de este capítulo en una versión del Libro de los Muertos.
Los graffiti escritos en escritura demótica, utilizando tinta roja, sobre las paredes de los monumentos de Djehuty y de Hery (TT 11–12), y también en algunas de galerías que se abrieron partiendo de las tumbas a mediados del siglo II a. C., están siendo fotografiados, copiados y estudiados. A medida que avanza la limpieza de las paredes de los monumentos funerarios aumenta el número de graffiti y se hace mucho más fácil su lectura.
TOPOGRAFÍA
Como viene siendo la norma desde que comenzó el proyecto, hace ya doce años, los arquitectos han topografiado con una estación total las nuevas estructuras arquitectónicas que han salido a la luz en el transcurso de la excavación, tanto las construidas en adobe como las talladas en la propia roca de la colina. Además, se han ido tomando los puntos coordenados de los principales hallazgos, con el propósito de poder realizar después un plano de dispersión de los materiales y poderlos relacionar entre sí y con las estructuras arquitectónicas del sector.
RESTAURACIÓN
El equipo de restauración está integrado por tres profesionales españoles y tres egipcios. El trabajo se ha desarrollado en tres lugares y en tres intervenciones bien distintas: en las paredes interiores del monumento funerario de Djehuty (TT 11), en la capilla de época ramésida que hallamos hace ya algunos años sobre le tumba-capilla de Hery (TT 12) y, en tercer lugar, en los objetos más significativos hallados en el transcurso de la excavación, tanto de esta campaña como en años anteriores.
Dentro de la tumba-capilla de Djehuty, los restauradores se han centrado en la limpieza y consolidación de la pared derecha del pasillo central. La mayor parte del trabajo se ha realizado de forma mecánica, retirando poco a poco las concreciones de barro incrustadas en la superficie de la pared a base de algodón humectado en alcohol y bisturí. Pero también, después de realizar varias pruebas y comprobar su inofensividad y eficacia, se ha utilizado para la limpieza del barro un vibroincisor que emite ultrasonido. Al retirar la capa de barro de la superficie de la pared, han salido a la luz, sobre las escenas en relieve, numerosos graffiti en tinta roja, escritos en demótico, en el siglo II a. C. Los graffiti fueron luego consolidados con Paraloid rebajado con acetona.
Además, se han colocado y fijado en su lugar de procedencia media docena de fragmentos que se desprendieron de las paredes de forma natural y que recuperamos en la excavación del exterior, sobre el patio de entrada. Gracias a la estrecha colaboración entre los epigrafistas y los restauradores estamos recomponiendo las paredes y, así, completando las inscripciones y escenas en relieve que las decoraban.
En estrecha colaboración, esta vez entre restauradores y arquitectos, hemos llevado a cabo y finalizado la instalación de un falso techo de hierro en la sala más interna de la tumba-capilla de Djehuty. Esta sala tenía el techo completamente roto, con dos grandes agujeros en los laterales, que comunican con sendas tumbas ubicadas medio metro más arriba en la falda de la colina. Aprovechando esta circunstancia, colocamos dos grandes vigas de hierro atravesando de lado a lado la sala, apoyándolas sobre las paredes laterales. De estas dos vigas soldamos y colgamos un «esqueleto» de barras de hierro cortadas a medida y que cubrían toda la superficie de la sala. Y de las barras, soldamos y colgamos un mallazo de hierro. Estas dos últimas estructuras tienen la peculiaridad de que están divididas en cuatro secciones, las cuales pueden descender y volver a ascender de forma independiente, mediante un sistema de poleas. Este diseño permitirá, en el hipotético caso de que se desprenda de arriba un bloque de piedra, poderlo retirar sin problema (haciendo descender la sección donde se encuentre la piedra), y volver a recomponer el techo (haciendo ascender de nuevo la sección), ahora ya sin piedra. El sistema no está diseñado para evitar la caída de piedras, que los geólogos del equipo estiman que es prácticamente imposible por lo impredecible del comportamiento de la roca de la colina, sino que está diseñado para evitar que la piedra que se desprenda del techo cause algún daño personal o material, y para poder luego retirarla con cierta facilidad.
Aprovechando la instalación del falso techo de hierro, instalamos a lo largo de todo el perímetro tubos de pequeñas bombillas leds para iluminar los relieves de las paredes desde arriba hacia abajo, sin que se vean la luces ni estorben en el suelo, lo que es una novedad en la iluminación de tumbas faraónicas. El efecto es magnífico, pudiéndose ahora ver los relieves como si de un museo se tratara. También cerramos la boca del pozo funerario que se abre en uno de los laterales de la sala con una estructura de hierro, que posee una trampilla en un extremo para poder subir y bajar utilizando la escarilla de metal ya instalada.
En el transcurso de esta campaña hemos limpiado y consolidado la decoración pintada sobre mortero que decora las paredes de una pequeña estancia cuadrangular, de 2,00 m de lado y 1,60 m de altura, situada en el tercer «piso» sobre la tumba-capilla de Hery (TT 12). Por la decoración podemos saber que la capilla perteneció a un supervisor de tejedores llamado Ramose y que debió vivir probablemente en época del rey Ramsés II, ca. 1200 a. C. Además de una escena de carácter funerario, presidida por Osiris y la diosa Isis, y de la clásica peregrinación fluvial a Abidos, se incluye una peculiar escena de confección de telas, con niños desnudos manipulando los telares. Sólo se conocen hasta la fecha tres tumbas que incluyan este tipo de escena. El mortero sobre el que se aplicó la pintura tenía un alto porcentaje de paja y, además, estaba en muchos puntos separado de la pared, por lo que hubo que reforzar y fijar primero el soporte, y después limpiar y fijar la policromía de la composición.
Cabe reseñar el trabajo realizado con los objetos hallados en el transcurso de la excavación, su limpieza, consolidación y embalaje en condiciones estables y favorables para su conservación. Destacar el cuidado prestado a las telas con inscripción, a las figurillas de madera y a las piezas de cerámica de especial valor. Además, se recompuso y restauró una jarra de cerámica margosa con decoración pintada de influencia minoica, de comienzos de la dinastía XVIII, ca. 1500 a. C., que hallamos en una de las cámaras del pozo funerario que se abre a la entrada de la tumba intermedia (–399–), durante la campaña del año 2006.
Por último, mencionar que durante la campaña de este año instalamos en el Museo de Luxor una vitrina especial para contener y exponer ocho de los cincuenta ramos de flores secas que hallamos en la excavación del patio de entrada al monumento funerario de Djehuty. Con ellos expusimos también una de las cincuenta vasijas, que ayudan fechar el conjunto en la dinastía XXI. Así, ya son cinco los conjuntos de piezas que están expuestos en el Museo de Luxor y que provienen de nuestro yacimiento: el ataúd, cerámicas, arcos y flechas de Iqer (ca. 2000 a. C.); la «Tabla del Aprendiz» (ca. 1470 a. C.); los pendientes de oro hallados a la entrada de la cámara sepulcral de Djehuty (ca. 1470 a. C.); una tela de lino con una inscripción que fecha su producción en el año 2 del reinado de Amenhotep II (ca. 1450 a. C.); y ahora los ramos de flores del año 1000 a. C. aproximadamente. Sin duda alguna, la exposición permanente en el magnífico Museo de Luxor de cinco de nuestros hallazgos más significativos constituye un logro excepcional, del cual nos podemos sentir todos muy orgullosos.