La excavación sigue su curso y todo discurre de forma fluida. A la entrada de la tumba que excava Carlos, que es la tumba a la que asociamos el jardín, Gamal ha sacado a la luz un pavimento que parece estar relacionado con el cierre original de la entrada, que se conserva todavía in situ. La tumba se cerró en su día, hace casi 4.000 años, con un muro de adobes, que se recubrieron con una fina capa de mortero y una mano de lechada blanquecina. El mortero descansa sobre el pavimento, indicando que son de la misma época. Sobre el pavimento ha dejado su impronta una gran vasija que hallamos y levantamos el año pasado. Zulema la ha fechado en la dinastía XII, igual que la cerámica que hallamos alrededor del jardín y que nos sirve para fechar tanto el jardín como la tumba, además de otros indicios, claro. Lo peculiar del día de hoy es que junto a la vasija sobre el pavimento pueden verse varias huellas de los individuos que anduvieron por ahí en el momento del cierre de la tumba. Es ciertamente emocionante tropezarse con un pequeño guiño de aquellos trabajadores anónimos que dieron su vida por perpetuar la memoria de los más pudientes mientras que ellos quedaron en el anonimato y cayeron en el olvido. Desde aquí, en el ciberespacio, nuestro tributo a todos ellos, obreros, artesanos y artistas, verdaderos artífices de la singularidad del arte egipcio.
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El patio del Marsam es el lugar perfecto para disfrutar del amanecer.
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Excavación en el área delante del jardín y del Sector 10.
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Carlos se pasa la mayor parte del día en las profundidades de la tumba.
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Gamal limpia un pavimento sobre el que descansaba una vasija que levantamos el año pasado.
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Hisham da sombra a la entrada de la tumba para que Pito fotografíe detalles de la estratigrafía.
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Pito y Javier iluminan las huellas de pisadas sobre el pavimento para realzarlas y poder fotografiarlas mejor.
Al final de la mañana ha venido al yacimiento la restauradora Nina, que también trabaja con la misión argentina en la tumba de Neferhotep (TT 49). Allí, manejando un pequeño láser de última generación, ha conseguido sacar a relucir las maravillosas pinturas que decoraban esta tumba de finales de la dinastía XVIII y que habían quedado ocultas bajo el hollín de fuegos encendidos en el interior de la tumba. Se ha unido a nuestro equipo para comprobar si el láser también pudiera funcionar en la limpieza final de las paredes de la tumba de Djehuty. El caso es que son dos monumentos muy diferentes, pues la tumba de Neferhotep está decorada con pintura sobre estuco, mientras que la de Djehuty está tallada en relieve. Tras varias pruebas en distintas zonas de la tumba de Djehuty, con daños en la superficie de la roca de distinta naturaleza, el ensayo a resultado negativo. El láser no limpia la superficie como esperábamos, por lo que hemos desechado su utilización en el futuro. Aún así, los ensayos han sido muy interesantes y aleccionadores. De todo se aprende, incluso de los intentos fallidos. Había que probarlo y, desde ese punto de vista, hemos cumplido el objetivo que nos proponíamos.