28 enero 2005

Trabajo de campo

Hoy hemos dormido todos un poco más. A las ocho y media quedamos para desayunar juntos en el patio, cuando el sol comienza ya a calentar. Para variar, un par de huevos fritos y un buen zumo de naranja natural.

Nos hemos pasado toda la mañana andando. Primero nos dirigimos a Qurna a ver unas cuantas tumbas de particulares, comenzando por la más espectacular (desde mi punto de vista), la de Rekhmire, que fue visir bajo el reinado de Tutmosis III. Llevábamos nuestros reflectores de la excavación, así que pudimos ver las pinturas con una espléndida luz natural y reparar en los múltiples detalles que el artista plasmó en las paredes, sobre los distintos oficios, la llegada de embajadas extranjeras con regalos para el faraón, el ritual de la apertura de la boca, la procesión funeraria, etc. Luego visitamos la tumba de Sennefer, famosa por tener el techo decorado con un emparrado, y después la de Mena y la de Nakht.

Desde Qurna, fuimos caminando hasta la zona llamada “el-Birabi”, a la entrada del valle de Deir el-Bahari. Subimos la montaña y nos adentramos en Dra Abu el-Naga desde el sur. Algunas de las tumbas de esta zona, de época ramésida, conservan restos de la pirámide de adobes que en su día coronaba la fachada. Desde arriba de la montaña se disfruta de una vista panorámica maravillosa. Cuando te acercas a las casas del pueblo por arriba, se puede apreciar muy bien cómo detrás de casi todas se abre la entrada a una tumba de época faraónica excavada en la falda de la montaña.

Trabajo de gabinete

El paseo por las cumbres acabó sobre nuestro yacimiento, hoy tranquilo. Ya hasta venimos los viernes, como si una fuerza oculta nos atrajera a él. Al descender, Mohamed, el niño del té, nos vino a saludar y nos invitó a pasar a su casa. Estuvimos un rato charlando y tomando un té. Una familia encantadora.

Vida cotidiana