6 febrero 2004

Trabajo de gabinete

Hoy hemos podido dormir un poco más. José Miguel y yo quedamos para desayunar a las ocho. Los días de fiesta hay tortilla en vez de huevos duros. Bien. Antes de las nueve estábamos cruzando el Nilo en el ferry. Últimamente pagamos ya el “Egyptian price”, 25 piastras (unas cinco pesetas), antes pagábamos un pound. Hacía una mañana preciosa, muy despejada. El Nilo muy azul deslizándose junto al verde de las palmeras y de los árboles en la orilla, y la montaña tebana despertándose en rosa sobre el suave azul del cielo.

Entrar en la Chicago House es respirar un ambiente de otra época, más elegante y armónica, más calmada y reflexiva; al menos aquí. Pudimos elegir dónde sentarnos y lo primero que hicimos fue pedir a la bibliotecaria, una estudiante de doctorado de la universidad Johns Hopkins de Baltimore, que nos trajera el libro de Lord Carnarvon y Howard Carter, Five Years Explorations at Thebes, de 1912. Para manejarlo te hacen ponerte unos guantes de tela; y como no está permitido hacer fotocopias, llevábamos la cámara digital para hacer fotos a las láminas.

De este libro nos interesaba principalmente la información sobre una tablilla de madera estucada que encontraron dentro de una tumba de comienzos de la dinastía XVIII, entre Dra Abu el-Naga y Deir el-Bahari, en una zona que llaman “Birabi”. La tabla tiene el comienzo del Libro de Kemit escrito en columnas, de forma muy similar al texto de nuestra “Tabla del Maestro”.

También miramos libros sobre improntas de sellos, sobre telas de lino con inscripción, sobre vasos de alabastro con el cartucho real de Ahmose inciso, etc. A las doce, una pausa para comer, invitados a un estupendo buffet de variados platos egipcios en un patio de arcos coloreados con buganvillas. Ray Johnson, el director de la Chicago House, es un atento cicerone de amena conversación. Y, para terminar la jornada, un té con bizcocho a las cinco en un salón de lectura adaptado para estimular informales charlas egiptológicas.

Cuando al atardecer cruzábamos el Nilo, de regreso al West Bank, los dos sentíamos la sensación de haber crecido, de haber experimentado el verdadero placer de la investigación, la recompensa de la lectura sosegada.

Mientras todo esto ocurría, Alicia y Oscar habían pasado un rato en el yacimiento, mirando con detenimiento detalles de la excavación que se observan mejor sin el ajetreo de los obreros, ni el estrés del trabajo diario.

Marga y Gemma se quedaron en el Marsam terminando el PowerPoint de la conferencia que sobre el proyecto impartirá el “moudir” mañana por la tarde en Luxor. Y otro grupo se aventuró por los campos de cultivo para dibujar paisajes tebanos de la zona, al estilo de la escuela impresionista.

Vidas paralelas.

Vida cotidiana