5 febrero 2010

Hoy tocaba viernes de excursión, así que nos levantamos a las cinco de la mañana para dirigirnos a Abidos. Las tres horas de ida y las tres de vuelta en una furgonetilla merecieron con mucho la pena. De camino, pasamos junto a los cortados de Nag Hammadi, lugar conocido por el hallazgo de un importante conjunto de papiros escritos en copto y de contenido muy variado. Nos acompañaba Omar y allí nos encontramos con el inspector Ayman. El primer destino fue una pequeña pirámide de la tercera dinastía (o comienzos de la cuarta), conocida como Sinki pyramid. De allí nos fuimos, por un camino junto al desierto, hasta Umm el-Qaab, la “Madre de las cerámicas”, pues es una extensa zona toda cubierta con fragmentos de cerámica, que fue dejándose como ofrenda a lo largo de los años debido a la proximidad de las tumbas de los primeros reyes de Egipto y el culto al dios Osiris que allí se profesaba. Además de los montones de cerámica, fue impresionante ver en directo, de cerca, las tumbas de los reyes Djer y Den, y el marco geográfico donde se ubican.

A medio kilómetro de distancia se encuentra Shunet el-Zebib, un recinto rectangular de enormes dimensiones y gruesos muros de adobe, construido por el último rey de la segunda dinastía, Khasekhemuy, cuya utilidad es todavía objeto de discusión. Desde allí nos fuimos al templo de Ramsés II, del que se conserva sólo la mitad inferior de las paredes, pero están en tan buen estado, con mucha de la policromía original, que es todo un placer pasear por dentro. En la parte exterior del muro que lo rodea se puede ver la parte inferior de algunas escenas de la batalla de Qadesh.

Cuando ya el cansancio comenzaba a hacer mella, nos acercamos al Osireion y al templo que el rey Seti I levantó al dios Osiris, representando en su interior escenas del mito y de los rituales que allí se celebraban. En una de las paredes se puede contemplar una de las pocas listas reales que se conservan del antiguo Egipto, con el nombre de los reyes de Egipto desde el primero hasta él mismo, aunque omitiendo algunos de ellos, como el de la reina Hatshepsut.

El viaje terminó con una comida tardía al aire libre a base de queso egipcio, tomates y tortilla. Igual que le debió ocurrir a Djehuty hacia el año 1480 a. C., la “peregrinación” desde Luxor a Abidos, al lugar sagrado del dios Osiris, rey de los muertos y juez supremo en el Más Allá, es un viaje largo y cansado, pero que te recarga las pilas. El lo haría en barco, río a abajo y río arriba, pero le llevaba un grupo de marineros y tenía cocinero a bordo, o al menos así aparece representado su viaje en la pared izquierda del pasillo de su tumba.