4 Junio 2021

Hoy, viernes, la temperatura ha sido más soportable que en días atrás, y la mayoría del grupo nos hemos animado a irnos de excursión por la necrópolis de la antigua Tebas. Cuando salíamos del hotel camino del Valle de las Reinas, nos encontramos con una moto de tres ruedas con remolque, y Salima no se resistió a preguntarle al conductor si nos acercaría. Así que llegamos al valle como unos señores, subidos en el moto-carro, sin el menor esfuerzo. Disfrutamos de la visita a las tumbas como ninguna otra vez, pues no había turistas y los cristales de protección de las pinturas estaban limpísimos. Estuvimos casi una hora dentro de la tumba de Khaemwaset, uno de los hijos de Ramsés III, cuya tumba parece un monumento a la memoria de su padre más que a la suya propia. La policromía de las figuras se conserva en un estado admirable, igual que en la tumba de la gran esposa real Titi, de la misma época. Luego, caminamos unos metros hasta el fondo de la grieta en la colina que supuestamente motivó que este lugar fuera elegido como necrópolis de parte de la familia real. Aunque no está del todo claro qué papel pudo jugar la fisionomía del paisaje en la ubicación de las tumbas, eso no quita para que el lugar sea interesante y hasta bonito.

Desde el Valle de la Reinas caminamos hasta el santuario rupestre de la diosa serpiente, Meretserger. Aunque la protección que construyeron hace ya unos años es bastante desacertada, por no decir fea, el lugar consigue mantener una magia especial. Y desde allí, marchamos hasta Deir el-Medina, el poblado de los artesanos que construyeron y decoraron las tubas del Valle de los Reyes. De nuevo, la ausencia de turistas hizo más placentera y fructífera la visita a las tumbas, comenzando por la de Pashedu, luego Amenemhat, para terminar con Senedjem. También aquí la policromía se conserva de forma admirable, y te cuesta abandonar el lugar aún sabiendo que la siguiente tumba te va a impresionar igual o más que en la que estás en ese momento. Etas tumbas las visitamos casi todos los años, y no por ello dejas de admirarlas. Casi al revés, cada vez te fijas en nuevos detalles de la composición de las escenas o de los textos que acompañan a las figuras.

El calor ya apretaba y el patio del Marsam nos reclamaba con más y más fuerza, o quizás fuera la voz de la Stella bien fría que nos estaba esperando. Tras la comida, conformamos una pequeña comitiva de despedida para Joan, le acompañamos hasta el Nilo, cruzamos en barca con él y, junto al Museo de la Momificación, el rais Alí le estaba esperando para conducirle al aeropuerto. Se nos va un gran compañero, pero mañana vienen refuerzos, esperamos la llegada de Pía, Marisol y Miguel. Nos espera una nueva semana seguro que llena de sorpresas.