Después del intenso día de ayer, cargado de emociones y recuerdos, hoy hemos vuelto al ritmo habitual en las distintas tareas y zonas de excavación. Nacho ha comenzado, con Ahmed Genauy, el “banna” (cantero), ha construir el muro del nuevo cierre. Lo vamos a levantar treinta centímetros más alejado de la fachada, para que, a diferencia del que había antes, no llegue a tocar ni el panel del arpista del muro lateral izquierdo, ni el pozo que se abre frente a la estela biográfica y la estatua de Djehuty. Al mismo tiempo, Nacho les ha montado unos andamios al equipo de restauración, y han estado quitando del remate superior de la fachada restos de cemento del techo antiguo. Mañana prepararán esa zona para que apoyen las vigas de hierro que colocaremos desde el nuevo muro hasta la roca de la colina por encima de la fachada.
Salima y Cisco han estado excavando la sala anexa a la tumba de Hery. Han documentado y luego levantado las tres momias que se veían sobre la superficie. Una de ellas, por su tamaño, puede deducirse que pertenece a un niño. Otra pertenece a un hombre adulto, pues la hallamos medio desnuda y con el pene a la vista. En el lado izquierdo de su abdomen se puede ver la incisión que realizaron los embalsamadores para eviscerarle, de la cual sobresale algo de lino del relleno. La tercera se trata claramente de una mujer porque se le notan los pechos, y tiene los lóbulos de las orejas perforados para llevar pendientes. Todavía es pronto para datar las momias, pero junto con ellas hallamos un fragmento de ataúd de la dinastía XXV, perteneciente a un sacerdote del dios Montu llamado Iret-hor-iru.
José Miguel ha llegado al final de su pozo, que ha alcanzado 8,70 metros de profundidad. Después de hacer las fotografías de rigor con Pito, Yuma y él han comenzado a excavar una cavidad o nicho que se abre en el extremo Este. En su interior fue depositado un cadáver, del cual sólo quedan los huesos debido a que por allí ha discurrido abundante agua, provocando el deterioro casi completo del ataúd y del vendaje, quedando sólo la impronta en la tierra apelmazada.