Informe campaña 2007

I. TRABAJOS ARQUEOLÓGICOS DENTRO DE LAS TUMBAS

A. El principal objetivo de la presente campaña era la excavación del interior de la cámara más profunda del monumento funerario de Djehuty (TT 11), es decir, el sancta sanctorum. La habitación mide 4,40 x 5, 40 m., y 2,24 m. de altura. Cuando comenzamos a trabajar en las tumbas, la cámara estaba llena de tierra y piedras casi hasta arriba. Los escombros caían a través de dos agujeros en el techo que comunicaban con sendas tumbas ubicadas en la falda de la colina justo por encima de la de Djehuty. El problema de la caída de escombros lo terminamos de solucionar en la campaña anterior, por lo que este año estábamos por fin en condiciones de comenzar la excavación de su interior.

A medida que fuimos rebajando el nivel del derrubio que llenaba la sala, fueron saliendo a la luz los relieves que decoran las paredes. El estado de conservación de las escenas e inscripciones es, en general, muy bueno. Las escenas e inscripciones han sido talladas en relieve realzado y se conserva en muchos lugares restos de la policromía original, aplicada directamente sobre la piedra.

Las escenas representan los distintos rituales que, teóricamente, se llevaron a cabo en honor a Djehuty. La mayoría de éstos no están documentados, por lo que la información que nos transmite la tumba de Djehuty en esta materia es de gran importancia para conocer cómo debían haber sido los rituales funerarios de la clase pudiente a comienzos de la dinastía XVIII, es decir, en el siglo XV a. C.

El paralelo más próximo para estas escenas se encuentra en la tumba de su contemporáneo Montuherkhepeshef (TT 20), a muy pocos metros al noreste de la tumba de Djehuty. La tumba TT 20, sin embargo, se restauró a comienzos del siglo XX sin antes haber excavado el patio de entrada y, por tanto, sin haber recuperado del exterior los bloques que faltaban de las paredes de dentro, por lo que las escenas en relieve presentan grandes lagunas. Los relieves de Djehuty, incluyen la ceremonia del arrastre del tekenu, el transporte de aceites sagrados, el sacrificio de bóvidos, el estrangulamiento de un nubio, etc.

A pesar del buen estado de conservación de las paredes en su conjunto, en algunos lugares se puede observar, sin embargo, que la superficie de la piedra ha sufrido una erosión similar a la de la parte central del pasillo de la tumba. El geólogo del equipo sigue estudiando la actuación de distintos factores que pudieran haber intervenido en el “lavado” de ciertas áreas de las paredes: inundaciones sucesivas, incendios, fuertes corrientes de aire, etc.

Por otro lado, las paredes han sufrido también la acción de los ladrones, que arrancaron detalles de los relieves para venderlos en el mercado negro, muy probablemente en la segunda mitad del siglo XIX. De hecho, en el relleno de la sala se encontraron sobre todo restos del siglo XIX, como pequeñas mazorcas de maíz, cajitas de papel de fumar y dos monedas árabes de esta época. También se encontró entre el material de revuelto una pequeña estela de barro, con la parte superior curva y en la base dos pies moldeados. Estaba pintada a franjas horizontales de color rojo, simulando una inscripción. Además, en el suelo de la sala se hallaron restos humanos momificados.

La sorpresa de la excavación de la sala fue el descubrimiento de que la mitad izquierda estaba enteramente ocupada por un pozo funerario. La boca del pozo mide 2,09 x 1,06 m., y está elevada medio metro del suelo. El reborde del pozo está tallado en la propia roca de la colina. Este hallazgo es verdaderamente singular y muy prometedor, pues, si bien sabemos que los ladrones estuvieron dentro de la sala, por la localización de sus destrozos en las partes altas de las paredes que rodean el pozo se puede deducir que éste pasó desapercibido y que al menos se ha salvado de los saqueadores modernos. La excavación de este pozo, sin duda alguna el pozo funerario de Djehuty, será el principal objetivo de la próxima campaña arqueológica, en enero ­ febrero 2008.

Es muy difícil predecir el estado en el que nos encontraremos las cámaras funerarias al fondo del pozo de Djehuty. Tal vez la situación sea parecida a la de las cámaras inferiores del pozo de la tumba ­399­ que excavamos la campaña pasada. A pesar de que el pozo había sido reutilizado años después e incluso saqueado en época antigua, había escapado a los saqueadores más devastadores, los del siglo XIX y XX, y, por tanto, encontramos la mayor parte de su ajuar: restos de ataúdes tallados en madera y pintados, vasos canopos de cerámica, figurillas funerarias (shabtis), escarabeos, amuletos, cuentas de collar, un juego de mesa similar al senet, fragmentos de papiro con un texto funerario, muy probablemente un ejemplar del Libro de los Muertos, cerámica de lujo y cotidiana, etc. Si bien el estado de conservación de los objetos no era perfecto, pues todo lo encontramos revuelto y muy roto, el conjunto resulta ser un documento importante sobre el equipamiento funerario de un personaje pudiente a comienzos de la dinastía XVIII. El caso del pozo funerario de Djehuty puede ser similar y constituir, por tanto, un conjunto importante para conocer mejor la cultura material de la época y las costumbres funerarias de entonces.

La pared del fondo de la sala y, por tanto, del monumento funerario de Djehuty, tiene en medio un nicho u hornacina que abriga a tres estatuas sedentes. En el centro se encuentra el propietario y personaje principal del monumento. A sus lados están las figuras de sus padres. Su madre se llamaba Dediu, pero el nombre de su padre no se ha conservado, pues él sufrió la misma damnatio memoriae que Djehuty. Curiosamente los altos dignatarios al servicio de la reina Hatshepsut no mencionan en sus monumentos funerarios a ninguna esposa, ni tampoco a ningún hijo, no se sabe si porque nunca estuvieron casados (por respeto a la reina), o si es que, aun estando casados, no mencionan a su esposa o esposas por razones de decorum (hacia la reina).

La orientación del monumento funerario de Djehuty hace que al amanecer los primeros rayos de sol se filtren por la puerta, recorran el pasillo central y alcancen las tres estatuas, iluminándolas de lleno. Esta imagen recuerda que lo que generalmente se llama “tumba” es en realidad un templo, un santuario dedicado a la memoria de difunto y sus familiares más cercanos. La “tumba” era exclusivamente el pozo funerario, y el resto del monumento permanecía abierto al público para mayor gloria de su propietario.

B. Dentro de la tumba de Djehuty también excavamos el denominado “anexo”, que es una sala que se abrió en época tardía, comunicando la esquina suroeste de la sala transversal con la esquina correspondiente de la fachada. Este habitáculo estaba también lleno de tierra casi hasta el techo. El escombro caía de una gran oquedad abierta en la pared oeste y que comunica con otra tumba. La tierra albergaba algunos shabtis del Tercer Periodo Intermedio. Pero sobre todo hallamos aquí un gran cantidad de huesos humanos. Los cuerpos habían sido primero desmembrados, sus huesos luego quemados y, por último, todo había sido recubierto con una capa de cal.

Una vez finalizado el trabajo en el “anexo”, la oquedad fue tapiada para evitar que puedan entrar ladrones por aquí. En la pared opuesta se encuentra la apertura hacia el exterior, en la fachada del monumento funerario. Esta apertura coincide con el lugar donde había originalmente un nicho con una estatua de Djehuty de pie, mirando hacia la estatua pareja al otro lado de la fachada. De la estatua, destrozada por quines hicieran el anexo, sólo se conservan los pies y lo que pudiera ser la base de un bastón. Este descubrimiento es relevante, pues le otroga al diseño de la fachada un mayor interés por la simetría y el equilibrio.

C. En la tumba intermedia, la que se abre entre la de Djehuty y la de Hery y discurre paralela a ambas, la número ­399­, comenzamos a excavar la sala transversal, que estaba parcialmente llena de tierra y piedras que caían por un agujero abierto en el techo. Aquí encontramos, entre otras cosas, un número elevado de fragmentos con relieve de la pared del pasillo de la vecina tumba de Hery. La campaña del año que viene colocaremos una cancela de hierro en la puerta de esta tumba.

D. La entrada original de la tumba de Hery fue tapiada por el Servico de Antigüedades en 1910 para evitar que los ladrones entraran y arrancaran fragmentos de relieve de las paredes del pasillo. Desde entonces, el único acceso a la tumba de Hery era por la tumba de Djehuty y a través de la sala transversal de la tumba ­399­. En la presente campaña tiramos abajo la tapia de piedra y colocamos una cancela de hierro. Ahora tiene un acceso propio, independiente, que permite que pase dentro la luz natural e ilumine los relieves que decoran las paredes del pasillo central.

II. TRABAJOS ARQUEOLÓGICOS EN EL EXTERIOR

A. El trabajo arqueológico en el exterior se ha centrado en distintos sectores. En primer lugar, excavamos por encima de las fachadas de las tumbas con la intención de buscar restos de las superestructuras que pudieran coronar los monumentos funerarios. Durante la segunda campaña, en el año 2003, habíamos hallado lo que pensábamos que era la base de una pirámide encima de la tumba de Hery. La estructura en cuestión estaba construida a base de mampuesto de piedras calizas de forma irregular, con la cara exterior recubierta con una capa de mortero y enlucido. La pared tenía una inclinación de 60º, que es la inclinación aproximada que tienen las pirámides privadas de Deir el-Medina, construidas unos 200 años después. La base de la “pirámide” estaba nivelada y equilibrada mediante hileras de adobes, cuyos extremos coincidían con los límites laterales de la fachada de la tumba tallada en la roca de la colina. La hipótesis de la “pirámide de Hery” se vino abajo cuando en la presente campaña excavamos por encima de la tumba intermedia, la conocida como ­399­, y descubrimos el patio de entrada a una tumba ubicada medio metro más arriba en la falda de la colina.

La consecuencia de este hallazgo fue que lo que creíamos que era el lado oeste de una pirámide sobre la tumba de Hery era, en realidad, la pared este del patio de entrada a una tumba ubicada por encima de la ­399­. Hallamos el muro oeste del patio, que también estaba construido a base de mampuesto de caliza, recubierto con mortero enlucido, y formando un ángulo de 60º. Así caímos en la cuenta de un detalle elemental de la técnica constructiva egipcia, que los muros no son del todo verticales, sino que tienen en cierto ángulo de inclinación para aumentar su estabilidad.

El acceso a los patios de entrada a las tumbas del “segundo piso” tienen que ser necesariamente desde un lateral. Así, delante del muro oeste del patio, hallamos tres pequeños escalones que descendían al interior. El patio del “segundo piso” mide casi siete metros de anchura. En el centro hay un pequeño pozo de forma rectangular, de 1,00 x 1.30 m., y 1,80 m. de profundidad. El fondo del pozo está parcialmente roto y conecta con el techo de la sala transversal de la tumba ­399­. Por este agujero era por donde caían la tierra y las piedras dentro de la tumba intermedia. Solucionado el problema de la caída de escombros, días después pudimos comezar la excavación del interior (igual que hicimos con la cámara interna de la tumba de Djehuty).

Con el paso del tiempo, el patio de la tumba del “segundo piso” se fue llenando de tierra y piedras. A 1,90 m. por encima del suelo del patio se construyó el patio de entrada a la tumba del “tercer piso”. Esta vez los muros laterales del patio se construyeron enteramente con adobes. Los muros laterales prácticamente se superponen, apoyándose el muro de adobes del lado oeste sobre el muro de mampostería del lado oeste del “segundo piso”. El muro este, sin embargo, no alcanza al del piso de abajo por 50 cm. El interior del patio del “tercer piso” mide 5,80 m., y sus muros de adobe oscilan entre 0,60 m. y 0,45 m. de grosor. Si bien las tumbas del “primer” y del “segundo piso” pudieron coexistir y ser casi contemporáneas, la tumba del tercer piso fue necesariamente de época mucho más tardía. Tanto la entrada a la tumba del “segundo piso” como a la del “tercero” no han salido a la luz, por estar enterradas bajo el derrubio de la ladera de la colina.

En el interior del patio del “tercer piso” encontramos, en la esquina sureste, una pequeña mesa de ofrendas de piedra arenisca, y en la esquina suroeste, dos uraeus de madera para ser acoplados a un mueble. Uno de ellos llevaba la corona blanca del Alto Egipto y el otro la corona roja del Bajo Egipto. Junto a ellos, salió a la luz también una cara de un vaso canopo y un plato pequeño de barro.

Las escaleras de acceso al patio de la tumba del “segundo piso” discurren de oeste a este, en paralelo a la fachada de la tumba ­399-­, a tan sólo 2,10 m. del corte vertical en la falda de la colina. Así la tumba ­399­ no tiene espacio suficiente para lucir una superestructura notable. Si la tuvo algún día, ésta fue pronto destruida y hoy no queda rastro de ella.

La excavación continuó hacia el oeste, por detrás de la fachada de la tumba de Djehuty. A los pocos días fue saliendo a la luz un muro de mampostería, levantado a base de bloques de piedra caliza, cuya función era recrecer la fachada de la tumba. Los bloques estaban perfectamente cortados y colocados, unidos con mortero y recubiertos con una fina capa de enlucido. El muro de la fachada estaba cuidadosamente terminado por detrás porque por detrás discurría el camino de acceso a las tumbas del “segundo piso”.

El muro de la fachada de Djehuty mide 9,50 m. de largo, y coincide con los límites de los laterales de la fachada y con los muros laterales del patio de entrada a la tumba. El grosor del muro es de 2,00 m., y el interior estaba relleno de adobes, tierra y piedras. El muro tiene por detrá una altura de 1,60 m., lo que le otorgaría a la fachada una altura total de unos 6,00 m., un recrecimiento considerable teniendo en cuenta que la fachada tallada en la falda de la colina tenía una altura de 3,00 m.

A. medio metro por detrás del muro de la fachada de Djehuty estaba la calle que daba acceso a las tumbas ubicadas más arriba en la colina. En esta vía de tránsito, y muy probablemente relacionadas con las tumbas del “segundo piso”, hallamos dos conjuntos de cerámica. La mayoría de las piezas eran botellas rojas bruñidas, típicas de la primera mitad de la dinastía XVIII.

B. En segundo lugar, en la parte central del suelo del patio de Djehuty abrimos dos catas. El objetivo era conocer cómo y con qué se había rellenado la parte más externa del suelo del patio. Junto a la fachada, el suelo del patio se talló en la roca de la colina con gran esmero, pero, a unos doce metros de distancia, el perfil de la colina continúa su línea descendente por debajo del nivel del suelo, por lo que desde allí hasta la entrada del patio, a 34 m. de la fachada, el terreno se rellenó y niveló, formando un “falso suelo”.

Las catas proporcionaron material de muy distinto tipo. Por un lado, hallamos material posterior a la época de Djehuty. Es decir, que, años después del enterramiento de Djehuty se hizo un agujero en el suelo del patio y se tiraron o cayeron dentro materiales diversos. Los más interesantes lo forman un grupo de relieves procedentes de las paredes interiores de la tumba de Djehuty. En algún momento, bajo circunstancias que todavía desconocemos, partes de las paredes de la tumba se rompieron y los fragmentos fueron llevados fuera y enterrados. Junto a ellos, hallamos un trozo de barro con la impronta del sello de la necrópolis, compuesto por la figura de Anubis sentado sobre varias figuras de extranjeros arrodillados y maniatados. Este sello está asociado al cerramiento y/o inspección de tumbas reales y de muy altos dignatarios. En la excavación del exterior ya habíamos hallado antes varios de estos sellos, lo que puede ser un indicio de la proximidad de alguna tumba de importancia.

Por otro lado, hallamos material quinientos años anterior a la época de Djehuty. A tan sólo medio metro por debajo del nivel del suelo del patio salió a la luz un ataúd de madera del Reino Medio, muy probablemente de la dinastía XII, ca. 2000 a. C. El ataúd no estuvo nunca decorado, ni inscrito. Dentro yacía una mujer adulta, adornada tan sólo con un humilde collar de pequeñas cuentas de fayenza. El cuerpo había sido momificado de forma muy elemental. Dentro había una gran cantidad de barro que se había filtrado como consecuencia del flujo de aguas torrenciales, cuya huella podía apreciarse también en el perfil de la cata. Como consecuencia del agua, el cráneo se había desplazado de su lugar original y probablemente también se había movido algo el cuerpo. Los huesos fueron estudiados en detalle por Roxie Walker, quien fue descubriendo los síntomas de cada uno de sus achaques. Debajo del ataúd encontramos siete semillas que analizaremos el año que viene.

No muy lejos y al mismo nivel, encontramos varias vasijas de la dinastía XII. Especialmente significativo es un vaso-hes, empleado para hacer libaciones, y no muy lejos de él salió a la luz una bandeja o mesa de ofrendas ovalada. Está moldeada en barro, y tiene inciso un conducto para verter y dirigir hacia a fuera el líquido, además de unos panes y una pata de vacuno moldeados en miniatura sobre la superficie. Este tipo de mesa de ofrendas es también característico de la dinastía XII. El hallazgo del ataúd, de los vasos y de la mesa de ofrendas documenta el uso de la necrópolis mucho antes de Djehuty, en el Reino Medio, una época poco atestiguada en esta zona de la necrópolis tebana. El constructor del patio de Djehuty, al ampliarlo tanto, pasó por encima de enterramientos anteriores, pero sin perjudicarlos demasiado.

Junto a la cata más próxima a la fachada, a 23 m. de ésta, excavamos una oquedad en el terreno, de 1,10 x 1,30 m. aproximadamente, que resultó ser un peculiar depósito funerario. En el agujero hallamos tablas de madera de ataúd, al menos de dos tipos distintos, huesos humanos (parte de una pelvis, maxilar inferior, tibia y fémur) de dos individuos distintos, una soga, fragmentos de papiro y piedras. Uno de los bloques de piedra resultó ser parte de una estatua sedente, el lateral de la silla en el que se representa a una mujer sosteniendo una flor de loto. El estilo de la pintura corresponde a los comienzos de la dinastía XVIII. Además, hallamos un gran número de fragmentos de vasijas de cerámica que habían sido rotas antes y sus trozos barridos dentro del agujero, o bien se habían roto al arrojarlas al agujero con las piedras dentro. Al reconstruirlas, pudimos completar 45 piezas. Las de menor tamaño, con una capacidad de litro y medio, eran de dos tipos distintos. Otras de mayor tamaño habrían servido como contenedores. La tipología es claramente de comienzos de la dinastía XVIII.

Junto a las vasijas rotas, fueron apareciendo ramos de flores, todos ellos bien atados con hojas de palmera anudadas de diversas formas. Recuperamos hasta 45 ramos. Las ramas más numerosas son de persea (Mimusops schimperi), una planta característica del antiguo Egipto y estrechamente asociada al mundo funerario. También encontramos ramas de olivo (Olea europaea), lo que supone un hallazgo significativo, pues constituye uno de los restos arqueológicos más antiguos del cultivo de este árbol en el valle del Nilo. Además, parece que hay restos de una especie de sauce (Salicaceae), y de una planta acuática (Cyperus), probablemente papiro, que se utilizaba mucho para hacer ramos de flores y guirnaldas. El depósito, de 70 cm. de profundidad, tal vez guardara los restos del funeral de Djehuty. Por la representación del cortejo fúnebre en tumbas ligeramente posteriores a la de Djehuty, como la famosa del visir Ramose de época de Akhenaton, sabemos que los familiares y amigos acompañaban al difunto hasta su tumba portando una vasija y un ramo de flores. La coincidencia en el número de vasijas y de ramos de flores refuerza la posibilidad de que lo que hemos hallado dentro del agujero sea la limpieza de los restos del funeral de Djehuty, o de la celebración de su aniversario durante la “bella fiesta del valle”. Es la primera vez que se encuentra un conjunto de esta naturaleza. En la séptima campaña se unirá al equipo un botánico arqueólogo, Dr. Ahmed Fahmy, para identificar con precisión las especies y, tal vez, poder determinar la época del año en la que los ramos fueron confeccionados, lo que nos aportaría una pista sobre una posible fecha aproximada para la defunción de Djehuty.

C. En tercer lugar, en el área frente a la tumba ­399­, excavamos dos pozos funerarios. Los dos tal vez sean originariamente de comienzos de la dinastía XVIII, o incluso de la dinastía XVII, pero fueron después reutilizados y saqueados de tal modo, es decir, vaciados y rellenados sucesivamente, que su datación precisa es difícil. Uno de ellos, UE-16, mide 1,80 x 0,85 m., y tiene 6,00 m. de profundidad. Al fondo, en los lados estrechos del pozo, al este y al oeste, se abren sendas cámaras sepulcrales. En la cámara del lado este había al menos dieciséis individuos de diferentes edades, aunque casi la mitad eran niños. Los cuerpos se hallaron amontonados a la entrada. La cámara oeste tenía restos de al menos cinco individuos más y un recién nacido. Se hallaron pocos objetos, destacando un peine de madera y una cesta. Arriba del pozo aparecieron, probablemente como consecuencia de alguno de los vaciados, pequeños fragmentos de papiro escrito. Además, hallamos un ostracon de piedra caliza con un interesante dibujo en tinta roja, un motivo geométrico utilizado en la decoración de los techos de las tumbas.

El otro pozo funerario, UE-17, ha conservado una apariencia mucho más sólida, al mantener en pie sus cuatro muros de adobe, de un grosor de 0,60 m. La boca del pozo tiene 2,45 x 1,15 m. La roca caliza del suelo es de una consistencia muy irregular en esta zona, por lo que los adobes bajan hasta una profundidad de 3,00 m. para mantener el perfil rectangular del pozo. La profundidad es mayor que la del pozo anterior, descendiendo hasta 8,60 m. Como es habitual, en los lados estrechos se abren sendas cámaras sepulcrales, en este caso hacia el norte y hacia el sur. La norte es más grande y está mejor acabada. Al menos cuatro individuos fueron enterrados dentro, donde se halló una cantidad significativa de cerámica en buen estado, algunos de los vasos pudiéndose fechar a comienzos de la dinastía XVIII o finales de la XVII. Además, hallamos cinco anillos de fayenza.

El pozo que se abre junto a la puerta de entrada a la parte interna del monumento funerario de la ­399­ fue excavado durante la campaña anterior. A diferencia de las cámaras de abajo, donde hallamos parte del ajuar funerario del enterramiento de un hombre y de una mujer de comienzos de la dinastía XVIII, las dos cámara de arriba habían sido reutilizadas y saqueadas. En la esquina noroeste de la cámara que se abría en el lado norte del pozo había un agujero que comunicaba con una especie de galería o anexo que no llegamos a investigar y que pospusimos para la presente campaña. Salima Ikram se encargó de la investigación de lo que resultó ser un depósito o galería de momias de ibis y halcones. La cámara tiene varios agujeros que conectan con otros lugares que no hemos podido identificar y, por lo tanto, no sabemos con seguridad cómo se depositaron aquí las momias. Extrajimos varios ejemplares, es decir, varios paquetes envueltos con vendas de lino y, al abrirlos, confirmamos que se trataban de ejemplares de las dos aves antes mencionadas. Este hallazgo y la posterior investigación supone la confirmación arqueológica de la práctica documentada a través de los grafiti en demótico escritos en las paredes de las tumbas de Djehuty y de Hery, que mencionan el depósito en este lugar de momias de ibis y halcones como ex voto.

III. OTROS TRABAJOS REALIZADOS

La conservación y la restauración juegan un papel importante dentro del proyecto. Como en años anteriores, se ha prestado especial atención a la limpieza, consolidación y restauración de las piezas frágiles, como la madera, lino, papiro, etc. Por otro lado, se está trabajando ya en la restauración de las paredes interiores del monumento funerario de Djehuty, es decir, se han ensayado diversos modos de limpieza y de reposición de los trozos de pared que se habían caído y que hemos recuperado en la excavación. Para llevar a cabo de forma más documentada y eficaz esta tarea, incluimos en el equipo a un geólogo experto en ambientes subterráneos y en daños en la roca, que trabaja junto con los restauradores.

La documentación por medio de fotografía digital, de epigrafía digital y de dibujo arqueológico sigue su curso a la par que el trabajo campo. Los bloques con relieve están siendo sistemáticamente estudiados y muchos de ellos ya pueden volverse a colocar en su sitio, pues sabemos con exactitud de dónde provienen. Por último, la topografía sigue desempeñando un importante papel, tanto en la ubicación espacial (en vertical y horizontal) de los objetos encontrados en la excavación, como en la elaboración de los planos de las estructuras desenterradas.