El comienzo de la 23ª campaña ha sido más accidentado que otros años. Los papeles para llevar a cabo la campaña los entregamos en el Ministerio de Antigüedades el pasado mes de junio, y ya en agosto recibimos el OK a todas las tareas enumeradas en nuestro plan de actuación. Pero el “Security clearance” de la policía, es decir, el permiso de trabajo para cada uno de los miembros del equipo, no lo hemos recibido hasta hoy, miércoles 24 de enero. Cada año este último filtro ha ido retrasándose más y más, pero esta vez se han hecho esperar demasiado. El primer grupo habíamos llegado a Luxor el 6 de enero, y el 13 se incorporaron diez más. Este problema le pasa cada año a varias misiones arqueológicas extranjeras, pero a nosotros nunca nos había pasado antes.
Los días de espera, en contra de lo que podríamos haber pensado, no se han hecho largos y hemos conservado la paciencia y la calma. Después de hacer una limpieza a fondo y adecentar la casa, hemos estado trabajando con los ordenadores y visitando algunos yacimientos de la zona, algo que normalmente no hacemos por falta de tiempo durante la excavación.
Visitamos primero la misión arqueológica conjunta entre Johns Hopkins de Baltimore y la universidad de Liuverpool, dirigida por Betsy Bryan y a Violaine Chauvet, que llevan ya muchos años trabajando en el templo de la diosa Mut, al otro lado del Nilo, junto a Karnak. Betsy nos explicó los detalles del templo en época de Hatshepsut, y después Violaine nos mostró la excavación que están llevando a cabo detrás del lago sagrado, donde están sacando a la luz una zona de la antigua ciudad de Tebas. En concreto, han hallado una casa de un miembro de la elite a comienzos de la dinastía XVIII.
Otro día fuimos a visitar a una misión argentina y a otra brasileña que trabajan en dos tumbas de la dinastía XVIII. La tumba del equipo brasileño, dirigido por José Roberto Pellini, pertenece a un tal Amenemhat (TT 123), supervisor de los graneros y del pan bajo el reinado de Hatshepsut y Tutmose III, es especialmente interesante para nosotros por su parecido con la de Djehuty. Está decorada en relieve de una calidad excepcional, y se conserva relativamente bien. Incluye la representación de un jardín cuadriculado y otras escenas singulares, como la de un pastor conduciendo un grupo de jabalís, u hombres llevando en bandejas ofrendas de pescado, etc. Por otro lado, la decoración de la tumba del equipo que dirige Andrea Zingarelli está pintada sobre mortero, e incluye escenas también interesantes de agricultura (que copia años después Nakht), de elaboración de pan y de carnicería.
Después de veintidós años alojándonos en el Hotel Marsam, antes más conocido como Sheikh Ali, decidimos para esta campaña y las futuras dejar el hotel y alquilar una casa en el West Bank. El hotel ha ido mejorando su estética y los servicios, y consecuentemente ha ido subiendo los precios, mientras que nuestras finanzas han ido menguando paulatinamente, haciendo ya imposible nuestra permanencia allí. A todos nos ha dado una pena enorme, pues lo considerábamos nuestra casa en Luxor, pero no había otra opción, para sobrevivir no quedaba más remedio que reaccionar y adaptarse a las nuevas circunstancias.
La casa que hemos alquilado se conoce como “Arizona House”, pues los primeros ocupantes eran de la universidad de Arizona. También se ha alojado aqui la misión arqueológica estadounidense que trabaja en Deir el-Ballas y la misión argentina. Ahora hemos aterrizado allí nosotros, hemos plantado buganvillas, un árbol de mango, un limonero y un naranjo. Además, hemos re-estructurado el interior para que podamos alojarnos catorce personas y tener una sala común de trabajo en la que quepamos todos. La casa es muy bonita, cómoda y acogedora. El Hotel Marsam se ha ido transformando en un “hotel con encanto” demasiado “chic”, demasiado bonito y esencialmente turístico. La casa, sin embargo, es algo decadente, imperfecta, lo que la convierte en la casa perfecta para una misión arqueológica.