Informe campaña 2008
I. INTRODUCCIÓN
Las tumbas de Djehuty y de Hery (TT 11-12) están ubicadas en el área central de la colina conocida hoy bajo el nombre de Dra Abu el-Naga, en el extremo norte de la necrópolis de la antigua Tebas, en la orilla occidental de la actual Luxor. Las tumbas datan de comienzos de la dinastía XVIII, ca. 1500 a. C. Ambas están decoradas con escenas en relieve e inscripciones talladas en la propia roca de la colina.
Djehuty fue un ministro importante bajo el reinado de Hatshepsut, una de las pocas mujeres que ejerció de faraón (por veintidós años) en la dilatada historia antigua de Egipto. Sus principales funciones las llevó a cabo en calidad de “supervisor de los trabajos (de los artesanos)” y “supervisor del Tesoro”. Él fue el responsable de cubrir con electro (una aleación natural de oro y plata) dos de los obeliscos que la reina Hatshepsut levantó en el templo de Amón en Karnak y tallar en madera del Líbano la barca sagrada de Amón. Además, supervisaba la recaudación de impuestos de los súbditos y vasallos, y se encargó de contabilizar y registrar las materias primas y productos exóticos que llegaron a Tebas del lejano país del Punt (probablemente en la actual Eritrea y/o Yemen). Su tumba incluye tres inscripciones autobiográficas, un gran himno al dios Amón-Ra, dos textos criptográficos, varios pasos del ritual de la Apertura de la Boca, una descripción de algunos rituales llevados a cabo durante su funeral, escenas de banquete, de caza en el desierto y de la peregrinación a Abidos que supuestamente realizó en vida acompañado de su madre.
Hery debió vivir unos cincuenta años antes, justo en los comienzos de la dinastía, sirviendo bajo sus primeros reyes y tal vez muriendo bajo el reinado de Amenhotep I. El estilo de los relieves que decoran las paredes del pasillo de su tumba parecen apoyar esta datación. El cargo o título principal que Hery ostentó en vida fue el de “supervisor del granero de la madre del rey y esposa real Ahhotep”. Su madre, llamada Ahmes, es denominada “adorno del rey”, lo que tal vez fuera una forma de indicar que estaba indirectamente emparentada o estrechamente relacionada con la familia real. La decoración de su tumba incluye una descripción de los principales momentos de su procesión funeraria y una visión del Más Allá; un banquete funerario presidido por él mismo y su madre, y al que asisten sus hermanos y hermanas; grupos de personas trayendo ofrendas ante su altar; y una representación del propietario de la tumba cazando con arco en el desierto.
II. EXCAVACIÓN EN EL INTERIOR DE LAS TUMBAS
Uno de los principales objetivos de la séptima campaña de trabajo de campo del “Proyecto Djehuty”, que transcurrió durante seis semanas de enero y febrero 2008, ha sido la excavación del pozo funerario de Djehuty que se abre al fondo de su monumento funerario, en el lado noreste de la sala más interna, la cual servía de capilla o sancta sanctorum. El pozo fue descubierto al final de la campaña anterior, al terminar de excavar y retirar los escombros que colmataban la capilla casi hasta el techo. Está tallado en la propia roca de la montaña, ocupa íntegramente uno de los lados de la sala, tocando las tres paredes, y su borde está medio metro elevado del suelo. Cabe recordar, como puede apreciarse en el plano, que hay otros dos pozos dentro de la tumba de Djehuty que no han sido todavía excavados. Uno se abre en el suelo del lado suroeste de la denominada “sala transversal”, no tiene reborde alguno y la boca es de forma cuadrangular. El otro pozo es de forma rectangular, tiene reborde tallado en la roca, y se encuentra al pie de la estatua de Djehuty en el lado noreste de la fachada.
La boca del pozo mide 2 x 1 m., la medida más o menos estándar y justa para permitir el descenso en horizontal del ataúd del dueño de la tumba. Los lados del interior del pozo están bien tallados en la roca y alisados. Se puede apreciar claramente una sucesión de muescas o pequeñas oquedades en los dos laterales más largos, alineadas verticalmente cada cincuenta centímetros para poder bajar y subir con mayor facilidad. El pozo alcanza a tener 8,10 m. de profundidad. La excavación de la tierra y piedras que llenaban el pozo hasta arriba ha producido una gran cantidad de cerámica, sobre todo del Tercer Periodo Intermedio. En los cuatro primeros metros, es decir, en la mitad superior del pozo, también salió a la luz una notable cantidad de objetos modernos, de finales del siglo XIX y/o muy principios del siglo XX: pequeñas mazorcas de maíz, objetos de hierro, fragmentos de porcelana, etc. El hecho de que en la excavación de los cuatro metros restantes no se encontrara ningún objeto moderno, parece indicar que el pozo fue en algún momento vaciado y luego rellenado en esa época, pero descendiendo sólo hasta cuatro metros de profundidad. La mitad más profunda del pozo, si bien ha sido visitada y alterada en el Tercer Periodo Intermedio, no parece haber sido vaciada en época moderna. De cualquier modo, hasta que no se excave el interior de la cámara funeraria no se podrá confirmar esta hipótesis.
El suelo del fondo del pozo está bien tallado. En la base de la pared de uno de los lados más cortos, en el lado sureste, se abre el acceso a la cámara sepulcral. La apertura mide 1 m. de altura. La cámara mide aproximadamente 5,50 x 3,50 m., y tiene una altura aproximada de 1,5 m. Tanto el techo, como las paredes, fueron bien talladas y pulidas. No parecen haber sido decoradas y hoy se encuentran ennegrecidas como consecuencia del humo de uno o más fuegos que debieron encenderse dentro de la cámara por los intrusos que la profanaron. Algunas lascas del techo se han desprendido y otras amenazan con caerse. El suelo está enteramente cubierto con tierra y piedras hasta 1 m. de altura, formando varios montículos que delatan actividad humana en el interior, muy probablemente saqueadores de época antigua. Sobre la superficie pueden verse huesos humanos, fragmentos de cerámica y de ataúd de madera. Si bien la cerámica a la vista parece característica del Tercer Periodo Intermedio, algunos tablones de ataúd que conservan la pintura (fondo negro y figuras en amarillo) parecen propios de la dinastía XVIII.
En las dos inspecciones que se realizaron de la cámara durante esta campaña, no se detectó ningún objeto moderno, lo que parece indicar que el fondo del pozo y la cámara funeraria no han sufrido la visita de los ladrones modernos. Éstos se quedaron en la parte de arriba del monumento funerario, ocupados en arrancar fragmentos decorados de las paredes de la capilla de Djehuty, y tal vez se desanimaran cuando sólo habían descendido 4 m. del pozo. En la próxima campaña, la octava, que transcurrirá en los meses de enero y febrero de 2009, excavaremos la cámara sepulcral de Djehuty y conoceremos más detalles, si se conserva su ataúd y su cuerpo momificado, qué es lo que queda de su ajuar funerario, cuándo se reutilizó su tumba, etc.
Mientras se excavaba el pozo de Djehuty, otros miembros del equipo estuvieron trabajando en la tumba que se abre entre la de Djehuty y la de Hery, conocida como –399– según la numeración establecida hace unos años por F. Kampp. No conocemos el nombre de su propietario, pero también data de comienzos de la dinastía XVIII, en torno al 1500 a. C. La mayor parte de la sala transversal y del pasillo central estaban colmatados casi hasta el techo de tierra y piedras que caían dentro a través de un gran agujero en el techo. En la campaña anterior se solucionó el problema de la caída de escombros y ya entonces se comenzó a excavar dentro. En la presente campaña se ha terminado prácticamente de excavar la parte de arriba del monumento funerario, quedando pendiente la excavación de dos pozos, uno ubicado en la sala más profunda y otro en un lateral de la sala transversal.
La excavación de la sala transversal de la tumba intermedia ha proporcionado una cantidad significativa de fragmentos de relieve provenientes, por un lado de la tumba de Djehuty, de la segunda inscripción autobiográfica grabada en el extremo noreste de su sala transversal, y por otro lado de la pared suroeste del pasillo de la tumba de Hery, donde se representa su procesión funeraria.
En el extremo suroeste de la sala transversal salió a la luz la momia de un hombre en bastante buen estado. Su cabeza había sido destapada, pero el resto del cuerpo permanecía envuelto en su vendaje original. Por la forma en que ha sido momificado el individuo, podría datarse de finales del Reino Nuevo o principios del Tercer Periodo Intermedio. El cuerpo ha sido colocado en oblicuo, quedando el tronco elevado y apoyado sobre un montón de piedras, adobes y tierra. Los pies, al nivel del suelo de la sala, se encuentran en medio de la boca de un pozo funerario colmatado de tierra hasta el borde. Así, todo parece indicar que la momia fue colocada para que pareciera que estaba surgiendo del pozo y fuera vista desde la tumba de Djehuty, a través del agujero que comunica las dos tumbas y que debió abrirse ya en época antigua, tal vez al final del Reino Nuevo. Esta disposición artificial y algo grotesca de la momia, para asustar o llamar la atención de otros visitantes, podría haber tenido lugar en época romana, cuando la tumba fue utilizada para quemar restos de cuerpos humanos y para enterrar momias de ibis y halcones en galerías subterráneas. Efectivamente, junto a la momia se hallaron restos de cerámica romana y a su alrededor, sobre el suelo de la sala, se hallaron numerosos restos humanos intensamente quemados, con restos de cal por encima, mezclados con momias de aves también quemadas. La boca del pozo funerario mide 1,90 x 0,95 m. Alrededor tiene un reborde de adobes (35 x 16 x 10 cm.), que se han cocido como consecuencia del gran fuego encendido dentro de la sala.
El pasillo central tiene dos nichos. Uno se abre al comienzo, en la pared suroeste, a una altura de 1,50 m. del suelo y llegando a tocar el techo. Mide 2,20 x 1,30 x 0,75 m., aunque la altura va decreciendo hacia el fondo. Las paredes y el techo son irregulares, no están bien escuadradas. Al fondo hay una zona de hoguera, donde se encendió un intenso fuego. Dentro había muchos huesos pequeños, la mayoría quemados, y algunos restos de platos de cerámica también quemados. El segundo nicho se encuentra al fondo del pasillo, en la pared noreste, abriéndose por debajo del nivel del suelo. Mide 2,50 x 2,25 x 0,80, pero la entrada mide 1,42 de anchura. Las paredes están bien escuadradas. En el interior se encontraron algunos huesos, algo de madera, restos de momias de ave y poca cerámica. Aquí dentro también se encendió un fuego, aunque en el suelo no hay restos de hoguera.
En medio del suelo del pasillo central se abre un agujero que ocupa casi toda la anchura, 1,10 m. Su longitud comienza siendo de 2,00 m., pero va descendiendo en pendiente y la apertura acaba teniendo 0,70 m. de largo. La pendiente tiene la función de facilitar el acceso a la galería subterránea a la que da paso el agujero. La galería se encuentra a 0,60 m. por debajo del suelo del pasillo. La entrada, bien tallada y escuadrada, tiene 0.88 m. de altura y 0.80 m. de anchura. Nada más entrar en la galería, sobre la pared noreste de la primera sala, puede verse un grafiti demótico escrito en tinta roja. La primera sala, llena de escombros casi hasta el techo, mide 2,50 x 1,15 m., a partir de la cual se abren dos pasillos. Uno de ellos desciende hasta comunicarse con el pozo funerario de la sala más interna de la tumba; el otro no se ve a dónde conduce.
La mitad suroeste de la sala más interna de la tumba está casi enteramente ocupada por un pozo funerario. A su alrededor había una enorme cantidad de huesos humanos machacados, quemados y cubiertos con cal. La excavación de los últimos 10 cm. fue especialmente penosa, por el polvo tan fino de los huesos pulverizados. Se hallaron aquí restos de cerámica Saita (ca. 650 a. C.) y cuatro pulseras pequeñas de metal.
III. EXCAVACIÓN EN EL EXTERIOR DE LAS TUMBAS
El patio de entrada a la tumba de Djehuty es inusualmente alargado, midiendo 34 m. de largo y poco más de 7 m. de ancho. Las paredes laterales y la parte del suelo cercano a la fachada del monumento funerario está tallado en la roca de la montaña, pero a una distancia de unos 12 m. de la fachada la roca continúa su línea descendente por debajo del nivel del suelo de Djehuty. Por esta razón, la mitad del patio más alejada de la fachada tiene un suelo “falso”, construido artificialmente con lascas de piedra caliza y tierra. La superficie se niveló, reforzó y adecentó con arena bien prensada (en árabe recibe el nombre de dakka), recubierta con una capa de mortero blanquecino.
Para conocer más detalles de la construcción del suelo artificial y de lo que pudiera haber habido de épocas anteriores en esta parte de la necrópolis, durante la sexta campaña abrimos una cata o trinchera en el suelo del patio de Djehuty. Entre otras cosas, el año pasado hallamos un ataúd de madera intacto probablemente de la dinastía XII, ca. 2000 a. C., es decir de unos quinientos años anterior a la época de Djehuty. El ataúd no estaba decorado ni inscrito. Dentro yacía el cuerpo de una mujer de avanzada edad, con la cabeza girada hacia el este y sólo adornada con un collar de fayenza de cuentas pequeñas y sencillas. Junto al ataúd sólo encontramos restos de tres pequeños recipientes de cerámica y, debajo, siete semillas de balanos.
Al comienzo de la séptima campaña decidimos ampliar la cata, con el fin de excavar la mayor superficie del patio posible en la búsqueda de más testimonios y huellas del uso de la necrópolis en la época denominada Reino Medio e incluso en la inmediatamente anterior, conocida como Primer Periodo Intermedio.
Muy cerca de donde hallamos el ataúd intacto de la mujer, salió a la luz la mitad inferior del ataúd de un hombre. La madera se encontraba en muy mal estado de conservación, pero parece que se trata del mismo tipo de madera y que había sido elaborado en la misma época que el de la mujer. En su interior sólo se conservaban las extremidades inferiores del cuerpo del difunto. Este segundo ataúd confirmaba que habíamos alcanzado el nivel de suelo de la necrópolis del Reino Medio a un metro por debajo del suelo del patio de Djehuty. El metro que separa un suelo de otro registra las alteraciones sufridas durante los quinientos años que separan a uno de otro. Lo más significativo que puede apreciarse en el perfil de la cata es la huella de cuatro grandes inundaciones, ocurridas entre el año 2000 y el 1500 a. C. aproximadamente.
La ampliación de la cata hacia el muro suroeste del patio de Djehuty pronto sacó a la luz un pasillo descendente tallado en la roca. Su anchura es de 1 m., es decir, una anchura apropiada para descender por él un ataúd. Al poco tiempo, descubrimos un plato pequeño roto en pedazos y con restos de quemado en su interior, consecuencia de una ofrenda funeraria realizada en honor a un difunto que todavía no habíamos encontrado. Cuando habíamos excavado 3,50 m. en dirección al muro lateral del patio, la profundidad con respecto al suelo de Djehuty era también de 3,50 m. En ese momento salieron a la luz, ocupando casi toda la anchura del pasillo, cinco vasijas de cerámica intactas. El conjunto formaba parte de un ritual de ofrendas en honor a un difunto a las puertas de su tumba. La cerámica puede fecharse estilísticamente a comienzos de la dinastía XI. Así, todo parecía indicar que estábamos a la entrada de un enterramiento intacto de la dinastía XI. Avanzamos 1,70 m. más y hallamos la base de una vasija de mayor tamaño. Como nos encontrábamos ya casi debajo del muro de adobe del patio, creímos conveniente no hacer peligrar la integridad del muro, dejar de avanzar en esa dirección, y ampliar el área de excavación arriba, en el nivel del suelo de Djehuty.
Comenzamos a excavar en el lugar donde el año anterior habíamos hallado una tosca bandeja de ofrendas de barro, característica del Primer Periodo Intermedio y muy comienzos del Reino Medio. Detrás de donde estaba la bandeja había unas grandes piedras alineadas, que resultaron ser el cierre de un enterramiento intacto de la dinastía XI. Cuando retiramos las piedras, pudimos ver, semienterrado, un ataúd pintado. Junto a la cabeza del ataúd se habían dejado cinco flechas rotas, pero que todavía conservaban las plumas adheridas a su extremo posterior. Las flechas fabricadas con cañas huecas, salvo el extremo delantero, que estaba formado por una madera más oscura y densa que se introducía por dentro de la caña y salía por la punta. No se hallaron ni piezas de metal ni pequeñas lascas de sílex que se hubieran atado a la punta de madera. Además de las flechas, sólo encontramos detrás del ataúd una pequeña vasija de cerámica de calidad muy fina, probablemente de comienzos de la dinastía XI.
El enterramiento era muy sencillo y relativamente humilde. Se había aprovechado una oquedad en la roca, de 2,60 x 1,80 m., y 1 m. de altura, para empujar lateralmente y colocar dentro el ataúd y los pocos enseres que componían el ajuar funerario. El techo de la oquedad quedaba entre 0,70 y 1,00 m. por debajo del patio de Djehuty. El suelo del enterramiento no era roca, sino tierra, la cual ni siquiera se había nivelado, quedando el ataúd ligeramente inclinado. Cuando continuamos excavando por debajo del suelo del enterramiento, quedó claro que la oquedad que se había aprovechado para introducir el ataúd era parte de la tumba tallada en la roca a la que pertenecían las cinco cerámicas intactas que habíamos encontrado días atrás, a un nivel 2,00 m. más profundo. El techo de la entrada de esta tumba se había hundido, provocando un derrumbamiento sobre el pasillo de entrada, donde estaban las cerámicas, y dejando una oquedad en la parte de arriba. El techo de esta tumba intacta de comienzos de la dinastía XI, se convirtió así, muy pocos años después, en el techo de un segundo enterramiento.
La apertura del enterramiento se encuentra al sureste. El ataúd se empujó dentro lateralmente, de tal forma que la cabeza del difunto y la pareja de ojos-udja pintados sobre uno de los laterales quedaran mirando hacia la salida del sol. El ataúd se conservaba en bastante buen estado de conservación, a pesar de haber sufrido la presencia de agua y de termitas. Los daños se concentran sobre todo en la parte de la cabeza, debido a la inclinación con la que se dejó el ataúd, y en el lateral principal, el lateral este, puesto que éste quedó junto a la apertura bloqueada con piedras y, por tanto, era el que estaba más expuesto a factores medioambientales.
El exterior del ataúd fue primero pintado de blanco. Luego, se escribió una línea de texto en horizontal a lo largo de los cuatro lados y la tapadera, y se colorearon los signos jeroglíficos. Por último, se pintó todo el exterior de rojo, con el propósito de imitar una madera de mejor calidad, como el cedro, y sólo se dejó en blanco la banda de texto. Los signos que componen la inscripción fueron pintados de colores, y sus formas adoptan un estilo naïf, característico del Primer Periodo Intermedio, de la dinastía XI. Sobre los pies del ataúd se escribió el nombre del propietario: Iqer. Cabe destacar la mención de la diosa Hathor, “señora del cielo”, entre las divinidades encargadas del bienestar del difunto en el Más Allá, y el peculiar determinativo semántico con el que se escribe una de las veces el nombre del Anubis, dios encargado de la embalsamación.
Antes de mover el ataúd de su sitio, se consolidaron las grietas y las partes donde la pintura se veía más frágil. El ataúd fue transportado con sumo cuidado al vestíbulo de la tumba de Djehuty, donde continuaron las labores de limpieza y consolidación de la madera y de la pintura.
Tras levantar la tapa con sumo cuidado, en el interior del ataúd yacía el cuerpo de Iqer, de costado, apoyado sobre el hombro izquierdo y su cara coincidiendo con los dos ojos-udja pintados en el exterior del ataúd, cuya función era permitir que el difunto pudiera ver y, al mismo tiempo, protegerle de posibles peligros. La momia, envuelta en un sudario atado a los pies, se conserva en un estado de conservación muy frágil, debido principalmente a las termitas. La cabeza y el pecho estaban cubiertos con una máscara de cartonaje que ha sufrido mucho, pero que todavía conserva partes pintadas, sobre todo el collar sobre el pecho. Sobre el cuerpo, se colocaron dos arcos y tres bastones ligeramente curvos en uno de sus extremos. Los arcos conservan la cuerda anudada en las dos puntas.
A pesar de que el nombre de Iqer no va acompañado de ningún título que pudiera reflejar su principal ocupación o profesión, el hecho de haber sido enterrado con cinco flechas, dos arcos y tres bastones parece indicar que de alguna forma estaba relacionado con el ejército. Bien es verdad que el arco era un símbolo de distinción y prestigio social, y que se utilizaba igualmente para cazar; pero, dado que la dinastía XI se caracteriza por la sucesión de enfrentamientos bélicos internos, en los que los tebanos jugaron un papel preponderante, la composición de lugar más plausible es que Iqer formara parte de un contingente militar ligado a un líder o rey tebano.
Debido a la extrema fragilidad del conjunto, decidimos documentar el interior del ataúd sin tocar nada, posponiendo su manipulación e investigación final para la próxima campaña. A comienzos de la octava campaña, que discurrirá durante los meses de enero-febrero 2009, llevaremos a cabo una sesión de radiografías de la momia y estudiaremos pormenorizadamente su vendaje, momificación y huesos. Al mismo tiempo, continuaremos la excavación del patio de Djehuty, tratando de alcanzar la tumba intacta de comienzos de la dinastía XI a la que pertenece el grupo de las cinco cerámicas. En el interior de la tumba de Djehuty, comenzaremos la excavación de la primera cámara sepulcral.
Por otro lado, las tareas de restauración de la octava campaña se centrarán en la consolidación y protección del techo de la capilla de Djehuty, y comenzaremos la limpieza de las paredes esa misma sala. Se analizará la situación medioambiental de las cámaras sepulcrales y se documentará fotográficamente las pinturas de la segunda cámara. Además, se cerrarán los agujeros que se abren en las paredes laterales de la sala transversal de la tumba intermedia (–399–), a través de los cuales se comunican las tumbas. Esta tarea permitirá comenzar a estudiar la reubicación de bloques pertenecientes a la segunda inscripción autobiográfica de Djehuty, y a la escena que describe de la procesión funeraria de Hery.v
Séptima Campaña, 2008
Director: Dr. José Manuel Galán Allué
Equipo:
Dr. José M. Serrano (egiptólogo, arqueólogo)
Dr. Andrés Diego (egiptólogo, epigrafista)
Dr. José M. Parra (egiptólogo, arqueólogo)
Dr. María J. López (egiptóloga, ceramista)
Dr. Salima Ikram (egiptóloga, estudio de momias)
Dr. Roxy Walker (antropóloga física)
Dr. Ahmed Fahmy (arqueobotánico)
Dr. Sergio Sánchez (geólogo)
Dr. Soledad Cuezva (geóloga)
Gemma Menéndez (egiptóloga, arqueóloga)
Francisco Borrego (egiptólogo; arqueólogo)
Elena de Gregorio (egiptóloga, ceramista)
Pía Rodriguez (restauradora)
Leandro de la Vega (restaurador)
Carlos Cabrera (arquitecto)
Juan Ivars (arquitecto técnico)
Ana de Diego (fotógrafa y epigrafista)
Patrocinador: Fundación Caja Madrid
Institución Académica: CSIC, Centro de Ciencias Humanas y Sociales, Madrid