27 enero 2019

Hoy parecía que en vez de estar en Egipto estábamos en el norte de España. Amaneció el cielo encapotado y oscuro. Los globos no conseguían casi despegar. Y a media mañana se levantó viento y comenzó a llover. Sí, a llover. Menos mal que, previsores, habíamos cubierto antes el jardín con plásticos extendidos sobre la estructura de metal. El cielo encapotado nos sirvió a primera hora para hacer fotos de la zona de excavación con buena luz, pues cuando el sol brilla intensamente el contraste entre luces y sombras es tan fuerte que dificulta las fotos para documentación. Sin embargo, una luz neutra y homogénea permite ver mejor la totalidad del suelo y su relieve. Así que hoy aprovechamos con Carmen para hacer fotogrametría de la entrada al patio donde se ubica el jardín.

Maite ha vuelto hoy al yacimiento tras una breve convalecencia y los resultados de la limpieza de la pared derecha, junto a la puerta de entrada, se han dejado ver en un solo día. A su lado, Rifai y Mohamed siguen cubriendo con mortero las zonas de la pared que no tienen relieve original. Por su parte, Suni también se ha incorporado al trabajo en la tumba de Djehuty, que a seguido avanzando a buen ritmo a pesar de su ausencia. Las dos tumbas han sido el foco central de la visita de un grupo de estudiantes de egiptología del máster organizado por la universidad de Lovaina, dirigidos por la egiptóloga Marleen de Meyer.

Leonor y Guillem siguen analizando cuidadosamente la tierra de cada una de las cuadrículas del jardín, en busca de semillas y restos vegetales. Mientras tanto, el equipo de materiales les está ya buscando y preparando restos botánicos de otros contextos arqueológicos excavados en campañas anteriores. Por ejemplo, en la capilla de ofrendas hecha con adobes perteneciente al hijo del rey Ahmose, recuperamos muchos restos vegetales, además de huesecillos de roedores, y dentro de muchas de las vasijas del gran depósito de cerámica que excavaron María José y Elena, también de la dinastía XVII o comienzos de la XVIII, ca. 1600 a. C., se conservaban restos de su contenido y así las guardamos. Con estos nuevos datos podremos saber más sobre los rituales realizados en la necrópolis y, de paso, sobre la botánica y el medio ambiente en aquella época en Tebas.