4 febrero 2022

Hoy viernes habíamos organizado una excursión a Abidos, a visitar el lugar conocido como Um el-Qaab, que toma el nombre del mar de fragmentos de cerámica que cubren las arenas del desierto junto a las tumbas de los reyes de la primera dinastía. Con esta idea nos subimos al autobús, pero en el primer control de policía nos echaron para atrás, con el argumento que después de las 6 de la mañana los turistas no pueden ir por la carretera de la orilla occidental y han de viajar por el lado oriental. Ese camino es mucho más largo y está lleno de controles, por lo que se tarde el doble de tiempo, así que decidimos no ir a Abidos e ir a visitar Elkab, una localidad a menos de cien kilómetros al sur de Luxor, donde se pueden visitar unas tumbas de comienzos de la dinastía 18 muy interesantes, sobre todo para comparar algunos de los detalles de las escenas con las de las tumbas de Djehuty y de Hery.

Le dedicamos mucho tiempo a las tumbas de Reneni, Ahmose hijo de Ebana y a la de Paheri. Luego nos fuimos caminando hasta el muro de adobe que rodea el templo de la divinidad local, la diosa buitre llamada Nekhbet. Desde allí, volvimos a coger el autobús para acercarnos hasta un pequeño templo a la entrada del Wadi Hilal, construido por Tutmosis IV y Amenhotep III, dedicado a la diosa Nekhbet asociada a la diosa Hathor. Es un templo muy pequeño, pero muy bien conservado y muy interesante. La zona del templo era una zona de cantera, y el wadi conecta el valle del Nilo con el mar Rojo, dejando claro que el templo, además de una función religiosa, desempeñaba una función económica y de control del territorio. La visita terminó con un almuerzo campestre a los pies de la roca del Buitre, una gran roca o montículo en medio del wadi que está lleno de graffiti del Reino Antiguo. Las vistas desde arriba de la roca son espectaculares.

De regreso a Luxor, nos detuvimos en Moalla, para visitar la tumba de uno de sus líderes durante el Primer Periodo Intermedio, el guerrero Ankhtifi. La tumba es muy “rara”, algo anárquica, asimétrica, nada egipcia en su concepción y construcción. Esto la hace muy especial, original. Los pilares son amorfos, cada uno distinto al otro, mal tallados, y la pintura se adapta como puede a las deformidades. El estilo de la pintura es naïf, consiguiendo que las figuras estén llenas de encanto. La tumba y su decoración reflejan muy bien cómo durante el Primer Periodo Intermedio (también ocurre en el Segundo) el arte no tenía apenas reglas, ni había cánones estrictos, por lo que las obras rezuman libertad y creatividad en mayor grado que en otros periodos de la historia de Egipto.