El Marqués de Northampton y las tumbas de Djehuty y Hery

Oct | 2005

José M. Galán

Sir William George Spencer Scott Compton, 5º Marqués de Northampton, nació el 23 de abril de 1851 en Castle Ashby, al noroeste de Londres, entre Oxford y Cambridge. Murió el 15 de junio de 1913, en Acqui, en el Piamonte. Se educó en Cambridge, en Eaton y en el Trinity College.

Heredó el título de marqués en 1897. Ingresó en el servicio diplomático y viajó a Egipto en 1898-99. Fue entonces cuando se involucró indirectamente en la arqueología, financiando una campaña de excavación en Dra Abu el-Naga, bajo la dirección del egiptólogo alemán Wilhelm Spiegelberg y del británico Percy Newberry.

Se hizo un gran aficionado a la fotografía, que por entonces comenzaba a dar sus primeros pasos. Por desgracia, su álbum particular, que se guarda hoy en el archivo del castillo de Ashby, no conserva ninguna foto de Dra Abu el-Naga, ni de las excavaciones. Sin embargo, sí hay muchos retratos costumbristas de las gentes del Valle del Nilo, que reflejan su interés por la antropología, y de algún que otro detalle de los templos de Luxor.

La afición de Sir William por Egipto le venía de familia, pues el 2º Marqués de Northampton viajó a Egipto en 1849-50 y compró allí algunas antigüedades, hoy repartidas entre el Museo Británico y el Museo de la ciudad de Northampton. También realizó varios dibujos a plumilla y acuarela de los monumentos que más le llamaron la atención. Éstos se conservan también en el castillo de Ashby.

La excavación en Dra Abu el-Naga duró unos cuatro meses, durante los cuales cubrieron casi toda la colina, desde la zona norte que limita con la carretera que conduce al Valle de los Reyes, hasta la zona sur donde se levanta una mezquita y donde se ubicaba el templo de la legendaria reina Ahmose Nefertari.

Las relaciones sociales y los detalles logísticos parece que corrieron a cargo de Newberry. En un cuadernillo conservado hoy en el archivo del Griffith Institute, Oxford, anotó las visitas recibidas en el yacimiento y las que él realizó a algunos egiptólogos durante la campaña: Howard Carter, Petrie, Naville, Bissing y otros que estaban por entonces en Luxor. Además, anotaba diariamente el número de trabajadores y su paga correspondiente. Contrataron entre 52 y 86 trabajadores, variando de semana en semana. Cuando se dio por finalizada la excavación, continuaron en el lugar un mes más, ayudados primero por 24 hombres y luego por solo 9. Fue entonces cuando escribieron el informe arqueológico de la excavación que serviría de base para la publicación de los “principales resultados” diez años después, en 1909.

Todo indica que Spiegelberg era quien llevaba el peso de la excavación y se ocupaba de redactar el diario con los hallazgos más relevantes de cada jornada. Sus dos cuadernos se conservan también en el archivo del Griffith Institute. Curiosamente, algunas de las piezas que el describe y dibuja en el diario las hemos hallado en la excavación de los patios de entrada a las tumbas, lo que parece indicar que algunas de las piezas consideradas de menor importancia fueron arrojadas al suelo, allí mismo, después de ser estudiadas. Ejemplo de ello es un cono funerario triple con las improntas del sello de Djehuty.

Parece ser que fue Spiegelberg el primero en interesarse por las tumbas de Djehuty y de Hery y visitarlas unos años antes, en el invierno de 1895. Entonces, calcó la gran inscripción autobiográfica de Djehuty, grabada en la fachada de su tumba (más tarde conocida como “estela de Northampton”), y los relieves que decoran la pared sur del pasillo central de la tumba de Hery, es decir, el banquete del difunto con miembros de su familia y escenas de la procesión funeraria y del Más Allá.

Estos calcos (en inglés “squeezes”) tienen un enorme valor, especialmente para el estudio de la tumba de Hery, pues algunos fragmentos de la pared fueron brutalmente arrancados recién comenzado el siglo XX, poco después de que concluyera la excavación del Marqués de Northampton, para venderlos como pequeñas obras de arte en el mercado negro de antigüedades. Así, conocemos la parte que hoy falta de las escenas solo gracias al trabajo de Spiegelberg. Los robos provocaron que el Servicio de Antigüedades, a instancias de Sir Alan Gardiner y Arthur Weigall, cerrara la entrada a las tumbas de Djehuty y de Hery, en torno a 1910. Gracias a esta medida de precaución, desde entonces las tumbas se han conservado relativamente en buen estado. En la excavación del exterior, hemos hallado numerosos fragmentos de relieve provenientes de las paredes del interior de las tumbas, que completarán parte de las lagunas existentes. Gracias de nuevo a los calcos de Spiegelberg sabremos exactamente donde colocarlos cuando restauremos la pared sur del pasillo de Hery.

El alemán Kurt Sethe también visitó las tumbas en 1895, interesándose por la inscripción biográfica de Djehuty y, muy especialmente, por los dos textos criptográficos inscritos sobre una de las paredes laterales del patio de entrada a su tumba. En la recopilación de textos históricos de comienzos de la dinastía XVIII que publica entre 1906 y 1909, incluye inscripciones de la tumba de Djehuty, para lo que recurre unas veces las notas de Spiegelberg (himno a Amón-Ra de la fachada), y otras utiliza sus propias anotaciones (“estela de Northampton”).

Pero Spiegelberg no fue realmente el descubridor de las tumbas de Djehuty y de Hery. El primer egiptólogo que deja noticia por escrito de su visita a las tumbas fue Jean François Champollion, quien pasó varios meses copiando inscripciones en Luxor, en el año 1829. La expedición epigráfica francesa iba acompañada por una delegación toscana, encabezada por Ippolito Rosellini. Champollion y Rosellini entraron juntos en la tumba de Hery a través de otra tumba muy destruida, sin restos de decoración, que parecía casi una cueva. Ésta se comunicaba por dentro con el pasillo de Hery. Ambos copiaron en sus respectivos cuadernos las principales inscripciones de la tumba, que incluían el nombre del propietario y el de su madre. El cuaderno del francés fue publicado bajo el título “Notices descriptives”, entre los años 1844 y 1879. Los manuscritos del toscano se conservan hoy en la biblioteca de la Universidad de Pisa.

Por aquel entonces, la entrada y fachada de la tumba de Djehuty debían estar totalmente enterradas, pues ninguno de los dos egiptólogos parece que se percatara de la existencia de la tumba de Djehuty. Incluso el paso que comunica el pasillo de Hery con la tumba de Djehuty (a través de una tercera tumba, la –399–), debía estar totalmente obstruido.

Quince años después, el 5 de diciembre de 1844, el prusiano Karl Richard Lepsius entró en la tumba de Hery y copió también las principales inscripciones que identificaban al propietario y los nombres de todos los miembros de su familia que participan en el banquete funerario. El Diario de Lepsius se conserva hoy en Berlín, y una parte de él fue publicado en sus monumentales “Denkmaeler aus Aegypten und Aethiopien”. Uno de sus cuadernos, que incluye notas tomadas en la tumba de Hery, quedó sin publicar porque se descubrió después. Lepsius informa por primera vez sobre la existencia de la tumba de Djehuty, y copia algunas líneas de la inscripción biográfica de la fachada.

Spiegelberg visita las tumbas en 1895, se asocia con Newberry y ambos convencen al Marqués de Northampton para excavar en Dra Abu el-Naga tres años después. A pesar de que Spiebelberg era un experto en demótico y las tumbas de Djehuty y de Hery tienen varios grafiti demóticos escritos sobre sus paredes (que testimonian la reutilización de las tumbas para enterrar momias de ibis y de halcones en Época Greco-Romana), tal vez fueran los tesoros descubiertos en Dra Abu el-Naga por los hombres de Mariette entre 1857 y 1859 los que alentaran el interés de los egiptólogos y del marqués por esta zona arqueológica. El sarcófago del guerrero Kamose, el de la madre del rey y esposa real Ahhotep, las joyas con el nombre del rey Ahmose inscrito… Quedaba por descubrir todavía la tumba de Amenhotep I. Sin lugar a dudas, era una colina con un enorme potencial. Sus arenas ocultaban grandes sorpresas. Y todavía quedan allí hoy muchas cosas por descubrir. Sobre todo, información relevante para el estudio del comienzo de la dinastía XVIII y del alzamiento de Tebas a capital del reino y del imperio egipcio, en torno al año 1500 a. C.