27 febrero 2022

Las recogidas son siempre complicadas. Al estrés del trabajo, de terminar todo, se une la tristeza del fin de campaña. El yacimiento se ve muy vacío, las jaimas se van desinflando y solo unos cuantos trabajadores van de un lado a otro trayendo y llevando cosas. Aprovechamos los últimos tres días de cierre para mejorar algunos detalles de la conservación y estética del yacimiento. Hemos seguido rematando  la separación entre los adobes antiguos y modernos, y el camino de acceso ha quedado perfecto, discreto pero con unos muretes de piedra muy trabajados. Todo el montaje eléctrico lo hemos sacado de dentro de la tumba -399- (la que se abre entre Djehuty y Hery) y hemos montado una caja grande cerca de la entrada a la tumba de Hery, escondida detrás de uno de los pozos funerarios. Guarda la conexión a la luz convencional y a los paneles solares. La idea es que quede todo accesible aún cuando no estemos nosotros en el yacimiento. Las tumbas de Djehuty y de Hery ahora están totalmente despejadas, y han quedado preciosas. Yo creo que la palabra es “elegantes”.

Los arqueólogos, Laura, Angie y David, han estado procesando sus últimos materiales hallados en sus respectivas zonas de excavación, mientras María ha ido recogiendo el despliegue de cerámica con la que ha estado trabajando toda la campaña. Pía ha estado organizando los arcones con los objetos mas significativos. A media mañana, Pía y yo hemos ido al almacén del Servicio de Antigüedades para entregar la pareja de sarcófagos y ataúdes miniatura y el ostraca de piedra caliza con la representación de un barco de vela. Además, a ratos sueltos he conseguido ir revisando y corrigiendo el dibujo preliminar que hizo Carmen de la segunda inscripción biográfica de Djehuty, tallada en el extremo norte/este de la sala transversal. Aún cuando abramos las tumbas al público, supuestamente podremos seguir haciendo alguna cosilla en el interior, pero es mejor dejar todo lo importante acabado en la medida de lo posible.

Por la tarde, como todos los años, toca redactar el informe preliminar para entregar a las autoridades locales del Ministerio de Antigüedades. También “el chiringuito” ha de desmontarse. Por suerte el Marsam nos deja un almacén donde podemos guardar todo el material de papelería, todo lo de fotografía, los productos de restauración y la ropa de trabajo de cada uno de nosotros. Sí, las recogidas son siempre complicadas. Se mezcla la sensación de haber sacado adelante con éxito rotundo una campaña complicadilla, alterada por la presencia invisible pero latente del covid, con la incredulidad de que no vayamos a volver hasta el año que viene. Pero bueno, el tiempo pasa volando y dentro de nada estaremos de vuelta en el West Bank.