29 enero 2014

Una de las cosas más complicadas de la excavación es evitar que los distintos trabajos se entorpezcan. Para ello hace falta mucha comunicación entre todos para coordinarnos. En la tumba de Djehuty los restauradores trabajan unos días en el pasillo y otros en la sala del fondo, dependiendo si Nacho y Joan están trabajando en el techo o no, o si Javier y Pito es grabando algo en uno u otro lado. Además, entra en juego Lucía, que como tiene que estar entrando y saliendo del pozo de Djehuty, en algunos momentos éste debe permanecer abierto y entonces dificulta el trabajo en esa sala. Y en el exterior pasa algo parecido. Según las necesidades de la filmación alguno de nosotros debe abandonar momentáneamente su puesto para explicar algún detalle o aspecto de la excavación. Pero por ahora todo va encajando sin fricciones, con mucha naturalidad.

Mientras que a algunos del equipo les pone nervioso hablar ante la cámara, a algunos egipcios les produce el efecto contrario. El rais Ali detecta la cámara a distancia y, en ese mismo instante, comienza a rugir a los trabajadores que con una parsimonia casi exasperante suben y bajan la colina arrastrando los pies. Y, según se va acercando la cámara, agita al aire su bastón como lo habría hecho un rais en época faraónica en la construcción del templo de Deir el-Bahari. Mahmoud Broston y Hassan prefieren, por su parte, dialogar cantando entre ellos de un lado a otro del yacimiento, provocando las risas y jaleo de los trabajadores con sus chistes picantes.

Hoy la jornada se ha prolongado hasta las cuatro, discutiendo sobre el apeo del muro de adobes del patio de Djehuty. Todavía tendremos que darle una vuelta mañana, pues se barajan distintas soluciones y ninguna de las partes ha sido capaz de convencer a los otros. Por suerte, hoy no ha hecho mucho calor, y todavía somos más afortunados por tener la comida esperándonos en la mesa cuando llegamos al hotel, que además está buenísima.