La fiesta de ayer por la noche en el Marsam se alargó hasta las tantas. Aún así, hoy viernes nos hemos levantado pronto para visitar algunos monumentos con los invitados, amigos y familiares, que nos acompañan estos días. Uno de los grupos se marchó primero al templo de Medinet Habu, y tuvimos la suerte de que la “Epigraphic Survey” del Instituto oriental de la universidad de Chicago trabaja también los viernes. Uno de los restauradores nos invitó a pasar dentro de la capilla que construyó la reina Hatshepsut y que años después quedó dentro del recinto del templo funerario de Ramsés III. En esta capilla se rinde culto a las divinidades que intervienen en el origen de la vida, y hasta aquí llegaba una procesión que llevaba en volandas a una estatua del dios Amón-Min para que, una vez al año renovara aquí su energía creadora. Tuvimos la suerte de ver en exclusiva el resultado de los últimos trabajos de limpieza y restauración de las salas más internas, que conservan gran parte de la policromía, y las escenas son de enorme interés.
Luego nos acercamos andando hasta el poblado de Deir el-Medina, pasando por la “ciudad dorada”, es decir, el emplazamiento de los talleres que trabajaban para el rey Amehotep III junto a su palacio de Malqata. Este lugar lo descubrió el equipo de Hawass hace unos años y siguen sacando a la luz nuevos talleres, calles y barrios, delimitados por un singular muro sinuoso. En Deir el-Medina entramos dentro de algunas de las tumbas, incluyendo la de Senedjem, documentada por primera vez por un cónsul español, Eduardo Toda i Güell.
De regreso al Marsam, ya estaban en marcha las dos paellas y las brasas para cocinar cebollas con anchoas, un verdadero “bocato di cardinale”. Joan, ayudado por Nacho, Javier y Miguel Ángel se encargó de cocinar al unísono las dos paellas, un verdadero reto, pues deberíamos ser unas cincuenta personas. Mar se encargó de las cebollas con anchoa, y los demás partieron embutido y queso de aperitivo, sin olvidar el buenísimo paté que trajo María LLadó. Como quien no quiere la cosa, montamos un verdadero festín campestre, el perfecto fin de fiesta de la inauguración de las tumbas.