Hoy, domingo, nos levantamos a las tres de la mañana para coger el avión Luxor–Cairo de las cinco y media. Con el nuevo puente que se acaba de inaugurar, un poco más al norte que Karnak, se puede llegar desde el West Bank hasta el aeropuerto en media hora (por el puente del sur se tardaba unos cincuenta minutos).
Al bajar del avión, se notó de golpe que en El Cairo hace más frio que en Luxor. El tráfico resultó ser menos intenso de lo habitual y en media hora estábamos ya en el centro. La cita en el Ministerio de Antigüedades era para las diez y media, pero llegué con cuarenta minutos de adelanto y ya tenían listos los papeles para ser firmados. Todos fueron super amables y sonrientes conmigo, mientras me felicitaban por haber conseguido los permisos, pues al parecer en todo el mes de enero solo han concedido un permiso, el nuestro. Así que toca alegrarse y repetirse que, en el fondo, habíamos tenido mucha suerte.
Desde el mismo vestíbulo del Ministerio hice con el móvil un pdf de los papeles y se los envié a José Miguel, quien al poco tiempo ya estaba con Alí en el “taftish” haciendo los papeles en Luxor, y abriendo el yacimiento que el Inspector del Servicio de Antigüedades que nos han asignado para esta campaña, Ahmed Rifai. Todo este lio para ganar un día que, después de perder dos semanas, sabrá a a gloria.
Las horas en el Cairo, a pesar de ser principalmente de papeleo, supusieron un cambio de chip y hasta un pequeño respiro a la tensa espera de Luxor. El avión de regreso a Luxor salía a las seis de la tarde, así que llegamos a cenar con el resto del grupo. Después de celebrar la victoria de los papeles, todo quedó listo para comenzar la jornada del día siguiente.