8 febrero 2004

Trabajo de campo

De camino al desayuno, a las seis y media, la luna se veía espléndida sobre la montaña rojiza de Qurna. Un paisaje marciano, de un Marte habitado y lleno de vida a punto de despertar. Hoy, igual que ayer, ha hecho mucho calor en la excavación. La pirámide de Hery ha terminado de perfilarse y la anchura de la entrada a la tumba de al lado ha quedado totalmente expuesta. Ya tenemos nombre para ella: la tumba de “el escriba Nebamón”. En una de las esquinas de la entrada, por dentro, se conservan restos de la decoración pintada que un día tuvo la tumba.

Un grupo de obreros, en lo alto de la colina, ha atacado el agujero que comunica con la sala más profunda de la tumba de Djehuty. Para ello, han tenido que desmantelar parte del muro que construimos el año pasado para delimitar el camino que conduce hasta la casa amarilla de arriba. Construimos y desmantelamos muros una y otra vez, pero es la única forma de excavar a los pies de una colina tan empinada y con una capa superficial muy inestable; es como ir conteniendo una (posible) hemorragia para poder ir a la par limpiando y curando una herida. Mañana supuestamente trataremos de alcanzar la roca madre de la colina, para poder bloquear la entrada de escombros dentro de la tumba.

Alicia y Curro, un día más, han estado clasificando materiales. La recompensa de hoy ha sido encontrar entre bolsas y bolsas de fragmentos de cerámica un ostracon con una inscripción en Copto.

Trabajo de gbainete

Al final de la mañana, hemos recibido la visita de Ted Brock y Otto Schaden, dos egiptólogos que están excavando en el Valle de los Reyes. La conferencia de ayer les abrió el apetito y no han podido esperar más para conocer directamente nuestra excavación y las maravillosas tumbas de Djehuty y de Hery.

Carlos Cabrera ha estado dibujando cómo se construyó la pared de la pirámide de Hery, la sucesivas capas de mortero y enlucido apoyadas sobre bloques de piedra caliza y alineadas con hileras de adobes.

Luis Priego, una vez finalizada la restauración de “la tabla del maestro”, ha retomado la limpieza de las paredes del vestíbulo de Djehuty. Pero antes, ha documentado en un croquis, las marcas de los escombros que cubrieron parte de las inscripciones y escenas a diferentes alturas en distintos momentos.

Vida cotidiana