Este viernes programamos una excursión en coche hacia el norte, para visitar el pueblo de Naqada y luego Deir el-Ballas. El primero de ellos es famoso entre los egiptólogos por la cerámica, pues se utiliza como referente para fechar una secuencia cultural en época predinástica. Se excavó a finales del siglo XIX por Flinders Petrie, el padre de la arqueología científica en Egipto (aunque hoy sea denostado por algunos, fue un gran arqueólogo). Curiosamente, hoy sigue siendo un centro importante de producción de cerámica. Visitamos dos alfares, uno de ellos en plena actividad, con un gran horno encendido y dos hombres moldeando vasijas en un torno de pie, a la antigua usanza. El enclave, rodeado de una pequeña huerta, era idílico.
Deir el-Ballas es conocido por un complejo de tipo palacial de comienzos de la dinastía XVIII. Probablemente estuviera asociado a la reunión de tropas que luego marcharían hacia el norte a luchar contra los hicsos del Delta. Hoy excava el yacimiento un equipo estadounidense dirigido por Peter Lacovara. Este lugar es conocido hoy por su enorme y producción cerámica. El barro que utilizan lo producen machacando lascas de piedra margosa. Las lascas las introducen primero en unas bañeras con agua para reblandecerlas, y luego las pasan a unos recintos circulares donde son pisoteadas por bueyes. El combustible de los hornos son montones enormes de cañas secas que se pueden ver alrededor del pueblo. También visitamos las minas de donde extraen las piedra, al otro lado de la carretera, en la falda de la colina rocosa que se levanta de sur a norte. La visita a las minas fue toda una experiencia, pues son enormes galerías que entran en la montaña. Los chicos que trabajan dentro se iluminan con quinqués de gas y las piedras las sacan al exterior con burros.
Para que Fatma y Shaimá tuvieran el día libre, organizamos la comida a base de embutido y queso que trajimos de España, y también un poco de pulpo seco en aceite de oliva. Para cenar, nos acercamos al Nile Valley, un hotel con una terraza preciosa que da al Nilo, y que sirven unas pizzas decentes. Entre comida y cena trabajamos en los ordenadores, cada uno centrado en sus tareas.