Esta mañana un grupito nos hemos ido con el inspector, Ahmed, a caminar por la montaña. Hemos subido desde Dra Abu el-Naga, junto a las pirámides de adobe de época ramésida, y hemos alcanzado la cumbre de la colina a la altura del comienzo del recinto sagrado del templo de Hatshepsut en Deir el-Bahari. Ni que decir tiene que las vistas eran más que espectaculares. Cuando uno camina por el campo se le plantean dos opciones, o ir mirando al suelo, buscando cosas, piedras bonitas o palos con formas raras, o levantar la mirada y contemplar el paisaje. En nuestro caso, caminando por la montaña pedregosa del desierto, si bajas la mirada puedes ir buscando sílex con formas llamativas, e incluso encontrarte con algún sílex tallado para ser utilizado como herramienta de cortar. También, con algo de suerte, puedes identificar medio enterrado algún fósil marino, un bivalvo o almeja grande que son comunes en esta zona, incluso arriba de la montaña, y que te recuerda que hace millones toda esta región era parte de un mar gigante. Impresiona pensarlo así, que lo que ahora es desierto antes fuera fondo marino. Pero es que en el desierto junto al oasis del Fayum se conservan y se visitan esqueletos de ballenas. El tiempo es relativo y el ser humano es una anécdota reciente en la historia reciente de este planeta tan maravilloso y peculiar.
Y si en lugar de ir mirando al suelo, ensimismado, levantas la mirada, el paisaje te atrapa y te envuelve, no importa donde mires. La montaña te da la perspectiva para comprender mejor la ubicación de los templos funerarios de los reyes, en la linde donde se tocan el desierto más árido y el valle más fértil. Y junto a los templos, los altos dignatarios, en muchos casos, buscan ubicar sus tumbas cerca o en relación con el templo del rey al que sirvieron, o junto a las vías procesionales que atravesaban la necrópolis. La necrópolis tebana es un bello ejemplo de cómo el hombre se adapta al paisaje natural y, a la vez, le otorga un simbolismo religioso y lo va modificando con el paso del tiempo. El tiempo lo va transformando todo, unas veces lentamente y otras demasiado de prisa.
El paseo por la montaña volvió a cumplir todas las expectativas. Es una de las experiencias más bonitas de estar y trabajar aquí. Paso a paso, se mezclan el tiempo y el espacio en perfecta armonía, como queriéndo explicártelo todo, y uno sólo querría tener mejor oído, para verlo todo con más claridad. Habrá que volver a subir el año que viene para seguir entrenando la vista y el oído, y si no se consigue entenderlo todo, al menos sí sentirlo.