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Las comidas en casa.
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El rais y José Manuel organizando el trabajo.
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Miguel Ángel supervisando el trabajo en lo alto de la colina.
Carmen lleva ya un par de días dedicada a hacer fotogrametría de algunas de las piezas de cuero que hemos hallado en la excavación. Empezó con el par de sandalias de cuero, con decoración repujada y teñidas de rojo, que hallamos en uno de los pozos hace cinco años. Las debió usar una mujer en torno al año 1600 a. C., su elaboración es muy sofisticada, con unos detalles realmente sorprendentes. Se conservan extraordinariamente bien, pero son muy delicadas, y hay que manipularlas con mucho cuidado. Luego siguió con dos carcajes de flechas, también de esa misma datación aproximadamente. De uno de ellos se conserva la parte de arriba de la caja, con decoración repujada y teñida de rojo y verde. Del otro se conserva toda la caja, de cuero blanco. Es realmente sorprendente que se conserve el cuero de hace 3.600 años.
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Ainara y Cisco explorando tumbas reutilizadas en época moderna.
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Salima explorando.
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Una momia de musaraña perfectamente conservada.
En la tumba intermedia, entre la de Djehuty y la de Hery, José Miguel se ha montado un pequeño estudio para extender las decenas de figurillas de barro cocido, momiformes, pertenecientes al supervisor del ganado bajo el reinado de Ramsés II, llamado Tutuya. José Miguel está preparando su segundo articulo sobre este conjunto shabtis de este peculiar personaje que tenía dos nombres, uno egipcio y otro tal vez semítico, pues debía ser probablemente de Siria–Palestina. Ahora le interesa observar cómo fueron intencionadamente partidas por la mitad las figurillas, tal vez como un tipo de damnatio memoriae, como parte de un ritual para truncar sus expectativas de vida eterna en el más allá.
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Salem y Hussein trabajando en el pozo 39.
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María con una jarra de comienzos del segundo período intermedio.
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Chemi trabajando con los shabtis de Tutuya.
Al final del día, Salima, Cisco, Ainara y yo nos fuimos de mini-excursión por los restos de las casas derruidas junto a nuestro yacimiento, para ver si encontrábamos la entrada a la galería de ibis que descubrió Spiegelberg en 1899 y que menciona en su diario de excavación, conservado en el Griffith Institut de Oexford. Las casas del poblado se levantaron, muchas de ellas, delante de la entrada a tumbas excavadas en la roca, que utilizaron luego como parte de la vivienda o para guardar animales. Las paredes de todas las tumbas reutilizadas están ennegrecidas por el fuego y el suelo está cubierto con paja, papeles, latas y plásticos de todo tipo. La forma de las tumbas es todavía reconocible y en algunas de ellas se abren galerías, que hoy están obstruidas por escombros.
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