23 enero 2017

La excavación se desarrolla con un orden y tranquilidad algo sorprendentes. Tenemos contratados a unos setenta trabajadores y todos se van moviendo a buen ritmo, sin sobresaltos, ni aspavientos, ni gritos. No es que otros años fuera un caos ni mucho menos, ni que hubiera un estruendo ensordecedor, pero me da la sensación de que este año toda la organización de los trabajadores y el acarreo de espuertas se lleva con más sosiego. Cuando Alí está liado con alguna gestión, Taalat toma el relevo y actúa de rais, y la verdad es que lo hace francamente bien. Por su parte, el inspector está constantemente pendiente del trabajo, no pierde ojo, lo que tal vez provoque que nadie intente despistarse.

En el pozo de José Miguel han descendido más de siete metros. En el extremo oeste ha quedado al descubierto la entrada a una cámara sepulcral parcialmente rellena de escombros. Todavía nos queda descender un metro más para poder acceder bien a su interior desde una mejor posición. Lo más interesante es que en el pozo el terreno ha cambiado drásticamente, se ha hecho mucho más compacto, anaranjado y húmedo. Además, ha dejado de salir material, lo que paradójicamente es un buen indicio, pues refleja que no ha sido removido desde época antigua, lo que permite hacerse la ilusión de que si algo calló al fondo del todo todavñia puede que siga allí.

Salima y Cisco ha retomado con energía la excavación de las galerías de animales. Hoy han reabierto los pozos de la sala transversal de la tumba -399-, entre la de Djehuty y la de Hery, con el objetivo de completar el plano de las galerías y hacer una prospección del tipo de momias que se almacenaron en cada recoveco de la “catacumba”. Mientras Suni limpia y consolida las paredes de la sala transversal de la tumba de Djehuty, hemos comenzado a desmontar el murete moderno de adobes que se levantó por encima de la fachada. Ya no hay vuelta atrás.