27 enero 2017

Hay días que sientes que son especiales, que notas que te quedarán grabados para siempre, y hoy ha sido uno de esos días. La fachada de Djehuty había quedado al descubierto al final de la jornada de ayer y cuando llegamos al yacimiento hoy a las siete de la mañana, una tenue luz rosácea acariciaba los jeroglíficos de las inscripciones y la figura en relieve de Djehuty esperando la llegada de ofrendas mientras escucha la melodía del arpa y los ritmos de los sistros y collares-menat que agitan las sacerdotisas de Hathor acompañando una canción en su honor. Es viernes, día de descanso, y el silencio arropaba todavía la antigua necrópolis. Un grupo de trabajadores comenzó a retirar las piedras amontonadas de la demolición del cerramiento moderno, mientras otros cepillaban el suelo como si el propio Djehuty fuera a venir a pasar revista e inspeccionar las obras de su monumento funerario. En cuanto se posó el polvo, Pito comenzó su serie de fotografías, y así siguió hasta las tres de la tarde.

Además de las fotografías oficiales, para futuras publicaciones, también hubo tiempo para fotografías de grupo en distintos lugares, para disfrutar del momento y comentar entre nosotros lo bonita que está así la tumba, a cielo abierto. Lo de las fotografías es algo curioso, porque nos burlamos de que los japoneses saquen fotos compulsivamente, pero luego, cuando estás delante de algo que te atrapa y sientes que estás viviendo un momento y lugar mágico, sientes la necesidad de capturarlo, de retenerlo, como si con la fotografía te lo pudieras llevar y hacerlo tuyo… aunque sepas que eso no va a suceder y que el instante inevitablemente se lo llevar el viento. Al menos a mi me pasa. Claro que también me pasa eso de no poder dejar de decir “¡qué bonito!” cuando un lugar o un monumento te cautiva; ¿será que me estoy haciendo mayor?

Djehuty decoró la pared izquierda de su patio con una escena reproduciendo el banquete del que le gustaría disfrutar durante la Bella Fiesta del Valle. En ese lado de la fachada, escribió un extenso himno al dios solar Amón-Ra que se eleva cada mañana por la orilla opuesta del Nilo y cuyos primeros rayos iluminarían la fachada de su monumento. Y al otro lado de la entrada enumeró las principales tareas que llevó a cabo bajo el reinado de Hatshepsut como supervisor del Tesoro y de los artesanos. Esta inscripción se conoce como “la estela de Northampton” en honor al marqués que financió una campaña de excavación en esta misma zona de Dra Abu el-Naga, en el invierno de 1898/99.

Pero, además, la actividad en el yacimiento ha seguido con normalidad, es decir, a pleno rendimiento, con los ochenta trabajadores que tenemos contratados. La novedad de hoy ha sido que Salima y Cisco han comenzado a excavar una sala que se abre en la pared derecha de la tumba de Hery. Esa sala se consideró en el siglo II a. C. como el punto de entrada a la galería que conducía a los dioses, según informan dos graffiti escritos en demótico. Junto a la entrada, yacen a la vista tres momias, colocadas de tal forma que parece que alguien se entretuvo jugando con ellas. Todo parece indicar que habrá un pozo debajo de ellas, del cual fueron desalojadas. Si bien las momias parecen de época tardía, la sala y el pozo pudieran haber formado parte del plano original de la tumba de Hery. Pero eso lo estudiaremos en detalle dentro de unos días, cuando lleguen los geólogos, Sergio y sole, junto con Miguel Ángel, el restaurador encargado de reconstruir las escenas en relieve que decoran las paredes del pasillo.