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Imágenes llenas de color en la primera hora de la mañana.
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David y Miguel Ángel trabajando con la estación total.
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Zulema estudiando la cerámica hallada alrededor de la capilla 03.
La excavación y documentación de las momias de animales acumuladas en la cámara sepulcral de Hery es bastante complicada, muchos de los hatillos de lino son muy frágiles, están ya rotos o han desaparecido del todo. Un par de graffitis en demótico que copió Spiegelberg en esta zona de la colina menciona que hubo en el siglo II a. C. dos grandes incendios relacionados con las momias de animales y que se habían tomado medidas. Teniendo esto en cuenta, lo que tenemos en la cámara sepulcral de Hery probablemente sea esa ‘medida’ o parte de ella, que debió consistir en trasladar las momias y los huesos carbonizados a otro lugar más seguro. Por eso encontramos una cantidad exagerada de huesos de animales quemados, mezclados con paquetes de lino, muchos de los cuales también contienen huesos quemados aun estando el lino en buen estado, sin huellas de quemado.
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Ainara junto a la acumulación de paquetes de momias de ibis.
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Ainara nos enseña los huevos momificados de antiguos ibis.
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Huevos de ibis momificados.
La entrada a la tumba de Hery tiene un escalón a la entrada de unos cuarenta centímetros de altura. Las momias llegan casi hasta el techo de la sala, que es más amplia de lo normal. Una de las esquinas está rota y, a través del agujero, conecta con la cámara sepulcral de la tumba intermedia (–399–). Ainara y Cisco están sacando las momias hacia esta otra tumba y dejar un pasillo libre en el que se pueda apreciar la sección del apilamiento de las momias y los estratos de huesos quemados. Además de casco, han de llevar mascarilla y guantes. Es un trabajo duro y complejo, pero enseguida se están viendo los resultados.
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Eid trabajando con el collar de cuentas hallado en 2020.
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Imagen completa del collar de la chica de 15 años.
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Las cuentas del collar de la chica de 15 años siendo analizado por la máquina de fluorescencia para determinar su composición.
En el Museo de Luxor, hoy Eid ha aplicado la máquina de XRF al collar de la chica de quince años para confirmar con el análisis químico la identificación de las piedras preciosas de cada una de las cuentas que componen el collar y que hicieron los expertos gemólogos el año pasado. Cada vez que se ve el collar es más espectacular, compuesto por cuentas de amatista, cornalina, turquesa, granate, esteatita, etc. Sin duda, una pieza singular que refleja los contactos comerciales de Tebas con distintas zonas de Egipto y territorios circundantes durante el Segundo Periodo Intermedio, en torno al año 1700 a. C.
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