26 enero 2017

Para compensar lo de ayer, hoy ha sido un día muy intenso, de principio a fin. La excavación ha seguido su ritmo normal. A la entrada de la tumba, el equipo de Carlos está hallando material muy dispar, cerámica y objetos de la dinastía XII hasta el Tercer Periodo Intermedio. En el exterior, Angie se va aproximando al nivel en el que hallamos la momia de carnero, y los materiales de la dinastía XVII y comienzos de la XVIIII son cada vez más abundantes. A su lado, David sigue tratando de abrir un acceso al interior de la tumba cuya fachada y entrada sacó a la luz el año pasado. El problema es que el agujero que abrieron los ladrones en el techo es demasiado grande y la roca es muy frágil. Por su parte, José Miguel se ha pasado casi todo el día en el fondo del pozo con Yuma. Han sacado más de once capazos de fragmentos de cerámica de la dinastía XVII o comienzos de la XVIII. Y el pozo sigue bajando.

En la tumba intermedia -399-, Salima y Cisco están excavando y documentando los dos pozos que se abren en los extremos de la sala transversal, reutilizados en época greco-romana. Y en la tumba de Hery, Lucía ha seguido buscando la ubicación de los fragmentos desprendidos de la pared y hallados en la excavación del exterior hace ya varios años.

El mudir se ha pasado toda la tarde en la orilla Este, primero en la oficina del Servicio de Antigüedades, que está junto al Museo, y luego en el aeropuerto. El objetivo era recuperar las máquinas de topografía que se habían quedado retenidas en la aduana del aeropuerto de Luxor a nuestra llegada. Desde entonces, es decir desde hace diez días, llevamos haciendo todo tipo de contactos y papeleos para conseguir sacarlas, tanto con la policía y las autoridades del Servicio de Antigüedades en Luxor, como en El Cairo. Y como suele ocurrir en Egipto, los problemas acaban solucionándose. Es como ir a pescar, debes armarte de paciencia, no darte nunca por vencido, e ir paso a paso, tanteando aquí y allá hasta dar con el resorte adecuado. Alhamdurillá!, “Gracias a Dios!”, asunto resuelto.

Mientras tanto, bajo la mirada atenta de Nacho, un grupo de trabajadores ha ido desmontando el techo hasta dejar las vigas de madera al aire. Y luego han ido derribando el muro moderno que protegía la fachada. Al final del día, a las cinco de la tarde, la fachada quedaba a la intemperie, después de estar 107 años bajo techado. Recuperamos así una imagen de la fachada lo más cercana a la original posible.