29 enero 2002

Trabajo de campo

Unos en Luxor y otros en EL Cairo

Amanecimos a las ocho de la mañana, a pesar de que nos acostamos a las tres. Con los nervios y las ilusiones rondando nuestros sueños, no podíamos quedarnos más tiempo en la cama. Al salir de la habitación quedamos deslumbrados con el maravilloso patio abierto a los campos de cultivo que enmarcan los Colosos de Memnon. Cuatro laureles de indias y una fila de altísimas palmeras dan sombra a las mesas donde se servirá el desayuno. Pan, queso fresco, huevos duros, café y té.

Sobre las diez de la mañana nos acercamos a la oficina de los inspectores de antigüedades de la orilla oeste de Tebas. Como no estaba Mohamed el-Bialy, nos presentamos a Ibrahim Suleiman, inspector jefe del Valle de los Reyes, un hombre encantador, siempre de buen humor. Tras cumplir las formalidades oportunas nos fuimos caminando los casi cuatro kilómetros hasta el Nilo. Atravesando el pueblo de Qurna, compramos sobre la marcha algunas de las cosas que ibamos buscando. El ferry nos cruzó hasta a la otra orilla, y nos adentramos en Luxor con la lista de la compra en la mano: picos, palas, recogedores, cepillos, etc. Todo una aventura en el “zoco”.

Al atardecer, de regreso, nos detuvimos otra vez en Qurna en busca de un Ciber Café. ¡Increible! Por lo menos hay cinco en el pueblo. Claro que la sorpresa fue encontrarse el teclado del ordenador y los programas en árabe… “Mafish mushkela”, o lo que es lo mismo, “no hay problema”.

Mandamos los primeros e-mails y echamos un vistazo a nuestra página web. Después de una buena cena tempranera, a las ocho y media, encendimos nuestros portátiles y nos pusimos a trabajar con las imágenes que habíamos ido tomando y las tomas de video. Otra vez nos dieron las tantas de la madrugada. Unos traguitos de licor de mora suavizaron la tarea.

José Miguel y José Manuel tampoco habían dormido mucho en su primera noche. Habían llegado al Garden City House a las dos de la mañana. Camas duras, habitación fría y sin baño, ¡La leche!…

Por la mañana, directos al Servicio de Antigüedades. El suspense se mantuvo hasta el final. Pero, una vez más, todo se arregla en Egipto con un poco de paciencia, buenas formas y una sonrisa. Mr. Magdi nos recibe en su despacho y nos da la buena noticia de que tenemos el permiso de la policía y que todo está en regla. José Manuel firmó el contrato para realizar el trabajo. Después, subieron al despacho del Dr. Sabry, Inspector Jefe de Antigüedades todo el Alto Egipto, Y, por último, fueron a saludar al Director del Servicio de Antigüedades. Una larga espera que se amenizó viendo como, a la llamada del séptimo de caballería, respondía a su teléfono móvil un padre copto, de luengas barbas, gorro ajustado y ancha cruz colgando sobre su negra sotana. El Dr. Gaballa nos ofreció toda su ayuda y línea directa para cualquier problema que pudieramos tener.

Reservaron billetes de tren para las las diez de la noche, Nada más y nada menos que el “Business Man train, Nefertiti Salon”. Un “koshari” para comer (como un cocido a la egipcia), un te en el Café de los Espejos y un sugestivo paseo por Khan el-Khalili hasta llegar a las puertas de Babilonia (fortaleza vieja de El Cairo). Para redondear el día, una cena ligera en el Café Riche, lugar de encuentro de intelectuales y artistas (no va por nosotros), y al tren.