Y llegó por fin el día del yacimiento y las tumbas estaban en perfecto estado de revista y ayer conseguimos terminar de montar la exposición en el Museo de Luxor. El rais Ali se ocupó de montar una super carpa con ciento cincuenta sillas. Al principio nos parecía todos excesivo, como suele hacer las cosas Ali, pero la verdad es que luego todo resultó perfecto, la carpa y las sillas, pero también el micrófono, el atril… El evento estaba programado para las once de la mañana, pero se retrasó hora y media. El viceministro, Mostafa Waziri, llegó acompañado de Zahi Hawass, y al acto se unió también Louise Bertini, la Directora del American Research Center in Egypt, que el año pasado nos otorgó una ayuda para terminar de preparar las tumbas para abrirlas al público.
El proyecto comenzó hace veintidós años teniendo como socio egipcio a Mohamed Bialy, por entonces jefe del Servicio de Antigüedades en el West Bank. Fue una alegría que se desplazara desde El Cairo hasta aquí para acompañarnos. En el último momento decidimos saltarnos un poquito el protocolo y le cedí la palabra al rais Ali para que dijera unas palabras en representación de los trabajadores egipcios. Y como buen actor que es, habló fenomenalmente bien. Después pasamos a ver las tumbas y el yacimiento, lo que no resultó fácil debido a la gran cantidad de gente que acabó asistiendo al acto. Y al salir la comitiva de la tumba de Djehuty, los trabajadores nos estaban esperando para celebrarlo juntos, cantando y bailando. El embajador y la presidenta del CSIC se animaron a bailar, y el primero de ellos acabó haciéndolo a hombros de uno de los trabajadores. Los invitados observaban con asombro la alegría desbordante y el buen ambiente entre el equipo hispano-egipcio.
La comida fue simpática y agradable, en el patio del hotel Marsam, unas cien personas. Hubo tarta de celebración y volvió a haber cánticos y baile. Sin duda alguna, después de veintidós años aquí, el Marsam y todos los que en él trabajan son parte de la familia y del espíritu Djehuty. A las cinco de la tarde nos fuimos todos en camionetas hasta el río y luego en barca hasta el museo. Después de una pequeña conferencia para contextualizar las piezas en exposición en la vitrina, subimos a las salas para ver juntos el montaje. Creo que el montaje gusta mucho, que todo ha quedado muy bien.
Y para clausurar la jornada, nos citamos en el Marsam a las nueve de la noche, para cantar y bailar hasta la madrugada. Sin duda, ha sido un día memorable, un día cargado de emociones. El discurso de Eloisa del Pino, la Presidenta del CSIC, mencionó varias veces el “espíritu Djehuty”, y eso me llegó al alma, nos llegó a todos. Y es que el Proyecto Djehuty trasciende lo científico, trasciende también la responsabilidad de conservar del patrimonio, es un sentimiento, somos una familia.