6 febrero 2009

Este viernes pretendíamos hacer una excursión “ligera”, para no cansarnos demasiado, así que elegimos como destino dos templos relativamente cerca de Luxor. Nuestra primera parada fue en el pueblo de Armat, a unos pocos kilómetros al sur, donde se conservan restos de lo que en época antigua fue un gran templo dedicado al dios Montu, divinidad guerrera por excelencia. Este centro religioso fue el más importante de la provincia de Tebas hasta que en la dinastía XVIII el templo de Amón en Karnak se convirtió en el patrono de la monarquía. Aún así, Tutmosis III y Amenhotep II, quienes levantaron el imperio egipcio a base de periódicas campañas de carácter eminentemente militar, mostraron especial devoción por esta divinidad y por este templo. En uno de los pilonos de entrada se conserva, como anécdota de esas campañas por tierras extranjeras, la representación de un rinoceronte que cazó el rey egipcio, indicando sus medidas exactas. El templo siguió en uso y se fue ampliando hasta época ptolemaica. Hoy sólo quedan los cimientos, pero es suficiente para imaginarse la grandiosidad que en su día llegó a tener.

Cruzamos después el río para dirigirnos al templo de Tod. Hoy en día casi todo lo que queda en pie es de época ptolemaica, pero, igual que el de Armant, tuvo una gran importancia en el Reino Medio y bajo el reinado de Tutmosis III y Amenhotep II. De hecho, el templo es famoso porque aquí se halló un importante tesoro con muchos objetos de plata de época del Reino Medio (c. 2000 a. C.). Aquí y allá se pueden ver bloques con partes de inscripciones del rey Sesostris y, un poco apartado del templo principal, se eleva una pequeña capilla de época de Tutmosis III. El lugar es muy tranquilo, lleno de encanto, y las ruinas tienen un aire romántico que otros templos mejor conservados o restaurados no tienen.

Comenzamos la excursión a las ocho de la mañana y estábamos de vuelta en el Marsam a las doce y media, a tiempo para comenzar a preparar una estupenda paella, precedida de un no menos apetecible aperitivo español, acompañado por un revitalizante vino de Rioja que nos había traído en su visita Elena Muñoz. Y así, charlando, nos dieron las cinco de la tarde y un poco más. Luchamos contra la tentación de una de esas famosas siestas españolas y nos pusimos a trabajar con los ordenadores, entre otras cosas, a preparar el diario on-line. ¡Que lo disfruteis!