Sobre las cinco de la tarde de ayer viernes, mientras se alargaba la sobremesa en la terraza del Marsam, degustando la tarta de aniversario de Djehuty, saboreando un ron Matusalem o un Macallam, y otros fumando una “shisha” de cereza, en El Cairo se comenzaron a organizar manifestaciones multitudinarias en contra del gobierno. Los altercados se sucedieron por el centro de la ciudad, teniendo la plaza de Tahrir como epicentro. Se quemaron algunos edificios del gobierno y hubo un número elevado número de muertos. También hubo un víctimas mortales en Alejandría y en Suez. En Luxor las revueltas fueron más suaves, pero, aún así, ardió en llamas un edificio del gobierno y un par de estaciones de policía y se apedreó la biblioteca Suzanne Mubarak. El epílogo, dos horas después, fueron gases lacrimógenos, carreras por las calles y disparos al aire.
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Amanece en el patio del Marsam.
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Bruma en los campos frente al Marsam.
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El equipo en el “combi” camino del yacimiento.
Llevábamos dos días sin internet, por lo que no sólo no podíamos actualizar el Diario de Excavación, sino que tampoco podíamos recibir información sobre los acontecimientos que estaban ocurriendo en la capital. El viernes se cortaron las comunicaciones por móvil entre Luxor y El Cairo, y la televisión sólo emitía el canal gubernamental. La falta de información produce incertidumbre e inseguridad. En esas circunstancias resulta muy difícil hacerse una composición de lugar y, por tanto, formarse una opinión y tomar una decisión. Cambiábamos impresiones sin parar entre nosotros, con el equipo belga y con el equipo alemán, con quienes compartimos el Marsam, y todos estábamos igual de desconcertados.
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Elena dibuja cerámica del pozo UE 16 dentro de la jaima grande.
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Roxie estudia algunos huesos del pozo UE 16.
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Pito fotografía una de las paredes de la capilla de Djehuty, mientras Khaled y Ahmed limpian y consolidan en el pasillo.
El toque de queda quedó establecido de cuatro de la tarde hasta las siete de la mañana, por lo que el rais Ali y la Inspectora Hekmat llegaron al Marsam a las siete y media. El Servicio de Antigüedades nos pidió que hoy no tuviéramos trabajadores en el yacimiento, así que se suspendió la excavación y estuvimos nosotros solos, acompañados por los seis trabajadores de más confianza de Ali. Todo estaba tranquilo, y pasamos la mañana terminando trabajos de restauración, fotografiando las paredes que faltaban de Djehuty, inventariando los últimos materiales del jueves.
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Medio en serio medio en broma, desde la terraza del hotel observábamos el cruce de caminos más próximo.
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Patrullas nocturnas con palos vigilaban los cruces de caminos para repeler a posibles saqueadores.
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La Harwa se convirtió en un dormitorio de campaña, donde nos sentíamos más seguros.
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Vigilante armado con palo a la entra del Marsam.
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Otros vigilantes hicieron noche, acompañados por una shisha y palos, en la terraza del Marsam.
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Hasta el amanecer estuvimos bien protegidos por la gente del hotel.
Por la tarde todo seguía en orden, pero, al anochecer, se repitieron los disturbios en Luxor y esta vez se extendieron al West Bank. Como a las once de la noche, Natasha nos informó de que unas bandas procedentes de Armant estaban rondando por la zona y habían asaltado algunas casas en el vecino pueblo de Bairat y cerca de Medinet Habu. Nos pidió que nos encerráramos en las habitaciones y apagáramos las luces. Al parecer la policía había desaparecido y no había ningún tipo de control o vigilancia, en vista de lo cual, la gente del pueblo se armó con palos y comenzó a patrullar las calles para evitar que los saqueadores se acercaran a las casas. Desde la terraza del hotel podíamos ver las siluetas de los guardias espontáneos apostados en las esquinas y recorriendo las calles en motos y coches. El dueño del hotel, Sayed, hizo un par de llamadas y en unos minutos teníamos a un tipo vigilando la entrada sosteniendo un kalashnikov. Todos esperábamos que la situación fuera a mejorar, pero parecía incluso estar peor que ayer. En el Marsam se respiró cierto nerviosismo y temor durante un par de horas, pero lo mezclamos con cierto sentido del humor, y al final acabó venciendo el cansancio y nos fuimos todos a dormir.